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Joker: Lo individual y lo colectivo
(Atención: Este artículo contiene spoilers)
“¿Crees que hombres como Thomas Wayne piensan en cómo es ser alguien como yo?”, le espeta Arthur Fleck a Murray Franklin, conductor de su propio late show. Es allí mismo, sobre el final de Joker, donde confluyen todos los ríos que Fleck va navegando durante los 122 minutos de cinta, para desembocar en una personalidad que fue librada a su propio azar, en una sociedad dedicada a excluir a quienes considera una falla del sistema. La burla de Franklin hacia su persona se convierte en una estocada mortal para un comediante fracasado, con problemas para socializar e insertarse como él quisiera. Su ídolo lo ha dejado en ridículo ante toda su audiencia. Es así como Joker presenta a uno de los villanos más temidos de la historia del cine, desde una perspectiva diferente a la que estamos acostumbrados.
La primera película en solitario sobre el Joker tuerce la caracterización clásica del villano más temido de Ciudad Gótica, el rival de Batman por excelencia. En Batman (1989), el primer Joker cinematográfico fue caracterizado por Jack Nicholson, encarnando a Jack Napier, un criminal que luego de enfrentarse al vigilante nocturno, cae en una pileta llena de químicos. Ese evento lo convierte en un delincuente aún más despiadado, que comete sus fechorías a través de bromas. En El Caballero Oscuro (The Dark Knight, Christopher Nolan, 2008), el Joker es meramente un villano, no sabemos nada más de él, más allá de su vida marginal. En Batman – La Broma Mortal (Batman – The Killing Joke, Sam Liu, 2016), el personaje se convierte en Joker luego de ser obligado a robar la planta de químicos en la que trabajaba, casualmente después de haberlo perdido todo y escaparse a través de una tubería llena de desechos tóxicos. Lo que le ha ocurrido hace que al entrar en contacto con ellos pierda la cordura por completo. Este personaje es el que más se asemeja al Joker de Arthur Fleck, ya que se trata de un comediante fracasado al que lo persigue el infortunio, pero carece del perfil psiquiátrico del inicio, que sí posee el ¿villano? interpretado por Joaquin Phoenix. Fleck sufre el acoso en carne propia, principalmente por ser introvertido, pero también por tener una enfermedad poco conocida, llamada risa patológica. Esta risa le ocasiona numerosos inconvenientes en sus relaciones sociales por inoportuna y tétrica.
La primera declaración política de Todd Phillips llega cuando Fleck se enfrenta en el metro a tres jóvenes que acosaban a una mujer. El Joker los asesina a sangre fría sin ningún tipo de remordimiento, deja la escena del crimen y continúa con su vida como si nada hubiera ocurrido, mientras las autoridades emprenden la búsqueda de un asesino disfrazado de payaso, el atuendo de Fleck al momento de cometer los homicidios. Este hecho no se convierte en algo aislado: en Ciudad Gótica se viven días complicados, con marchas masivas en contra de los ajustes que el gobierno pretende aplicar sobre los más pobres. Sucede que después nos enteramos de que Fleck no ejecutó a cualquiera… las tres víctimas eran empleados de Wayne Enterprises, propiedad de Thomas Wayne y uno de los principales impulsores de las políticas de recortes. Esta casualidad no es menor: los manifestantes toman el disfraz de payaso como símbolo de la protesta y a Fleck como su nuevo héroe. ¿Les suena? Sí, lo hemos visto cuando Anonymous se apoderó de la máscara de V de Vendetta (V for Vendetta, James McTeigue, 2006) o, más recientemente, cuando se popularizaron las máscaras de Salvador Dalí en manifestaciones de corte anticapitalista, en referencia a las usadas en La Casa de Papel (Alex Pina, 2017 ).
