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La universalidad y el aspecto internacional de las películas de James Bond
Para aproximarse a la visión completa de esta serie tan exitosa de películas que ya lleva cincuenta años en la mira de los espectadores en todo el mundo, nada mejor, me parece, que utilizar un mapa mental. Este esquema gráfico, basado en ideas realmente antiguas, pero popularizadas por el autor inglés Tony Buzan (quien se basó en el libro de Alfred Korzybski General Semantics), utiliza diagramas para representar conceptos. Para ello, los liga y los dispone radialmente alrededor de una palabra clave o de una idea central. Philip Packu ha preparado uno de tales mapas para James Bond.
La universalidad de una idea se favorece en la medida en que se mantenga una unidad central que resista el paso del tiempo. En el caso de las películas de Bond, podemos señalar algunos elementos centrales bien importantes, reconocibles por los espectadores como inconfundiblemente bondianos (si se me permite la expresión).
Uno absolutamente significativo es el tema musical de los filmes. Si uno observa los trailers de los veintitrés filmes o recuerda las escenas iniciales o las escenas culminantes, seguramente los asocia con esa melodía pegajosa, universal, que trasciende todos los gustos musicales. Cada una de las películas ha sabido mantener el sabor de esa melodía y de esas armonías, con variaciones que agregan valor, con la intervención también de intérpretes universales. John Barry fue instrumental en el desarrollo del tema de Bond. Basado en una partitura escrita por el compositor Monty Norman, Barry compuso el resto de la partitura del filme Dr NO, aparte de arreglar y hacerle modificaciones importantes al motivo musical principal, lo cual resultaría en la creación del tema de James Bond. Barry se basó en el uso de instrumentos de viento-metal y de cuerdas exóticas, creando un sonido fácilmente reconocible.
Otro concepto central que unifica es el trabajo del escritor Ian Fleming, quien durante un tiempo trabajó como asistente en los servicios secretos británicos, con lo cual logró captar el ambiente de estos servicios, que se respira en sus doce novelas y relatos cortos, centrados en la vida del agente 007. Estas obras han servido de inspiración para la totalidad de las películas de James Bond, incluyendo aquellas que no se basan directamente en una de ellas.
Son elementos comunes la pertenencia y la lealtad del agente Bond 007 al servicio secreto británico, conocido como MI6, con las presencias de M, jefe de la oficina, y de Q, responsable de los artilugios fantásticos que usa el agente en su lucha contra los villanos, lo mismo que las secretas oficinas en Londres, que fungen como punto pivotal de las misiones de Bond. Igualmente, es un elemento común la necesidad casi fatal que tiene el agente de matar a los rivales que se interpongan en su camino, lo cual se facilita por su famosa licencia para matar, instrumento sui generis que no existe en prácticamente ningún otro personaje de aventuras o espionaje, y que los espectadores nos acostumbramos a aceptar como una especie de atributo natural, completamente necesario.
Un elemento transversal de todos los filmes de Bond, obviamente muy atractivo en cualquier lugar del mundo, y por ello conducente al éxito en las taquillas internacionales, es de la presencia de las chicas Bond. Ya desde la impresionante aparición de Ursula Andress, en El satánico Dr. No, brotando de las playas de Jamaica como una especie de Venus de Botticelli, naciente, adornada con conchas marinas y con su belleza deslumbrante, que se engancha con James Bond en un diálogo sugerente, ha quedado establecido el patrón ganador: Bond es el conquistador irresistible y universal, que atrae a chicas inocentes, a chicas asesinas, a mujeres de todas las razas y de todos los estilos, hacia una inevitable espiral de aventuras y amores pasajeros y, con frecuencia, hacia una muerte trágica. Todas las mujeres son hermosas, en general exóticas, sea de apariencia, de nombre o de oficio; en general son peligrosas, en alguna ocasión dulces, pero siempre irresistibles y atractivas. El contacto entre las chicas y Bond, en general, se da en sus noches internacionales, que transcurren en los más variados hoteles del mundo y en las playas que casi nunca faltan. La mezcla de erotismo, violencia, machismo, humor, aventura y enigma es una receta excelente, convenientemente adornada con la clásica música bondiana, y es aprovechada en general en las escenas iniciales de las cintas, en el cierre de las mismas y en las tres o cuatro escenas intermedias, en las que Bond y sus chicas se atraen mutuamente, generando pausas de notable valor narrativo.
