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Las otras miradas: Alteraciones a la heteronormatividad
Si el tratamiento de la sexualidad en el cine continúa siendo un tema sensible a pesar de una exposición más abierta, el de la pornografía mantiene el sello de tabú. Para algunos, su simple mención genera miradas inquisidoras y uno que otro gesto evasivo. Sin embargo, la industria pornográfica es tan poderosa que inevitablemente permea todos los ámbitos de la sociedad al punto de considerarse un determinante en los imaginarios colectivos y la construcción del pensamiento frente a la sexualidad en el ámbito público y privado.
La revolución sexual tuvo lugar en la década de los sesenta, se estableció como un proyecto contracultural que abogaba por una forma más libre de vivir la sexualidad pues se consideró que los códigos que la regulaban coartaban la libertad de los individuos.
Dentro de la teoría feminista radical, se sostiene que esta revolución tenía un subtexto patriarcal. La feminista Shulamith Firestone argumenta que esta revolución fue diseñada por y para hombres con lo que terminaría reforzando el control patriarcal sobre la sexualidad femenina y convirtió a las mujeres en objetos sexuales. A pesar de esta postura radical, no se desconocen los logros de las mujeres en la demanda de una sexualidad más placentera, compartida y autónoma.
Es en el contexto de agitación social y política que traía Mayo del 68, que inicia el desarrollo industrial de la pornografía a gran escala, pero estaba dirigido a la satisfacción de los deseos masculinos. Como consecuencia, se articulan nuevas formas de placer, poder y violencia de carácter patriarcal, resultando en arquetipos que influenciaron las relaciones interpersonales como también la generación de falsas expectativas sobre el placer y la sexualidad tanto en hombres como en mujeres.
La pornografía convencional o mainstream se caracteriza por la explotación y violencia sexual, la anulación del placer femenino y la hipersexualización de la mujer en la que se establece una relación de dominación hacia ellas. Con el desarrollo de las teorías feministas y particularmente su visión sobre la industria pornográfica, surge en los años ochenta la corriente cinematográfica del porno feminista que se opone al género convencional. Este subgénero busca una representación real de las mujeres, el derecho a las relaciones con pleno consentimiento, subvertir los estereotipos y eliminar la relación de dominación sobre la mujer para hacer que el goce de la sexualidad sea más equitativo, sin violencia, diverso e incluyente.
Aunque la idea del cine pornográfico dirigido a las mujeres se venía gestando desde inicios de la década de los ochenta por la actriz del maintream Candida Royalle, el término porno feminista fue acuñado por la ex actriz porno Annie Sprinkle, conocida por la película Deep inside Annie Sprinkle (1981). Tras una exitosa carrera en el género convencional, cuestionó la industria pornográfica y se opuso a la normatividad de este convirtiéndose en activista, educadora sexual y directora de cine. Su propuesta artística erótica no deja de lado las escenas de sexo explícito, pero pone el placer femenino en primer plano, Annie Sprinkle’s Amazing World of Orgasm (2004). Su activismo la ha llevado a convertirse en una de las figuras más reconocidas en la industria del entretenimiento para adultos y su propuesta se hace extensiva a la diversidad de género reconociéndola en el escenario del posporno enfatizado en la sexualidad femenina.
El cine posporno toma forma en la década de los noventa dentro del marco de movimiento queer en el que gestaba el New Queer Cinema que desafiaba los estereotipos de género que para entonces, representaba la industria del porno convencional y asignaba las categorías universales de género según la heteronormatividad.
El cine posporno ofrece una representación de la diversidad de las sexualidades. Si el porno feminista abogaba por una representación más de real de la mujer como sujeto activo, el posporno se hace extensivo e incluyente no solo de las identidades que habían sido marginadas, sino que se adopta como una forma de resistencia y empoderamiento sexual para las comunidades LGBTIQ+.
El nombre del artista canadiense Bruce Labruce resuena en el cine posporno, aunque no se reconoce a sí mismo como director de cine pornográfico, la categoría asignada le dio el impulsó para incursionar en el subgénero. El trabajo de Labruce es transgresor, subversivo y provocativo. El recurso de la pornografía en sus trabajos no plantea la mirada sobre el sexo explícito en su función de erotizar al espectador, sino sobre la sexualidad explicita utilizada como herramienta política de crítica a la heteronormatividad y a los estereotipos de género.
