Críticas
La revolución (clase) silenciosa
La revolución silenciosa
Otros títulos: The Silent Revolution / La clase silenciosa.
Das schweigende Klassenzimmer . Lars Kraume. Alemania, 2018.
La clase escolar como microcosmos es un subgénero que, como el de las películas de juicios, tiene algo claustrofóbico y teatral. Se desarrollan en un escenario principal cuyos límites están muy definidos. Conocemos igualmente sus espacios secundarios: el despacho del director, equivalente al despacho del juez, donde los alumnos o los abogados son convocados para ser puestos en su sitio por la Voz suprema, una voz que solo habla desde la autoridad de la Ley, no desde la verdad. Conocemos los pasillos y las taquillas, breves espacios de libertad fugaz entre una clase y otra. Y sabemos -porque lo hemos visto en el cine pero también porque lo hemos vivido- que en ese microcosmos se ensaya la vida futura y se descubre, unas veces dolorosamente y otras gozosamente, que la persona que crees ser o que estás intentando encontrar, siempre será definida por su posición entre los otros. En este universo cuyo dios es el director existen unos semidioses, los profesores, que sirven de modelo inspirador, como el Don Gregorio de La lengua de las mariposas (José Luis Cuerda, 1999), cuya nobleza no lo libra de ser apedreado por sus propios alumnos, o el Sr. Keating de El club de los poetas muertos (Peter Weir, 1989) o el estupendo Sr. Finn (Jack Black) invitado a enseñar música en un exclusivo colegio privado y que termina convirtiendo a sus alumnos en la banda de rock más cool en Escuela de rock (Richard Linklater, 2003). Pero creo que las películas pertenecientes a este subgénero siguen una línea más interesante cuando la figura del profesor, en lugar de inspirar, se convierte en un modelo a evitar. Es lo que ocurre en La revolución silenciosa (Lars Kraume, 2018) en la que profesores y director representan una forma de ver el mundo que ya nació anticuada, mientras que los alumnos, desde su ignorancia, son los que pueden ver el futuro.
Alemania en 1956, cuatro años antes de la construcción del muro. En la ciudad de Stalinstadt los alumnos de un liceo deciden guardar un minuto de silencio en solidaridad con las víctimas de la represión soviética en Hungría. Lejos de dejarlo pasar o penalizarlo levemente, las autoridades, preocupadas sin duda por el efecto de contagio que la protesta podría llegar a tener, se van implicando en el castigo desde instancias cada vez más altas. Kurt, Theo y Lena, con 18 años y a punto de graduarse, se enfrentan a un dilema moral sin que ninguno de los adultos que los rodean pueda servirles de referente salvo Edgard, el tío homosexual de un compañero, en cuya casa se reúnen para escuchar las emisiones de radio clandestinas que llegan desde Budapest. El guión está basado en la novela de Dietrich Garstka La clase silenciosa (2006) (un título más interesante que el de la película). El autor vivió los hechos en primera persona y el saber que la historia no es una ficción multiplica su interés.
Lars Kraume, el director, ha explorado con mucha honestidad -tanto ideológica como formal- las contradicciones de la cultura alemana, ya sea dirigiendo su vista hacia un futuro imaginario (Die Kommenden Tage, 2010) como hacia el pasado (El caso Fritz Bauer, 2015). Por eso resultan chocantes algunos subrayados del todo innecesarios en una historia que por sí misma, sin adornos, abunda en elementos emocionales: el tema de David contra Goliath (pero también Kafka y El proceso); el que los protagonistas sean adolescentes traicionados por quienes deberían protegerlos; o lo que significan el coraje o la cobardía a una edad en la que todo se siente como si uno fuese el primer humano que lo ha sentido. Basta “escuchar” ese minuto de silencio y nos vienen a la mente los alumnos del señor Keating subidos a los pupitres y recitando los versos de Whitman “¡Oh, capitán, mi capitán!” o los clientes del café de Rick cantando La Marsellesa. La emoción está en las raíces, tanto de la propia historia real como de su filiación cinéfila pero Kraume elige, con una banda sonora intrusiva y obvia, y un montaje más que previsible, recordarnos constantemente cuán intenso es lo que estamos viendo. Es lo único que desluce una historia conmovedora y potente, muy bien interpretada en su brillo por los jóvenes y en su oscuridad por los adultos y bien elegida por lo poco que sabemos del período, ya que al cine siempre le fascinó el Muro y la Guerra Fría, no lo que ocurría justo antes. Una pieza más de las muchas que nos faltan para entender ese puzzle que es Europa.
Ficha técnica:
La revolución silenciosa / The Silent Revolution / La clase silenciosa (Das schweigende Klassenzimmer ), Alemania, 2018.Dirección: Lars Kraume
Duración: 111 minutos
Guion: Lars Kraume (Libro: Dietrich Garstka)
Producción: Akzente Film- und Fernsehproduktion / Studiocanal Film / Zero One Film / ZDF
Fotografía: Jens Harant
Música: Christoph Kaiser, Julian Maas
Reparto: Jonas Dassler, Judith Engel, Tom Gramenz, Michael Gwisdek
En el año 56 NO eran cuatro años antes de la caída del muro. Al contrario. Cambia toda la perspectiva de su crítica esta frase….
Hola Miriam, muchísimas gracias por la corrección. Quería decir «cuatro años antes de la construcción del Muro» y automáticamente se coló la expresión «la caída del Muro». Tomo nota y corrijo.