Y es que el ritmo frenético es uno de los elementos comunes a la filmografía 007. No hay medio de transporte ni espacio físico que no haya sido utilizado para escenificar impresionantes persecuciones, a velocidades escalofriantes. Las superficies y las profundidades marinas, las carreteras de montaña, las pendientes alpinas, los cielos y los mismos espacios extraterrestres, los techos de las antiguas ciudades, las carreteras y calles, los rieles, las estructuras industriales, los lomos de los cocodrilos, los pantanos del Mississippi, las estepas siberianas, los hielos eternos islandeses, los desiertos y las selvas, y todos los vehículos que concebiblemente se pudieran utilizar para desplazarse por todos estos espacios. Este ritmo frenético con frecuencia es excesivo y confuso para el espectador, y acá es donde se compensa con las tres o cuatro escenas amorosas, con los tres o cuatros diálogos significativos que ayudan a enfocar la trama. Estos, en general, son los difíciles encuentros entre Bond y M o entre M y sus superiores en el gobierno, o las entregas de aparatos a cargo de Q, o los contactos siempre interesantes entre Bond y la señorita Moneypenny, la secretaria de M. De cierta manera, esta es una receta universal, que se ha ido adaptando y evolucionando con el paso de los años, con base en las posibilidades de los efectos especiales y el creciente tamaño de las inversiones en las películas, contribuyendo también la historia misma de las películas y los gustos variables de las audiencias.
¿Tan universales son los elementos frenéticos? En la medida en que se combinen con suficientes pausas bien diseñadas, como las ya señaladas, parecen serlo, puesto que los espectadores de todo el mundo las aceptan, e incluso, las disfrutan.
Bond es un hombre de mundo. Si bien poco lo vemos atravesando los puntos de control de los aeropuertos o de las fronteras, vigilando celosamente sus documentos de viaje o preocupado de controlar o reportar sus viáticos, en cada filme nos sorprende con su impresionante movilidad, que le da un claro carácter internacional a esta serie de cintas. Al preparar este material repasé las veintitrés películas de la franquicia y me encontré viajero, yo mismo, como espectador curioso, por cuarenta y dos países, unas sesenta ciudades y sitios, además de los mares del Caribe, de la China, el cielo, el espacio exterior, las profundidades marinas y un conjunto importante de cuevas y de islas.
En cada cinta se va dibujando este carácter itinerante. En El satánico Dr. No se diseña la idea del Bond viajero, que debe salir de inmediato; en De Rusia con amor se menciona el concepto de los impactos que el personaje recibe, desde las cuatro esquinas del mundo; en Goldfinger, se enfrenta Bond al oro, patrón universal, ya en decadencia, pero todavía poderoso; en Solo se vive dos veces, se lo presenta como el amante universal, más allá de la vida y de la muerte; en Al servicio secreto de Su Majestad, aparece, en un momento mágico de estabilidad fugaz, como el amante enamorado de verdad, con todo el tiempo del mundo para disfrutar de la amada, momento que luego se desvanece en un instante eterno para lamentar su inesperada pérdida. En Vivir y dejar morir, se revela en su plenitud el mal como un asunto internacional, que no respeta razas, tradiciones ni culturas; en El hombre de la pistola de oro, se presenta el tema de las armas como entidades viajeras, universales, que no respetan fronteras ni humanismos, lo cual continúa con énfasis renovado en las siguientes cintas de la serie. En La espía que me amó, con la plena intencionalidad de destruir el mundo, y en Moonraker, invadiendo todos los espacios, desde la tierra hasta el cielo para acabar con la humanidad. Es también itinerante y viajera la maldad, que en Solo para sus ojos se revela con sabor latino y en Octopussy se muestra bañada con las esencias orientales de los ocultos misterios de la India. Definida la universalidad del mal, en Panorama para matar, el enfrentamiento invade las ciudades y se pasea de la torre Eiffel al puente de San Francisco, y lo podemos contemplar desde estas famosas alturas que todo el mundo puede identificar; y en Alta tensión, es Europa la que aparece en tensión internacional, realmente premonitoria del impacto universal de sus crisis presentes y venideras.