El cine de Labruce tiene procesos cinematográficos cuidadosos, con narrativas complejas no convencionales propias de su línea política y subversiva con una potente fuerza experimental como en su mediometraje No skin off my ass (1993) y Super 8 1/2. Como artista es un referente del cine underground, se identifica dentro de la cultura punk, pero es crítico de la misma frente a los estereotipos que allí se presentan. Bajo esta reflexión crea un espacio de activismo queer al que llama queer punk. En sus películas hace constantes referencias a la influencia de artistas del queercore como el polémico director Derek Jarman Jubilee (1978), John Waters Pink Flamingos (1972), artistas polémicos como Andy Warhol y Kennet Anger entre otros.
Labruce es experimental, no se encasilla en un estilo cinematográfico como sello identificable, por el contrario, transita las posibilidades sin dejar de lado su particular apuesta política contra la heteronormatividad y temas que mantienen el tabú, prueba de ello es la película Gerontophilia (2013) en la que se aleja del contenido sexual explicito y político acostumbrado, pero que están implícitos en un discurso entre líneas y que por tanto sugiere lecturas más profundas.
Otra mirada de interés de propuestas cinematográficas que se oponen a la hegemonía del cine erótico, al porno convencional y a su heteronormatividad, son las producciones de la directora feminista Erika Hallquis más conocida como Erika Lust. Con una línea de trabajo dirigida al porno desde la mirada femenina, no se restringe al cine dirigido a mujeres, sino que presenta una mirada de la diversidad sexual e inclusión de género con cuerpos reales y representativos para el espectador.
La directora de The Wedding (2023) , es reconocida por su propuesta de producción cinematográfica responsable, sexo consensuado, salarios justos y respeto con su equipo de trabajo y su público. Se enfoca en producir un cine erótico y explícito que explore la sexualidad de una manera más humana y realista. Aunque rompe con los estereotipos, mantiene aspectos visuales propias del género convencional como el fetiche y juegos de rol, pero los deconstruye para crear escenas y narrativas elaboradas con una fotografía cuidada una narrativa estable, bastante humor y un equilibrio de la sexualidad y el placer que siguen dirigidas a la erotización de los espectadores.
Rompe con el esquema de dominación masculina de categoría de activos pasivas. Subvierte los arquetipos para representar la sexualidad de la manera más cercana posible a la experiencias reales, de esta pretensión surge el proyecto de cortometrajes X Confessions en el que recoge historias reales y fantasías sexuales de su espectadores, un proyecto que en términos antropológicos y sociológicos revertiría el proceso de la construcción de los imaginarios sociales frente a la sexualidad al ser una representación desde la experiencia y no desde la imposición de patrones de conducta que el cine pornográfico convencional y su hegemonía industrial ha creado por décadas.
Erika Lust es considerada una de las directoras de cine pornográfico más influyentes en el género. Su propuesta cinematográfica como forma de equidad de género también está soportado detrás de la pantalla al tener un equipo de trabajo en su mayoría, conformado por mujeres. Desde su posición como feminista, Lust desarrolla en sus plataformas espacios dirigidos a la educación sexual como tema de interés de quien comprende la magnitud del alcance de la industria del entretenimiento para adultos y su influencia en los imaginarios sociales frente a la sexualidad y la afectación que tiene sobre las relaciones interpersonales, especialmente en niños y jóvenes.
Estas tres perspectivas son apenas muestra de la transformación del género del cine pornográfico en el que se busca una redefinición acorde a las demandas sociales contemporáneas que abogan por el reconocimiento de la diversidad. Tres miradas opuestas a la pornografía convencional hegemónica y patriarcal, que han determinado en gran parte las conductas sociales frente a la sexualidad por generaciones. Tres propuestas que tiene sus detractores y críticos pero que permiten nuevas reflexiones sobre la industria de la pornografía y su influencia en la sociedad.
Bibliografía
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Dines, Gail (2010). Pornland: How Porn Has Hijacked Our Sexuality. Beacon Press Boston
Gubern, Román (2000). El eros electrónico. Madrid: Taurus
Erika (2008). Porno para mujeres. Una guía femenina para entender y aprender a disfrutar del cine X. Editorial Melusina.
Lust, Erika (2016). Good Porn: A Woman’s Guide. CreateSpace Independent Publishing Platform
Mulvey, Laura (1988). Placer visual y cine narrativo