Críticas
Un abrazo a la adolescencia
Las ventajas de ser un marginado
The Perks of Being a Wallflower. Stephen Chbosky. EUA, 2012.
En Las ventajas de ser un marginado (The Perks of Being a Wallflower, 2012) el escritor Stephen Chbosky afrontó la tarea de llevar al cine, como director y como guionista, la novela sobre la adolescencia que publicó en 1999. Lo hizo además en una película de la productora de Juno (2007), Mr Mudd, distribuida por Summit Entertainment, el estudio de la saga Crepúsculo (Twilight, 2008-2012), y con un elenco en el que figuran Emma Watson, la Herminone Granger de Harry Potter (2001-2011), y Logan Lerman, que hizo el papel principal en Percy Jackson y el ladrón del rayo (Percy Jackson & the Olympians: The Lightning Thief, 2010). A falta de vampiros, hay un personaje aficionado a ellos.
Se trata de un drama romántico con los lugares comunes del grupo de inadaptados del liceo y dos personajes principales cuya manera de actuar se explica por traumas de su pasado. En el caso de Charlie (Lerman), se trata de la relación con su tía, muerta en un accidente de tránsito, cuyos detalles van descubriéndose; en el de Sam (Watson), de cosas que hizo y que nunca llegan a saberse, para que el espectador cuente con la libertad de imaginarlas. La historia tienen una moraleja que es dicha dos veces: “Aceptamos el amor que creemos merecer”.
Si Las ventajas de ser un marginado ganó el Independent Spirit Award a la mejor ópera prima es, en primer lugar, por la capacidad de Chbosky de hacer que las escenas de rigor, como las del primer beso, la primera cita y la primera vez que le dan un alucinógeno a Charlie, llamen la atención por su autenticidad. Su buena mano se nota también en la relación de Charlie y Sam. Saca partido de las torpezas de ambos actores para hacer manifiesta, a través de ellas, la inseguridad de los personajes, aunque no dejan de ser molestas las muecas de Watson cuando va al fútbol americano o hace las tareas. También Chbosky demuestra sutileza psicológica con el personaje de Mary Elizabeth. La pose de geniecilla punketa y budista con la que encara la vida se traslada a la manera como hace del tener novio un performance ante sí misma y los demás. De esa manera básicamente revela su inseguridad.
La presencia en el grupo de un personaje gay, Patrick, el hermanastro de Sam, interpretado por el actor de Tenemos que hablar de Kevin (We Need to Talk About Kevin, 2011), Ezra Miller, permite incursionar en un asunto que suele rehuirse por razones de reputación sexual masculina: la amistad entre dos muchachos, uno homosexual y otro heterosexual. La diferencia en los gustos parece quedar clara entre ellos. Sin embargo, el nombre de Sam, que también es de hombre, así como el peinado, que le da un aspecto andrógino, y el contraste entre las actitudes decididas de ella, cuando está en su compañía, y la pasividad de Charlie, mantienen alrededor de él una sutil aura de ambigüedad sexual. Eso también aligera el trazo grueso del trauma que marca su manera de ser y la forma como él mismo se presenta, como narrador, al comienzo de la película: “El chico raro que pasó un tiempo en el hospital”.
El personaje gay es parte de una toma de posición liberal en la que al director y guionista se le van los frenos al menos dos veces. La primera es el poco verosímil homenaje que el grupo hace a The Rocky Horror Picture Show (1975). La segunda es de mal gusto: en una elipsis se compara la hostia que recibe en la iglesia con la droga que toma Charlie en una fiesta.
Dejando de lado esos excesos, la manera como se ve al grupo de adolescentes en el filme es análoga al punto de vista objetivo del que está como pintado en la pared. Con esa expresión podría traducirse el beign a wallflower del título. Charlie ve y entiende; esa es la frase con la que el grupo lo acepta. Y es también el narrador, que relata la historia a través de cartas literarias dirigidas a una amiga no identificada. Además de construir así una mirada a la vez distanciada y comprensiva, el cineasta aprovecha hábilmente el recurso para hilvanar algunos episodios y poder relatar la historia de la novela en una película de 102 minutos.
También se saca provecho en ese sentido de los objetos. Las ventajas de ser un marginado es un filme en el que los personajes hacen regalos en varias escenas, y en el que las canciones que comparten en casetes son un medio de transmitir emociones que no saben o no se atreven a expresar de otra manera. Es un acertado recurso cinematográfico, porque hace que los sentimientos sean visibles y audibles. La película, además, está llena de abrazos. Es otro gesto emblemático de la adolescencia, porque expresa a la vez afecto y una necesidad de aferrarse.
El filme entero podría ser visto como un abrazo melancólico de Chbosky a la adolescencia. Charlie se siente infinito al ponerse de pie en una camioneta que corre por una autopista para sentir en el cuerpo la velocidad, al igual que cuando vio hacer a lo mismo a Sam al comienzo. Ser adolescente es sentirse así, ante las inmensas posibilidades que se abren en una vida adulta que está por comenzar, y a la vez atrapado por las relaciones de dependencia y las inseguridades. El recuerdo de esos momentos pueden causar una nostalgia de esa infinitud, y Las ventajas de ser un marginado se destaca porque llega a suscitarla valiéndose de los limitados lugares comunes del género. Abraza ese material trillado de una manera tan fuertemente amorosa que logra hacer que suelte la verdad que puede ponerse en él.
Tráiler:
Ficha técnica:
Las ventajas de ser un marginado (The Perks of Being a Wallflower), EUA, 2012.Dirección: Stephen Chbosky
Guion: Stephen Chbosky, basado en su novela homónima
Producción: Lianne Halfon, John Malkovich, Russell Smith
Fotografía: Andrew Dunn
Música: Michael Brook
Reparto: Logan Lerman, Emma Watson, Ezra Miller, Mae Whitman, Erin Wilhelmi, Johnny Simmons, Paul Rudd, Nina Dobrev, Kate Walsh, Dylan McDermontt, Nicholas Braun, Melanie Lynskey, Tom Savini