Críticas
Brillante aproximación a los ritos de pasaje
La última tentación de Cristo
The Last Temptation of Christ . Martin Scorsese. EAU, Canadá, Marruecos, 1988.
Esta película estuvo prohibida en mi país y en muchos otros cuando fue distribuida en los cines hacia 1988-1990. Ya ha pasado el tiempo, se han moderado de alguna forma las opiniones y el rechazo tan fuerte que causó y es ahora, en mi opinión, una obra maestra del cine que nos aproxima a una visión muy humana de Cristo, ese hombre-Dios que ha partido en dos la historia de la humanidad occidental y que es personaje muy cercano a mis propias vivencias. La estuve viendo de nuevo acá en mi casa, en la semana santa, durante la prisión domiciliaria en que se han convertido, para los adultos mayores de nuestro país, estos tiempos de cuarentena obligada por culpa del covid-19, el cual es el protagonista de la película de misterio y terror de los tiempos presentes. Como en los buenos filmes, la estamos viendo con mucho interés, atrapada nuestra atención, sin que su desenlace se conozca todavía.
Es bien interesante el poder que tiene el cine para colocar al espectador ante una riqueza de puntos de vista. Con un personaje como Cristo, quien de inmediato crea inquietudes y controversia con sus palabras y sus acciones, podemos apreciar un mundo de posibilidades. De una parte, está la actuación, en verdad magistral de Willem Dafoe. La cámara nos acerca a sus expresivos gestos, que van fluyendo con los temas y las escenas, evidentemente en una íntima cercanía con los sentires de actor y director, en sintonía con la novela del cretense Kazantzakis, un autor profundo, filosófico y esencial, en sintonía con la imagen de un hombre-Cristo de carne y hueso. Hablando de la cámara, se disfruta de un acertado juego de tomas cercanas, de cuerpo entero, de grupo y de tomas generales, que simbolizan y comunican apropiadamente las presencias de Cristo. La del individuo que experimenta vivencias propias. La del amigo y enamorado del otro cercano, capaz de interesarse, de responder, de hacer preguntas y de conversar. La del líder de grupos de individuos de variable energía y sentido del compromiso, sujeto también a inquietudes, a dudas, a frustraciones y a gozos; a protestas y alabanzas. La del habitante y nativo de una región absolutamente mesmerizante para nosotros, la cual asociamos con el desierto, con el Mar de Galilea, con Jerusalén, con el Jordán, con Nazaret; pero también con la casa de María y Marta o con María Magdalena en Cafarnaúm o con la colina del Calvario y el palacio de Poncio Pilatos.
Otro aspecto que da perspectiva amplia es el de los diálogos, que de alguna forma toman prestado de la calidad del novelista, que, con seguridad, dadas sus vivencias de ser universal, de peregrino del mundo, de nativo de una isla mítica, cuna de navegantes y de la civilización griega, constituyen una aproximación única a las palabras de Cristo y de los personajes que rodearon su vida. Muchas frases son tomadas de los relatos de los evangelios, me parece que en forma muy respetuosa y proporcionada; pero también se pintan los cuadros de esa narración con los colores de una rica paleta de interpretaciones que nos llevan a entretejer opciones, a leer entre líneas, en forma contemplativa y más profunda, que la que resultaría de una recitación absolutamente fiel, que de todas formas, debería conciliar también las tendencia y variaciones de las narraciones canónicas. En pocas películas se nos ofrece esta opción de ser lectores profundos de la escucha.
Pero quizás el aporte mayor que nos ofrecen la novela y la película es el de vivir imaginativamente opciones, el de desplazarse por universos paralelos, en unos viajes cuánticos, que de pronto permiten entrar a los agujeros negros de la conciencia para desplazarse al mundo de todas las posibilidades, que es también el mundo de la creatividad. Paso a paso la película nos muestra los ritos de pasaje de Cristo a través de sus grandes desafíos, que resumiría en cinco, en los cuales el filme se toma todo su tiempo para que caigamos en cuenta de lo que significan las transiciones en la vida humana. Estas son también cinco tentaciones, en las cuales este ser humano escoge sus niveles de conciencia, oscilantes entre los atractivos y las seguridades de la rutina y los desafíos y los riesgos del cambio. En todas ellas nos muestra la película la presencia de unas voces interiores, a veces, de origen divino; a veces, de origen íntimo; otras, de origen demoníaco. Estas voces son confusas casi siempre y dan origen a sentimientos de duda y de angustia, pero también de certeza y de excitación. Distingo en el filme los siguientes momentos: el paso de carpintero constructor de cruces, a predicador andariego que forma discípulos; el de hombre enamorado dependiente, frustrado y tímido, al de líder solitario y atrevido, pero todavía repleto de dudas; el de la persona inspirada que no tiene clara su misión, que, luego del bautismo en el Jordán, se convierte en profeta en propiedad, que, aunque todavía inseguro, señala el camino; el de los tránsitos por las tentaciones en el desierto, donde se enfrenta cara a cara con los demiurgos, hasta salir transformado en el hombre que acepta y emprende su misión, sabedor de que conlleva enormes sacrificios. Naturalmente la última de las tentaciones o transiciones es la más importante de todas y en ella la película y la novela son enormemente desafiantes y atrevidas, creando un verdadero universo paralelo, un Cristo doble, que vive entre el presente y el futuro, de la mano de un ángel-demonio, justamente en el instante mismo de su muerte, experimentando, en un fugaz momento, largas vivencias temporales, que tienen el extraño sabor de la felicidad mezclada con el del abandono inesperado de la misión.
Considero que este es un extraordinario filme, que nos acerca mucho al personaje de Cristo, comunicando empatía, simpatía y, honestamente creo, un amor muy especial por este ser magnífico que vivió a tope su doble naturaleza en este mundo, dejando una huella imborrable, que siempre será ocasión para temas vibrantes en el cine.
Trailer
Ficha técnica:
La última tentación de Cristo (The Last Temptation of Christ ), EAU, Canadá, Marruecos, 1988.Dirección: Martin Scorsese
Duración: 164 minutos
Guion: Paul Schrader, basado en la novela del mismo nombre de Nikos Kazantzakis
Producción: Barbara De Fina
Fotografía: Michael Ballhaus
Música: Peter Gabriel
Reparto: Willem Dafoe, Harvey Keitel, Paul Greco, Steve Shill, Verna Bloom, Barbara Hershey, Roberts Blossom, Barry Miller, Gary Basaraba, Irvin Kershner, Victor Argo, Paul Herman, John Lurie, Leo Burmester