A todo esto no lo considero una mera casualidad. Solamente este año fuimos testigos de manifestaciones –en algunas ocasiones reprimidas violentamente– en países como Francia, Ecuador y más recientemente, Chile. Las causas son similares en todos los casos y están relacionadas con el aumento de servicios esenciales que impactan directamente en la vida de los ciudadanos, pero también van de la mano con recortes de pensiones y asistencias sociales. Los guionistas Phillips y Silver han tomado esta realidad actual para entrelazar lo individual y lo colectivo. Lo primero que logran es generar nuestra empatía, presentando al Joker como un hombre excluido, al que todos discriminan por tener una enfermedad que dificulta su interacción con la sociedad que lo rodea y con una vida que todos podríamos considerar como horrible. Esta sensación llega a su cúspide cuando Fleck presenta su primer monólogo en vivo y no hace más que arruinarlo con su risa. Todo su castillo de ilusiones se derrumba, el sueño de su vida cae en tan solo un instante. Las lágrimas son, como mínimo, inevitables. Hay que destacar al trabajo de Phoenix como un articulador muy importante de esta emoción que se genera en el espectador
¿Es la misma sociedad que excluye y discrimina a un hombre tan conflictuado, la que se burla de su problema y, a su vez, lo usa como héroe cuando lo necesita? Varias son las preguntas que nos plantea Joker. (Spoiler) Una de las últimas líneas de Fleck logra pintar esta cuestión de pies a cabeza: “¿Qué obtienes cuando cruzas a un hombre solitario y mentalmente enfermo con una sociedad que lo abandona y lo trata como basura? Obtienes lo que mereces!”, y allí es cuando se desata la locura extrema. El Joker asesina en vivo al presentador más importante de la televisión nocturna. Sí, el que se burló de él durante su programa anterior por su fallido debut. Su ídolo había terminado convirtiéndose en su verdugo. Esa obsesión que podemos ver cuando Rupert Pupkin secuestra a Jerry Langford en El rey de la comedia (The King of Comedy, Martin Scorsese, 1982), pero sin llegar a los extremos que se puede permitir un ¿villano? como el Joker ¿Es la sociedad la que convierte a Fleck en el Joker? ¿O es simplemente Franklin y su burla?
Los interrogantes que abrieron este film me parecen fantásticos ¿Es este Joker un villano, o pasa a ser un justiciero? Yo adhiero a lo segundo, siendo que lo más importante y novedoso es que los Wayne son presentados como los villanos, mientras que Fleck es víctima de los eventos que lo van llevando a convertirse más precisamente en un antihéroe. Muy similar a como ocurre con Travis Bickle en Taxi Driver (1976), resultando imposible no trazar un paralelismo entre esta Ciudad Gótica y aquella Nueva York, donde el delito está a la orden del día. Esto revierte por completo la historia a la que estamos habituados en el universo Batman, donde el hombre murciélago se transforma en el guardián de los millonarios en una ciudad abrumada por el crimen. Fleck comporta una suerte de simbiosis entre Bickle y Pupkin, invadido por la obsesión, pero también por una soledad extrema. También podríamos recordar en su personalidad, ciertos trazos de Tyler Durden en El club de la lucha (Fight Club, David FIncher, 1999) y de Elliot Alderson en Mr. Robot (Sam Esmail, 2015- ) si lo relacionamos con una vida repleta de alucinaciones. El tema de la lucha de clases era algo que ya se esbozaba en la trilogía de Nolan, especialmente en algunas frases de Bane, villano en El caballero oscuro: La leyenda renace (The Dark Knight Rises, 2012). “Hemos tomado Ciudad Gótica de los corruptos y de los ricos. Generaciones de opresores que los mantuvieron con mitos de oportunidad, y ahora se la devolvemos a ustedes, el pueblo”. Esta declaración política de Bane, en medio de una revuelta social, anticipa el conflicto existente en una ciudad donde unos pocos ostentan un lujo extremo, mientras por fuera otros (la mayoría) están condenados a la marginalidad.
Muy lejos de impulsar la violencia social de la que ha sido acusada de procurar, debemos entender que esos problemas ya existen y películas como Joker lo único que hacen es retratarlos. Muchos de los eventos que ocurren a diario superan con creces lo que podemos llegar a ver en una pantalla. Luego de los incidentes que tuvieran lugar con el estreno de El caballero oscuro: La leyenda renace, Joker se vio envuelta en una polémica similar ¿Debemos seguir empecinados en que la proyección de una película puede generar hechos violentos, mientras vemos como nuestras sociedades se hunden en la desigualdad y la falta de oportunidades? Creo que debemos reflexionar cómo podemos mejorar nuestra realidad colectiva y dejar de buscar excusas en la recepción popular de algunas obras artísticas.
inquietante análisis. Una pregunta que subyace, dada la importancia del cine para la sociedad, es si una película como esta, cuya calidad y actractivo son innegables, contribuye o no a mejorar nuestra realidad colectiva.