Críticas
Desde lo profundo
La piscina
Night Swim. Bryce McGuire. EUA, 2024.
El terror que mejor funciona en la ficción es aquel que lleva la amenaza, ya sea sobrenatural o no, a la puerta de nuestra casa. Por lo menos así creo yo, que eso de las mansiones gótica llenas de telarañas ha quedado un poco relegado a estética y romantización de cierto aspecto del género. Aunque en ocasiones este lúgubre escenario todavía da alegrías, lo cierto es que cuando sentimos nuestra intimidad invadida se produce realmente el escalofrío más sincero. Todavía hay miedos atávicos y ancestrales, extirpados de la naturaleza desconocida, que descargan electricidad en nuestra columna vertebral. Pero es el horror que llega sin previo aviso a nuestros lugares seguros el que demuestra el caos que se esconde tras la aparente rutina.
De este espíritu vive La piscina (Night Swing, Bryce McGuire, 2024), película que consigue ese efecto, con reminiscencias muy claras a grandes ejemplos del género sin llegar, por desgracia, a ser mejor que sus influencias. Se enclava en la tradición que se establece a mediados de los setenta, con la llegada de escritores como Stephen King o películas como Halloween, en las que el terror salía de los cementerios o de las pesadillas de la Guerra Fría y se instalaba en los barrios residenciales. La tranquilidad del santuario del sueño americano perturbada por un mal imparable capaz de tambalear los pilares sobre los que se sostiene la sociedad burguesa, como la familia o la propiedad privada.
La piscina no ofrece nada nuevo salvo un coctel de lugares comunes. No es la película más arriesgada de la historia del género, eso es así, pero de vez en cuando apetece algo trabajado desde la simpleza. Esta esencia de refrito consciente solo necesita una cosa para funcionar: que no trate como un idiota al espectador. Con todos sus tropezones, La piscina cumple su parte del trato. Posiblemente olvides la película no mucho tiempo después del visionado, pero nos da un buen rato de cine de género sin complejos, en el que todos sus implicados saben con qué reglas juegan. Es más, sus aciertos son lo bastante marcados para que tengamos a lo largo de la película momentos reivindicables para los habituales de este tipo de cine.
La piscina nos lleva a la intimidad de una familia que pasa por su propio calvario que, por supuesto, se verá alimentado por la amenaza sobrenatural de turno. En la búsqueda de respiro en esa época oscura, recalan en lo que parece el hogar perfecto. Efectivamente, el lugar guarda secretos, que distorsionan la ya complicada situación de los protagonistas.
Bryce McGuire, director de la cinta, se preocupa por darnos a conocer a sus protagonistas. No son simple carne de cañón, sentimos conexiones con estas personas que intentan adaptarse a los golpes imprevistos de la vida. Tienen suficientes puntos de anclaje emocional con el espectador como para que nos preocupemos por este grupo de desconocidos en el instante en el que lo imposible hace acto de presencia. Sueños rotos, frustraciones y la sombra de la enfermedad ya son de por sí bastante dramáticos, pero algo ocurre en un sitio tan aparentemente normal como la famosa piscina a la que hace referencia el título de la película.
Es en este espacio mínimo, casi prosaico, familiar para todo el mundo, donde se suceden los encontronazos con un mundo ajeno a la realidad. Un mundo antiguo que exige sacrificios, que no sigue las normas de los mortales. El conjunto alcanza las hechuras de cuento de hadas moderno, aparte de por la naturaleza del terror, por el aspecto onírico que imprime McGuire a las escenas acuáticas. Utiliza con ingenio el reducido espacio de la piscina, lo extiende hasta el infinito al transformarlo en puerta a algo siniestro, poderoso, seductor y terrible. Hay belleza real en algunas de las decisiones del director plasmando el universo fronterizo entre realidades, y maneja la información visual que recibe el público con pulso. La verdad es que La piscina no aburre en ningún momento, incluso con las decisiones menos afortunadas que hacen que el resultado sea algo tambaleante.
Hay buena premisa, desarrollo efectivo de las posibilidades del drama y el espacio, equilibrio entre lo humano y el necesario susto inesperado. Parece que todo encaja dentro de la idea general de filme sin pretensiones. Aquí aparecen los peros. En su parte final, La piscina cae de bruces con la premura y los clichés, que hasta estos minutos estaban presentes, pero domesticados. Las soluciones caen en el irritante patrón de la media del cine de terror. No es que esperase riesgos o salidas de tono, pero albergaba esperanzas de que McGuire tendría más personalidad a la hora de rubricar la obra. Hay faltas de solidez que lastran el resultado, sin resultar estúpido o molesto, pero sí algo decepcionante.
Las influencias claras de Tiburón (Steven Spielberg, 1975), El resplandor (Stanley Kubrick, 1980), Poltergeist (Tobe Hooper,1982) o incluso It ( Andrés Muschietti, 2017) se adaptan a la reinvención de la semilla de folk horror que sirve de chispa. La mansión encantada se encuentra con el interior del bosque, donde la magia puede ser muy generosa, pero también implacable, como la propia naturaleza.
No es desastrosa, y eso ya es algo a tener en cuenta en el cine de terror. Resulta entretenida, visualmente atractiva y rodada con convicción por gente que cree en lo que hace. Eso da muchos puntos a favor a La piscina.
Lástima lo del frenazo a última hora. Coherente, sí, pero deja el poso de que podría haber sido algo más.
Ficha técnica:
La piscina (Night Swim), EUA, 2024.Dirección: Bryce McGuire
Duración: 98 minutos
Guion: Bryce McGuire a partir de una historia de Rod Blackhurst y Bryce McGuire
Producción: Atomic Monster, Blumhouse Productions, Witchcraft Motion Picture Company, Universal Pictures
Fotografía: Charlie Sarroff
Música: Mark Korven
Reparto: Wyatt Russell, Kerry Condon , Amélie Hoeferle, Gavin Warren, Nancy Lenehan, Jodi Long, Eddie Martinez, Elijah J. Roberts, Rahnuma Panthaky