La noche del 12

Pienso que esta excelente película, es una de las mejores descripciones que ha hecho el cine de los procesos de investigación policiales y judiciales que rodean a un crimen. En este caso, se trata del asesinato brutal de una mujer joven que ha sido atacada y torturada en la soledad de la noche, arrojada a la muerte en cualquier sendero de cualquier localidad. Ella muere, al mejor estilo de la modernidad, luego de filmar un video selfie, simple y cariñoso, para su mejor amiga. Nada indica en su mensaje sobre la suerte que la espera, luego de apretar el botón de envío.  Nada logra aportar a la solución del crimen esta presencia de la victima en el mundo de las redes.

A diferencia, seguramente, de muchos de los crímenes que azotan a la sociedad, acá se hace una investigación exhaustiva, bajo la inspiración y la dedicación de un joven policía investigador, apoyado por una juez que lo anima a seguir en las pesquisas, siguiendo todo indicio, toda pista. El filme nos muestra, en bastante completo detalle, el ambiente que se vive entre los investigadores de la policía, del sistema judicial, los familiares, los amigos de la víctima y los posibles implicados. No nos debe sorprender la complejidad que estas cosas tienen y la forma en que se debe navegar por los inciertos torrentes de la duda, la certeza, la sospecha, la acusación, la negación, los miedos, las culpas, la frustración y el desánimo; todos esos sentimientos de reactividad que rodean y oscurecen, si se puede más, las noches negras del delito. Y no solamente tales ambientes, sino las mentes de los diversos protagonistas, especialmente si se dedican con persistencia casi sobrehumana a perseguir indicios que no conducen a nada.

Se trata del crimen de una mujer, un feminicidio, al cual acompañan desafortunadamente, las comunes interpretaciones y perjuicios que suponen que las mujeres decentes no van a crear circunstancias que las lleven a su muerte en la soledad de la noche; al cual acompaña la arbitraria idea de que, de alguna forma, la víctima debe tener parte de la culpabilidad, pues ¿Quién tiene la maldad suficiente para matar sin razones a una mujer?

Precisamente para desvanecer arbitrariedades y prejuicios la policía y los fiscales deben enfrentar estos casos con máxima inteligencia, con espíritu metódico, sin dejarse llevar por trampas. Para ello utilizan la observación aguda de todo lo que rodea el crimen, recogiendo las pruebas, sin destrozarlas; hacen preguntas, desentierran testigos, reciben declaraciones, las comprueban y revisan inconsistencias; proponen hipótesis en instantes de revelación que se constituyen en momentos de esperanza, luces al final del túnel, que casi siempre llegan a puntos muertos.

El investigador principal es una persona sensible, que encuentra en el ciclismo, en dar vueltas a un velódromo, recargas de energía y descanso que lo protejan de la obsesión y de la frustración. Su colega en el caso no es tan recursivo y por ello sufre mucho más los embates del caso. El filme se adentra bastante en las mentes y circunstancias de estos dos. También recorre medianamente las presencias y circunstancias de los posibles implicados. Pero no se desgasta en recorrer la vida de la víctima, evitando especulaciones sobre ella misma como origen del crimen, evitando aprovechar su vida, aparentemente desordenada y algo licenciosa, para darle atracción o morbosidad a la narración.   En ello refleja bastante bien la mente del detective, que es un campeón de la objetividad.

Lo triste es que muchos de estos crímenes carecen de sentido, parecen estar plagados de una arbitrariedad tal que no conectan para nada con los ambientes o las realidades que rodean a sus víctimas y ello hace muy difícil descubrir a los victimarios, que solo después de impresionantes batallas judiciales e investigativas pueden ser atrapados, como en el caso de la recomendable película basada en la vía real Yara (Marco Tullio Giordana, 2021).  El asesinato de La Noche del Crimen es una ficción, y como en tantos casos reales, a diferencia del de Yara, quedamos en suspenso, sin estar seguros de que hayamos podido ver el rostro del criminal.

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