Críticas

No matarás

La vida de los demás

Otros títulos: There is No Evil.

Sheytan vojud nadarad. Mohammad Rasoulof. Irán, 2020.

LavidadelosdemásCartelSegún un informe de Amnistía Internacional sobre la pena de muerte en 2020, la mayoría de las ejecuciones se produjeron en China, Irán, Egipto, Irak y Arabia Saudí, por ese orden. En Irán concretamente, la condena a la máxima  pena puede devenir de delitos sexuales, religiosos o políticos; tomar bebidas alcohólicas, consumir drogas, cometer ilícitos económicos o informáticos, de actos homosexuales… También se imponen a los menores de edad, a partir de 15 años en el caso de los niños y de 9 en el de las niñas. Además, el principio de respeto a un juicio justo es violado a la hora de juzgar. Acusaciones sin demasiado sustento o confesiones obtenidas bajo tortura son a menudo las bases de su imposición. Con este panorama, no resulta sorprendente que el propio director de La vida de los demás, Mohammad Rasoulof, ganador con esta película de la Berlinale en 2020, se encuentre acusado y condenado por realizar propaganda contra su país. El filme se pudo elaborar rodando de forma clandestina y con su autor disfrazado para no ser reconocido. El tema central es la resistencia moral hacia la autoridad, inspirándose en la filosofía de Hannah Arendt.

El largometraje se articula en cuatro episodios independientes que se conectan con el hilo en común de la ejecución de la pena de muerte, ese castigo cruel, degradante, desproporcionado, arbitrario, no disuasorio y lo que es peor, irreversible. ¿Cualquiera puede matar a otro ser humano? ¿Las normas hay que cumplirlas sí o sí, por obediencia debida, sin capacidad de objeción de conciencia u oposición alguna? ¿La existencia puede transcurrir del mismo modo para aquellos que quitan la banqueta de los pies al condenado a la horca? ¿Se puede desayunar mientras se aprieta el botón que provoca el último aliento de un hombre? Imposible no acordarse de Luis García Berlanga y de El verdugo (1963). Además de ser una película contra la pena de muerte, el realizador español es capaz de colocarse en el dilema de la anulación de voluntades individuales en razón de intereses sociales que aniquilan cualquier libertad personal. El antagonismo entre individuo y sociedad se constituye en un asunto central de la filmografía del valenciano. Concretamente, en El verdugo se revela un concepto de la existencia absolutamente determinista: La presión social, económica y familiar colocan al ejecutor de la pena de muerte como víctima de sus propios actos. Lo mismo ocurrirá con el director Mohammad Rasoulof. Lo que quiere mostrarnos el iraní es la reacción del ejecutor ante la pena de muerte y el impacto que produce en la sociedad. Así, los condenados apenas aparecen en el filme, al igual que en el de Berlanga, y los ejecutores, funcionarios públicos o soldados en la realización de su servicio militar obligatorio se convierten en los protagonistas. 

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El realizador iraní nos enfrenta a historias desiguales en potencia y calidad, aunque todas ellas nos parecen relevantes. Y empieza por la mejor. Su nombre: No hay maldad. Se inicia el largometraje y vemos a dos hombres en un aparcamiento transportando un bulto con forma sospechosa de cadáver. Uno de ellos le agradece al otro su ayuda al introducirlo en el maletero de un vehículo. Este arranca y se dirige a la salida del subterráneo. Allí, un guardia registrará el automóvil y preguntará qué hay en el saco. “Mi ración de arroz”, es la respuesta. Con este inicio, terminaremos desembocando en el rutinario desarrollo de un día cualquiera en la vida de un matrimonio y su hija. Trabajar, ir al banco, teñirse la mujer el pelo con el color escogido por el varón, recoger el traje de una boda… Un mosaico perfecto para rematar con el más terrible de los impactos. Sin despeinarse, sin que la tensión del ejecutor se altere. Un episodio sensacional, rodado de manera directa, cercana y manteniendo la intriga hasta el desenlace.

