Reseñas de festivales
La suma de todas mis partes
Durante la proyección de La suma de todas mis partes me vino a la cabeza una reflexión que Christian Schwochow realizó durante la presentación en el festival de su película (Die Unsichtbare, 2011) acerca de la invisibilidad de los discapacitados en la sociedad alemana, como si no viviesen de los centros urbanos. Como ya planteara el cineasta austriaco Hans Weingartner en Los Edukadores, presentada en Cannes en 2004, en torno al discurso de crítica frente al capitalismo y los cambios en la sociedad, en esta ocasión vuelve a acometer dicho análisis, aunque de manera menos matizada y evidente. Esta vez nos adentra en la historia del matemático Martin Blunt, que, tras dejar el hospital psiquiátrico en el que permanecía ingresado, regresa a la ciudad para reiniciar su vida, ante la situación de desamparo absoluto en la que se halla. Tras el encuentro con un niño llamado Viktor en un piso abandonado, buscan un lugar donde vivir alejados de la civilización y se instalan en un bosque donde solo se preocupan por intentar abastecer sus necesidades más básicas. Esta huida del mundanal ruido hace de Martin una persona que tiene como única pretensión el ser feliz.
Lo más atrayente del film es, sin duda, la lectura que se extrae tras la narración del entramado humanístico y sociológico, derivado de los trastornos psicológicos, en relación al daño potencial de una sociedad segregada que impulsa solo a los que saben mantenerse en un estatus aceptado. La defensa de un modo de vida de autosuficiencia, austeridad e independencia, contraria al estilo marcado por la sociedad imperante, queda manifiesta a través de la utilización de la música a lo largo de la cinta. Es llamativo apreciar cómo en el primer tercio del film hay ausencia absoluta de banda sonora, para mantener un tono de crudeza y realismo, mientras que hace presencia en los momentos de máxima plenitud, en que Martin y Viktor conviven en la naturaleza.
Desde un punto de vista argumental, los numerosos giros que sufre la trama durante todo el metraje dejan de ser sorpresivos en el punto de inflexión en el que la cinta se confiesa abiertamente ante el espectador, por lo que el interés por llegar al desenlace se desvanece a mitad del visionado.
No concuerdo con que la trama pierda interés o se muestre abiertamente previsible, por el contrario considero que recién es en el último tercio del film cuando se termina de desnudar la bella cordura de la «insanía» del personaje de Martin.