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Lo mejor del año 2016
Quizás, a la hora de hablar sobre lo mejor que se ha visto el año pasado, lo mejor sea hacerlo a través de la división en bloques temáticos de varias películas y a través de una selección concreta de aquellos filmes sobre los que más ha recaído la atención.
Si hubiera que escoger una, de entre todas las películas visionadas el año pasado, a pesar de lo que este hecho supone, sería La idea de un lago, de Milagros Mumenthaler, la que más se habría diferenciado. Puede verse estos días todavía en el Festival de Cine de Rótterdam, antes de su estreno en la Argentina, a principios del mes de febrero, o en España, a mediados de marzo.
Se trata, a mi modo de ver, de la mejor película realizada el año pasado. Estrenada en Locarno y, aunque atesora varias selecciones en importantes festivales, ha pasado inadvertida por la crítica. Es un monumental y bellísimo ejercicio, rodado en diferentes formatos (digital y Super16), de recuperación de la memoria, donde se funden temas como la historia de un país, contada a través de la ausencia (de un padre), habitual en la obra de Mumenthaler, o de la pérdida de la infancia.
Yours and Yourself (Lo tuyo y tú), de Hong Sangsoo, que será distribuida en España, de nuevo y gracias a La Aventura Audiovisual (igual que la anterior Right Now, Wrong Then), le valió a su director el premio a Mejor Dirección en el Festival de Cine de San Sebastián. Estos días también se puede ver en el Festival de Cine de Rótterdam.
Pero, ¿qué diferencia esta película de la anterior? Lo más llamativo, la ausencia del recurso de la repetición para generar significado. En este caso, Hong Sangsoo utiliza la obcecación del personaje principal para mostrar la dependencia del protagonista masculino con respecto al femenino, tras la marcha de ella. Esto le lleva a usar ensoñaciones para recrear la idea de decaimiento del personaje y el modo en que echa de menos a la chica con la que se iba a casar.
La idea de la influencia ejercida por el entorno sobre una pareja y la necesidad de abstraerse de esos comentarios es otro de los pilares que sostienen el filme del director de Corea del Sur, que aborda con la habitual sencillez, pero cada vez con mayor efectividad.
Si el cine nos ha dejado grandes momentos el año pasado, entre estos debería ocupar un lugar en el podio el plano final que cierra esta película, no exenta de una ligerísima ironía, la idea de que la sociedad nunca podrá estar por encima del individuo, de la pareja. Es la misma idea que nos muestra El viento sabe que vuelvo a casa, de José Luis Torres Leiva y sobre la que hay un mayor detalle en la crónica del Festival de Cine Márgenes.
El Festival de Cannes tuvo una importante presencia española, que terminó siendo reconocida. En la Sección Oficial, pero fuera de competición, la primera que se proyectó fue La muerte de Luis XIV, de Albert Serra, la monumental recreación realizada por el director catalán sobre los últimos días de vida del monarca. La interpretación contenida de Jean-Pierre Leaud y la delgada línea que separa lo irónico de lo que no pretende serlo, le sirve a Serra para hablarnos sobre la dejación de responsabilidades a los más altos niveles.
También en Cannes, pero dentro de la Sección Oficial a competición, participó Julieta, de Pedro Almodóvar. Una historia sobre las relaciones materno-filiales, narrada mediante la utilización de una estructura de gran flashback. Este filme se sitúa al mismo nivel que alcanzara cuando realizó Hable con ella, por lo que debería de ocupar un lugar bien visible dentro de su filmografía.
Siguiendo con Cannes, también conviene recuperar la flamante Palma de Oro a mejor cortometraje, que fue a parar a manos de la producción española Timecode, de Juanjo Giménez, así como el premio a Mimosas, de Oliver Laxe, dentro de la sección La Semana de la Crítica.
El cortometraje es una historia sobre la comunicación, o incomunicación, que existe entre las personas. Jiménez nos habla del modo en que establecemos relaciones y del papel que juega, en esa conexión, la tecnología que hay a nuestro alcance. El corto podría verse como una suerte de Ventana indiscreta pero, en este caso, dentro del lugar del trabajo. Se trata de dos guardias de seguridad que vigilan un parking y cada uno mantiene un turno, el de la noche y el de día. Si Grace Kelly arriesgaba su vida en aquella película, poniéndose delante de James Stewart al entrar en aquella vivienda, para captar así su atención, lo que esconde el corto de Jiménez es una idea idéntica, utilizando las cámaras de seguridad.
Por otra parte, Mimosas es una historia sobre la valentía de creer en uno mismo, de pensar que ya habrá algo por lo que se pueda conseguir el objetivo perseguido. Se trata, como dice su director, de un western místico o metafísico, en el que la fe es, por tanto, la única arma que mueve a sus personajes.
Sobre lo que se ha dado en llamar este nuevo cine español, hay muchas películas que destacar, entre las que se encuentran La próxima piel, de Isaki Lacuesta, una de las mejores producciones del año pasado; Los Mutantes, de Gabriel Azorín; La mano invisible, de David Macián; Marisa en los bosques, de Antonio Morales; La película de nuestra vida, de Enrique Baró Ubach; Las vísceras, de Elena López Riera; Amijima, de Jorge Suárez-Quiñones Rivas; La madre, de Alberto Morais, y la bellísima Días color naranja, de Pablo Llorca. Todos son títulos que hacen ver la salud creativa que atraviesa el cine español y el disfrute que puede suponer el visionado de cualquiera de ellas. Merecen ser tenidas en cuenta, por encima de otras muchas comerciales, quizá más conocidas que éstas.
Hermia & Helena, de Matías Piñeiro, es la película con la que su director se consagra como un amante de la variación. Piñeiro estrenó su película en Locarno y, en este caso, hay diferencias sustanciales sobre los rasgos que definen su cine. Se trata, por ejemplo, de una película rodada entre dos ciudades, Nueva York y Buenos Aires, el uso de dos idiomas (castellano e inglés), los diálogos no son tan frenéticos y mantienen algo más de pausa. Los silencios se hacen también más visibles, cobrando mayor protagonismo. Como ha llegado a decir Matías Piñeiro, su intención fue tomar como modelo a Setsuko Hara, la actriz que trabajó con Yasujiro Ozu.
No obstante, en esta historia en la que Camila es una joven directora de teatro que al trasladarse al Nueva York se da cuenta de que el trabajo, quizás no compense haber dejado atrás a sus amigos y al novio, mantiene una estructura narrativa también fragmentada, mientras Shakespeare sigue como telón de fondo, pero ahora tiene que ser traducido. El título de la película, de hecho, está formado por nombres tomados de la comedia Sueño de una noche de verano, que es la novela que debe adaptar al español la protagonista y el motivo de su traslado a Nueva York. Es obligado recuperar la conversación, entre el padre y la hija, situados frente a frente, como una de los momentos en los que el filme da un giro y el tiempo, maravillosamente, se detiene.
Otro bloque de películas que mantiene el mismo fondo, al contar de diferentes formas el exilio, lo conforman filmes tan importantes como Exile, de Rithy Panh; Solo solitude, de Yosep Angi Noen; Le Moulin, de Huang Ya-li; Correspondencias, de Rita Azevedo Gomes, o La parábola del retorno, de Juan Soto, esta última incluida dentro de la crónica del Festival de Cine Márgenes.
Por último, entre los hechos cinematográficos del año 2016, se encuentra la sesión que el Festival de Cine Márgenes dedicó al cineasta portugués João César Monteiro, de la que hay un mayor detalle en la nota dedicada al evento.
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