Críticas
Juventud confusa
Les combattants
Les combattants. Thomas Cailley. Francia, 2014.
Les combattants arranca en una funeraria, donde dos hermanos están intentando elegir el ataúd para su padre, que acaba de fallecer. Poseedores de un negocio familiar maderero, se dan cuenta de que todas los materiales que les ofrecen son de ínfima calidad, de cuarta categoría, a pesar de su elevado precio, y de que el propio vendedor de pompas fúnebres presume de trabajar únicamente con productos autóctonos, franceses. Y ese arranque nos dirá mucho hacia dónde va la propuesta de la ópera prima del director galo, Thomas Cailley, galardonada con el premio Fipresci de la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes en 2014, así como con los premios César de la Academia Francesa del 2015 para la mejor ópera prima, mejor actriz (Adéle Haenel) y mejor actor revelación (Kévin Azaïs).
La degradación que está sufriendo nuestro planeta y los efectos que el fenómeno tiene sobre las nuevas generaciones, sobre sus temores y expectativas, logra dibujar un film con tintes de drama y dosis de sentido del humor de carácter inteligente e irónico, transcurriendo durante unas pocas semanas a lo largo de un verano, en el sudoeste francés.
Thomas Cailley elige a sus protagonistas, dos jóvenes de distinto sexo, que a través de hechos cotidianos, fiestas, deporte, trabajo o incluso con participación en cursos de preparación para el ejército, nos muestran de qué forma puede haber arraigado en ellos una educación que no parece tener más salida que la verdadera extinción del ser humano. Frente a la humanidad flotan demasiados fantasmas que parece que van transformándose mediante una carrera desbocada, en excesivamente reales: del cambio climático que puede llevar al calentamiento global del planeta, a los retrovirus que de cuando en cuando amenazan con expandirse mortalmente; de los incendios forestales que a marchas forzadas destruyen nuestras limitadas riquezas ambientales, a los enfrentamientos con material nuclear en la retaguardia, de matanzas indiscriminadas por cuestiones políticas, económicas o religiosas, a la capa de ozono que va desapareciendo… Y tristemente, lo que en realidad preocupa a la clase dirigente y a las generaciones que en la actualidad están tomando decisiones y modelando el futuro de los más jóvenes, es únicamente la crisis económica y el paro laboral, lo más inmediato, sin interesarles demasiado la viabilidad de una vida futura en condiciones razonables de supervivencia. Como en un determinado momento apunta la joven protagonista, Madeleine, “esperar diez años más y veréis…”.
El realizador, Thomas Cailley, pretende utilizar su cámara para dos objetivos concretos, y lo logra espléndidamente. El primero, recreándose con excelentes primeros planos de los dos protagonistas, que bordan un estado de estupefacción y escepticismo, acorde con sus anhelos y esperanzas, uno preparándose a fondo para poder sobrevivir cuando los desastres terminen acechando, otro aceptando con elegancia y resignación la situación, e intentando disfrutar en cualquier caso del momento, incluso del aburrimiento. El segundo de los objetivos que Cailley obtiene con su cámara, paradójicamente, se logra a través de planos generales, fundamentalmente en la segunda parte de la película, mostrando la belleza salvaje de la región francesa de Aquitania, en donde se crió, exhibiendo Las Landas, tierras llanas y sin horizontes por ser atravesadas siempre con algún elemento (dunas, casas, árboles…), tierras agraciadas con lagos y bosques de grandes dimensiones, paisaje que con sus cataclismos, finalmente acaba convirtiéndose en el tercer protagonista de la película. La fotografía, luminosa y brillante, de un colorido muy atrayente, contribuye plenamente a ello.
También narra el film una preciosa historia de amor, limpia, natural, sin concesiones a ningún romanticismo blandengue, y sin que necesite apoyarse para su intensidad o desarrollo en la acertada banda sonora, de carácter electrónico.
La actriz protagonista, Adèle Haenel, con 26 años ya ha sido nominada en un par de ocasiones en los premios César como mejor actriz revelación (en Los lirios del agua, Naissande des pruebes, Céline Sciama, 2007, y en Casa de la tolerancia, L’Apollonide, Bertrand Bonella, 2011), y ha obtenido el galardón como mejor actriz de reparto en Suzanne (Katell Quillévéré, 2013), además del ya comentado como protagonista por esta película. Su interpretación es un hallazgo poderoso. Sin parecer que le cueste esfuerzo alguno, sin ademanes sobrantes o movimientos inútiles, consigue que su personaje, Madeleine, desprenda fortaleza, determinación, inteligencia, pesar comedido cuando lo cree necesario, regalando pollitos congelados o simplemente pidiendo perdón. Su contrapunto lo logra también muy acertadamente Kevin Azaïs, Arnaud en la ficción. Con un espíritu ecléctico, también desde el asombro y el escepticismo, plasma una interpretación comedida, reflexiva, de tono paciente y mente abierta para asimilar contrariedades y tratar de transformarlas en aliadas. La pareja, conjuntamente, logra transmitir a su vez una química, compuesta tanto de desencanto, como de esperanza.
El director utiliza la institución del ejército, por cierto, segundo empleador de Francia, detrás de la multinacional McDonald’s (según nos informa el mismo Arnaud), como podría haber escogido cualquier otra institución o disciplina en donde se enseñe o practique la supervivencia en condiciones extremas, ya en ámbitos deportivos, bélicos o empresariales.
También nos gustaría destacar la existencia de escenas cuyos diálogos son memorables, diálogos que recuerdan la majadería de muchos, por no esforzarse en comprender y asimilar nociones o situaciones: ¡hay que obtener una posición de ventaja!, ¿pero quien sabe cómo se obtiene “una posición de ventaja”…? Al final, parece que el mensaje “destruimos el planeta y nos da igual” recorre todo el metraje, y la única solución o el único recurso que queda es aprender a ser un o una superviviente, o dejarse llevar por las circunstancias, intentando que las mismas no te salpiquen en demasía y que los pequeños momentos de gozo borren el abatimiento. El apocalipsis no es que se acerque, es que ya está ofreciendo sus primeras dentelladas, y la mayoría, mira hacia otro lado, porque lo que se logra ver, desgraciadamente, es desolación y miseria. Cuenta la leyenda que hace no demasiados siglos, una ardilla podía cruzar la Península Ibérica de norte a sur sin tocar el suelo. En la actualidad, si abrimos los ojos, sólo descubrimos desierto, además de mucha urbanización.
Tráiler:
Ficha técnica:
Les combattants (Les combattants), Francia, 2014.Dirección: Thomas Cailley
Guion: Thomas Cailley. Claude Le Pape
Producción: Nor-Ouest Productions
Fotografía: David Cailley
Música: Philippe Deshaies. Lionel Flairs. Benoit Rault
Reparto: Adèle Haenel. Kévin Azaïs. Antoine Laurent. Brigitte Roüan. William Lebghi. Thibault Berducat
Una respuesta a «Les combattants»