Críticas
El mejor criminólogo
Los crímenes de la Academia
The Pale Blue Eye. Scott Cooper. EUA, 2022.
Tenía ganas de visionar Los crímenes de la Academia (The Pale Blue Eye, EUA, 2022), escrita y dirigida por Scott Cooper. El motivo principal y no otro es, porque entre sus elementos narrativos y uno de sus vectores más consistentes (y atractivos a la vez que expectante), incorpora el personaje del escritor nacido en Boston, Edgar Allan Poe, interpretado por Harry Melling. El cuentista del horror y espanto da vida a un cadete de la prestigiosa academia castrense de West Point, que echa una mano al investigador Augustus Landor (Christian Bale), para esclarecer unos escabrosos asesinatos que han tenido lugar en la prestigiosa institución militar. En consonancia con esta línea y motivo que me empuja a su visionado podría agregar otro rasgo clave y es que deseaba disfrutar del intelecto atribuido a Poe, enarbolado en algunos tramos del metraje. Diría incluso que la inteligencia del personaje es uno de los aspectos más salientes, y su formulación, llegado el punto clarividente, consigue cumplir con las curiosidades que reúne esta pieza.
Semejante anzuelo literario/cinematográfico es un factor de indudable resonancia, porque todo buen aficionado a la lectura de las narraciones extraordinarias de Poe e incondicional de las mejores adaptaciones a la pantalla grande de su angustioso y pesadillesco universo, en concreto, las aportaciones llevadas a cabo por Roger Corman, convendrán que la inclusión de su figura en un argumento es cuanto menos un cebo de colosal poderío. A mí me lo parece y ese factor, unido a la participación en el elenco artístico/técnico del largometraje de varios nombres de indudable carisma y talento, otorgan una motivación extra para encarar una propuesta con bastantes alicientes a priori.
En este sentido, y para ambientar al espectador que ha seleccionado su visión, no hay nada como introducirlo con el apoyo de una cita acuñada por Edgar Allan Poe, que no solo sirve como un sobrecogedor aviso, sino que anticipa bastante las perturbaciones criminales que estamos a punto de descubrir en su transmisión al formato audiovisual. La frase dice lo siguiente: “Los límites que separan la vida de la muerte son, como mucho, borrosos e indefinidos. ¿Quién puede decir dónde termina una y dónde comienza la otra”.
El cineasta encargado de traducir a imágenes tan singular encomienda es Stuart Cooper, realizador con criterio manejando los códigos del thriller, el drama criminal y el fantástico, sin olvidar su aportación al western (Hostiles, 2017), cuyos trabajos funcionan como sólidas piezas y dejan rastro. En esta costosa producción de Netflix, mezcla varios géneros, una práctica bastante común en el cine popular actual, y adapta una novela de Louis Bayard. Escribe también el libreto y su postura creativa está en consonancia con un aliento ambicioso, el de fraguar un título que contenga los arrebatos románticos/tenebrosos habituales del relatista, a la vez que aspirar a realizar una obra artística bien cuajada y con flecos misteriosos. Comienzan a sucederse los primeros compases de la trama y la ambientación, la escenografía, la fotografía y los oscuros y dantescos episodios que vamos a conocer tienen garra y el suficiente toque escarpado para vislumbrar que la comunión Cooper/Poe es posible.
La acción transcurre en 1830, en el neblinoso Valle de Hudson, lugar pintiparado para el horror y los hechos más abyectos y morbosos. Un asesinato se ha producido en los aledaños de West Point. Un cadete ha aparecido muerto. Para salvar el honor y la respetabilidad de la institución, sus mandos de más rango contratan a un huidizo exoficial, Agustus Lander (Christian Bale), para que se encargue de la investigación sin que su tarea salga intramuros y alrededores de la escuela.
El personaje de Lander es muy característico de la desbordada imaginación de Poe. Completa todos los requisitos y tormentos que desarrolló el novelista. Solitario, bebedor, roto por una tragedia familiar y buscando una causa para intentar redimirse del dolor. Este aspecto personal casa, de igual modo, con el perfil detectivesco y de ficción con el que Poe diseñó a su afilado inspector, Auguste (nombre del personaje que encarna Bale) Dupin, construido para la historia que narra la película con una fuerte tenacidad y destacado, sobre todo, por sus perspicaces dotes para las pesquisas.