Fundido a negro. Pasamos a la segunda historia (Ella dijo: “tú puedes hacerlo”), desarrollada casi en su totalidad en un centro penitenciario, concretamente en una especie de celda en la que intentan dormitar varios soldados que están realizando el servicio militar. Se encuentran destinados a las labores de ejecución de las penas de muerte que se dicten. ¿Las razones de la condena? Asesinatos, tráfico de drogas, conductas homosexuales… ¿Y eso qué importa? ¿Cómo puede un hombre disponer de la vida de otro por órdenes estatales? ¿En qué dioses nos hemos convertido? El derecho humano primordial es el de la vida y nadie, ni siquiera el poder de un estado puede atribuirse la capacidad de acabar existencias. ¿Sus religiones no hablan de compasión, de perdón, de redención…? Este segundo episodio, de menor nivel que el primero, lo encontramos de todas formas muy interesante. Cuenta con un final liberador, bajo los acordes del Bella ciao, como símbolo de libertad y resistencia. Drama carcelario que deriva en un thriller de acción.

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Fundido a negro. Tercera historia: Cumpleaños. Un soldado acude al campo, a casa de su novia, con varios días de permiso. Pretende darle una sorpresa en su cumpleaños. Estamos ante un relato triste, sin salida, sin capacidad de retroceder. Ni más ni menos que como la pena de muerte. Cuenta con excelentes actuaciones de sus dos protagonistas, que van a sumirse en un vértigo oscuro imposible de superar.  Si los dos primeros capítulos transcurren esencialmente en interiores, aquí y en el siguiente episodio un paisaje exterior destaca imponente, contando con el respeto de una cámara que sabe mantener distancias y prolongar imágenes. La intensidad dramática se acentúa mientras nos percatamos de que el verdadero amor resulta también insuficiente para el mantenimiento de una relación de pareja. También aquí contaremos con un golpe de guion, ciertamente menos inesperado que el del primer episodio. 

Fundido a negro. Último relato: Bésame. Episodio melodramático, tierno y delicado, sobre dignidades y tranquilidades. Que no es lo mismo que felicidad, claro que no. Una joven iraní, interpretada por Baran Rasoulof (hija del director), acude por primera vez a su país para visitar a unos tíos. Una pareja que vive modestamente en el campo, criando abejas. Se percibe en ellos un pasado de demasiadas renuncias asumidas como requisito necesario para mantener dignidades. Una historia que se observa también con mucho interés, y que además cuenta con un final abierto. La simple aparición de un animal manso al que se suponía carnicero trastoca mentalidades y permite abrir el paso hacia la comprensión de decisiones ajenas. 

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La obra termina calando como una lúcida mirada sobre la fuerza omnímoda del estado frente a unos individuos indefensos, la mayoría de los cuales prefieren bajar la cabeza, obedecer, mirar a otro lado y seguir con sus vidas sin alteraciones. Encontramos en la película de Rasoulof, además de una perfección técnica en la puesta en escena, insospechable en las condiciones de rodaje, además de ello, un grito contra la pasividad y la sumisión a cualquier precio. Un sonoro aullido contra la imposibilidad de decir no. Porque sí, porque en ello radica nuestra fuerza. Un potencial camino, valiente y doloroso, que trastoca existencias pero mantiene honestidades.

Tráiler:

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Ficha técnica:

La vida de los demás  / There is No Evil (Sheytan vojud nadarad),  Irán, 2020.

Dirección: Mohammad Rasoulof
Duración: 150 minutos
Guion: Mohammad Rasoulof
Producción: Cosmopol-Film, Europe Media Nest, Filminiran
Fotografía: Ashkan Ashkani
Música: Amir Molookpour
Reparto: Ehsan Mirhosseini, Shaghayegh Shoorian, Kaveh Ahangar, Alireza Zareparast, Salar Khamseh, Darya Moghbeli, Mahtab Servati, Mohammad Valizadegan, Mohammad Seddighimehr, Jila Shahi, Baran Rasoulof, Zhila Shah

2 respuestas a «La vida de los demás»

  1. Me .parece muy interesante,conocer otras culturas,tan diferentes a la cultura occidental . Pueblos con costumbres abusivas por parte del gobierno. Me gustaria mucho verla. Va a estar en cines?

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