El tema de la violencia y de la muerte violenta es demasiado importante, demasiado impactante. Si se lo mira desde lo civilizado, no debería ser todavía tan prevalente, pero estamos lejos de conquistar los sanos equilibrios de coexistencia humana que nos permitan enfrentar las diferencias y resolver los conflictos de poder y las locuras desbordadas. Como se aprecia en Licencia para matar, realmente no se requiere tal licencia, sino que ello puede ser el resultado, meramente, de unas respuestas instintivas, desbocadas, del ser humano, ante lo que se constituye en una amenaza peligrosa o ante lo que se considere que demanda reparación y venganza por mano propia.
Ian Fleming realmente hizo exploraciones bastante universales y provocativas en sus obras y ello se refleja, naturalmente, en las cintas de Bond, sean originadas en ellas o en las secuelas resultantes. El asunto de la amenaza espacial aparece en Golden Eye, ese ojo universal que nos puede amenazar inesperadamente. En El mañana nunca muere, se presenta a la China como un gran protagonista internacional y en El mundo nunca es suficiente se dibuja el impacto de las mafias internacionales, que pueden oscilar en sus impactos nefastos entre el lavado de dinero y la potencial fabricación de bombas atómicas. Son los impactos de la sociedad globalizada, que, en Muere otro día, deja ver las posibilidades de que las aventuras sean en verdad universales, llegando hasta impactar los confines del espacio.
La franquicia ha mostrado una gran habilidad para aprovechar los recovecos del personaje, haciéndolo itinerar no solamente en el espacio, sino también en el tiempo. Casino Royale, por ejemplo, es una de las últimas cintas, pero en ella se presenta una historia de los comienzos del personaje, lo cual ha sido muy exitoso para introducir, de forma casi natural, al último de los actores que han interpretado a Bond, Daniel Craig, y permitirle jugar muy bien un papel casi de principiante. Recontar la historia, reinventarla, es siempre un gran recurso del cine y corresponde muy bien con los nuevos espectadores, que se van renovando y, luego de pasados cincuenta años, no tienen por qué conocer en detalle las historias del personaje. El viaje en el tiempo es un tema subyacente en esta película, que combina la antigua y romántica magia de Venecia con increíbles modernismos que se superponen a sus vetustas estructuras medievales. La siguiente cinta, Quantum of Solace, es una continuidad y se atreve con dos temas de actualidad, que no llegó a plantear Fleming: la lucha por el agua y la influencia del movimiento ecológico, que, a modo de manipulación verde, es aprovechado criminalmente por los malos de la película.
La última de las veintitrés cintas es Skyfall, con la excelente dirección de Sam Mendes, quien maneja poéticamente los espacios, el espectador encuentra refugios de belleza y de valor humano entre los acostumbrados frenetismos y persecuciones de los personajes. En este viaje en el tiempo, siguiendo quizás influencias de otra exitosa franquicia, Batman, el personaje regresa a sus orígenes. Algo muy universal, que nos toca a todos y que nos redondea el personaje.
Podríamos terminar señalando que las cintas de Bond son un catálogo de las distintas maldades universales, representadas de forma casi recreativa en personajes y en organizaciones que no dejan de tener su encanto y su atractivo, su lado humorístico, sus salidas inesperadas, podríamos decir, creativas. El asunto es que detrás de esos humores siempre se esconde un aspecto tenebroso y espectral, la intencionalidad de amenazar al mundo con el terror en sus distintas manipulaciones. En ello también han sido universales y premonitorios los escritos de Fleming y los filmes bondianos. El asunto es que, al momento de enfrentar a la maldad y a la violencia, realmente, la humanidad no cuenta con mecanismos o personajes que tengan licencia para matar, por lo cual la solución bondiana es apenas un entretenimiento que nos distrae y nos da pausas en las duras y complejas tareas que tenemos por delante para establecer la cultura del amor, de la racionalidad y de la solidaridad para enfrentar al mal. En verdad todos tenemos licencia para amar, apreciar y respetar al otro.
Les invitamos a ver este bello tributo a 007 y sus actores:
http://www.youtube.com/watch?v=KNVUHv3dDzg&feature=fvwrel
Referencias:
http://visual.ly/users/drawmeanidea