En un ambiente sombrío y perturbador, de aire patriarcal, con mucha presencia de soldados y la irrupción de crímenes atroces, con cuerpos profanados y extirpados órganos vitales con suma destreza, la aparición de un cadete de segunda, Edgard Allan Poe (Harry Melling), amigo de la poesía, culto y menospreciado por sus compañeros, azuza el relato y convierte su estructura en una ingeniosa buddy movie. Dos mentes privilegiadas, aunque contrapuestas, se enredan en averiguar qué demonios está ocurriendo en un establecimiento con tanta solera y respetabilidad.
Lander es feroz e incansable. Se da la a la bebida porque, dice, el alcohol ayuda a soportar las penurias de las tinieblas. Su persistencia inasequible al desaliento esconde un secreto que aviva su inteligencia. A su lado, Poe, enclenque y de aspecto introvertido, es listo, avispado, despierto e intuitivo. En el terreno íntimo, que atañe al amor, Lander gestiona con rabia la pérdida de su mujer e hija. Esta aflicción y algo más le empuja a ser veloz con las pistas, mientras Poe está enamorado de la hija del médico de la Academia y se mantiene recto e inflexible con sus descubrimientos.
Estos dos personajes y la sórdida y despreciable infamia que persiguen son un atributo con el empaque suficiente para que el largometraje interese. La puesta en escena está elaborada y en todo momento quiere traducir desasosiego y espanto, muy apropiado para la envoltura de desazón y horror que el mismísimo Poe concibió en sus textos. Más si cabe, cuando, en el tercio final, se desatan los parámetros del fantástico, dando entrada a elementos como el esoterismo y el satanismo, retorciendo, quizás, demasiado el argumento. Pero la estética de penumbra y morbidez funciona a pleno rendimiento llegando a conclusiones inesperadas como excitantes visualmente.
Desvelado con discreción el horrendo misterio para que no empañe la intachable moralidad de West Point (lo que pasa en la Academia se queda en la Academia) todavía hay margen para un epílogo denso y climático que parece de obligado cumplimiento. Lander y Auguste se han enfrentado a fuerzas que invocan al mismo diablo y se felicitan por su cooperación y lealtad. Pero un relato que cuenta con un criatura como Allan Poe no sería de su calibre si el futuro escritor no tuviese una interpretación de los hechos diferente a la oficial. El tramo final, en un marco más apacible y en tono bucólico, la mente analítica y deductiva de Poe saca a relucir su intelecto, expone su tesis y deja al público desarmado. Para este cometido, algunos flashbacks y la inquietante preclaridad que despliega Poe reafirman que la película es un sentido homenaje a su sinuoso descenso a los infiernos de concebir los cuentos de suspense turbado. Scott Cooper se rinde a la ingeniosa forma de desentrañar los misterios que empleaba el escritor, donde la lógica y la capacidad de razonar son cualidades de gente sin parangón, como Edgard Allan Poe.
Tráiler
Ficha técnica:
Los crímenes de la Academia (The Pale Blue Eye), EUA, 2022.Dirección: Scott Cooper
Duración: 128 minutos
Guion: Scott Cooper
Producción: Cross Creek Pictures, Le Grisbi Productions, Streamline Global Group. Distribuidora: Netflix
Fotografía: Masanobu Takayanagi
Música: Howard Shore
Reparto: Christian Bale, Harry Melling, Gillian Anderson, Lucy Boynton, Toby Jones, Robert Duvall, Timothy Spall, Charlotte Gainsbourg, Charlie Tahan, Fred Hechinger
Hola!
Me rindo ante la soberbia personificaciòn que Harry Melling, hace del gran escritor que fue Edgar Allan Poe.
En realidad mi única pretensiòn respecto de este film, se remitía a còmo sería encarnado. Vi la película hace pocos días y la veré nuevamente en breve, para poder disfrutar de esta dupla maravillosa. El film cumpliò con mis espectativas en todo sentido.
Gracias por esta crítica.
Carmelo.