Críticas
El poder de lo instituido
La puta del Rey
La putain du Roi. Axel Corti. Francia, 1992.
Revisión de un concepto clásico de poder, que se desplaza hacia una idea foucaultiana de las relaciones interpersonales. Una historia de sometimiento que cobra vigencia en tiempos donde lo políticamente correcto admite solo una visión de la realidad.
El excelente filme de Axel Corti termina dando en el clavo, martilla a más no poder hasta que nos queda claro que, en los vínculos familiares y sociales, lo instituido juega un papel limitante. La creatividad nos permita sortear este efecto, siempre y cuando, se logre vencer el temor al costo de la transgresión. Es un camino donde los audaces triunfan sin ausencia de sacrificio.
Son algunas de las interesantes conclusiones que filtran por los poros de una historia renacentista magistralmente lograda, mediante un acertado guion y una escenografía y puesta en escena exquisitas. Retratos de época que nos permiten respirar esa típica atmósfera palaciega plagada de convenciones, conveniencias y egoísmos. La institución real, en sus privilegios y restricciones, es apuntalada por la “gracia divina”.
Firme retrato acerca de la fortaleza y la debilidad. La miseria humana es matizada con acciones cuya explicación nos es dada al pasar, breve y sutil.
Es la historia del rey Vittorio Amadeo que, obsesionado con la belleza de la duquesa de Luynes, no escatima en estrategias para hacerla suya. Sus impulsos sexuales se convierten rápidamente en afectos generadores de una fuerte dependencia emocional.
Jeanne, dentro de su desgracia, intentará capitalizar la desventaja.
La puta del rey presupone la explotación de un lugar de explotación, valga la redundancia. El término puede caer bajo acepciones diferentes, aunque complementarias. Una lección acerca de cómo sacar partido de la adversidad, sin que esto presuponga pintar paraísos ni mucho menos. Una batalla por sobrevivir, en el fiel convencimiento de que el poder no está en un lugar, sino, en instituciones promotoras de creencias que someten el deseo y la voluntad. No obstante, existe una puerta abierta que solo algunos aprovechan. Son los que escapan al prejuicio, aceptan pagar un precio en función de la apuesta a una estrategia que el tiempo dirá si funciona o no.
Un filme cargado de maravillosas enseñanzas de vida, en el marco de un tiempo pasado que nos demuestra lo común de la problemática humana en el devenir histórico.
La apariencia oculta bajo la máscara, en un juego de planos que esconde y devela a la vez, nos indica la importancia del montaje en la expresión.
Es la escena del baile, todos poseen máscaras, y las tomas se suceden en planos y contraplanos de un diálogo amparado en la justificación por la danza. Los enmascarados muestran sus cartas con extrema cautela, el lenguaje diplomático se hace presente. Un plano cenital da cuenta de la sobredeterminación institucional del espectáculo, se requiere bregar por una forma ordenada, inmaculada, como primera alternativa. Corti nos habla desde las presentaciones y angulaciones de cámara, nos dice de algo que se pone en práctica como sugerencia implícita. Las máscaras ocultan el verdadero rostro, intenciones que, ante la resistencia, rápidamente se harán explícitas. Rituales instituidos sirven para mantener al súbdito a raya. Tanto el baile, como las demás interacciones, deben obedecer a un orden que la cámara delata en plano cenital; marca la visión de un poder divino que observa la corrección del procedimiento.
Hay un gran trabajo de iluminación en interiores. Los sentimientos son firmemente ligados a planos de perfiles compartidos. Se utiliza el contraluz para denotar la intimidad tramitada bajo un escaso conocimiento de la situación: primer encuentro entre Jeanne y el conde de Verua en la ventana.
El rey y el conde, sus perfiles enfrentados en un duelo de oboes que, de compartido, pasa a ser competitivo. Se desatan los celos del monarca bajo una tenue luz de fondo que resalta la profundidad de campo. El plano llega hasta una puerta tras la cual se encuentra Jeanne. Nuevamente, hay sentimientos en juego que denotan la frustración del rey en sus ansias de conquista. La zona de clara iluminación nos presenta un doble panorama: la cercanía de los personajes entre sí y con respecto a la cámara, y el gran espacio hacia el fondo del cuadro, acentuado por la iluminación. No hay espacio y hay espacio, están enfrentados en un plano compartido (perfiles) y, a su vez, hay mucho lugar hacia el fondo. Entre ellos parece haber una confrontación que perfectamente podría descomprimirse si se utilizara el iluminado espacio restante. Si así fuese, la suerte estaría del lado del conde, quien ya ha recorrido ese camino hacia su esposa varias veces. Es el motivo por el cual no vive la situación como acuciante, sabe someterse a la norma para evitar males mayores, pero, el rey no logra despegarse de sus emociones, necesita tener el control absoluto. El dolor viene de allí, del temor a sufrir por el deseo insatisfecho. Nos recuerda la posición de adultos debilitados por una infancia signada por la sobreprotección. Es la institución del lugar incuestionable lo que nos ciñe a una esclavitud emocional. No ofrece opciones, es la satisfacción unívoca de un deseo solo saciado por la posesión. En la vida emocional no es posible, ni admisible, un derecho de propiedad universal. El rey debe acomodarse al “como si” de las circunstancias. El poder individual, aunque no lo parezca, ofrece límites. Vittorio resuelve en función de lo instituido, que por tal, es coincidente con lo que la sociedad le permite.
El amor es esquivo, no puede generarse por la fuerza, se tiene el cuerpo pero no el alma, es el dolor de un individuo que, en el camino, deja de ser rey, en un último intento de conquista, ya no desde lo instituido, sino desde lo humano. Su esencia lo sobrepasa, lo lleva a gestos altruistas, propios de nobles sentimientos. Es tiempo de autodescubrimiento en relación y bajo una experiencia, cuyo costo será altísimo. En vano servirá como ejemplo alguno, más que para el espectador: el sistema institucionalizado existe bajo la lógica de la repetición, fija seguridades a un alto costo. El individuo no se anima a ser, se esconde bajo disposiciones que reglamentan su vida y evitan todo tipo de transformación.
Tráiler:
Ficha técnica:
La puta del Rey (La putain du Roi), Francia, 1992.Dirección: Axel Corti
Duración: 111 min. minutos
Guion: Daniel Vigne, Frederic Raphael, Axel Corti (Novela: Jacques Tournier)
Producción: Coproducción Francia-Italia-Austria; J&M Entertainment
Fotografía: Gernot Roll
Música: Gabriel Yared
Reparto: Timothy Dalton, Valeria Golino, Stéphane Freiss, Margaret Tyzack, Feodor Chaliapin Jr., Eleanor David, Robin Renucci, Paul Crauchet, Lea Padovani, Anna Bonaiuto, Caterina Vertova, Federico Pacifici, Amy Werba