Críticas
Ocho del patíbulo
Los odiosos ocho
The Hateful Eight. Quentin Tarantino. EUA, 2015.
A estas alturas de su carrera, Quentin Tarantino sabe perfectamente que puede hacer prácticamente lo que quiera, de ahí que se haya embarcado en una intrépida aventura cinematográfica que pretende rescatar uno de los géneros más queridos, pero también más guadiánicos, del séptimo arte, el western. ¿A quién más le hubieran dejado rodar en 70mm una película fundamentalmente de interiores con un presupuesto de 40 millones de dólares salvo a él?
Tarantino ya se atrevió con una de vaqueros en Django desencadenado (Django Unchained, 2012), y ahora aborda un western con mucha nieve, como El gran silencio (Il grande silenzio, Sergio Corbucci, 1968), Los vividores (McCabe & Mrs. Miller, Robert Altman, 1971) o El perdón (The Claim, Michael Winterbottom, 2000), pero en un lugar cerrado, como ocurría en Río Bravo (Howard Hawks, 1959) y El Dorado (Howard Hawks, 1966). Con Los odiosos ocho, su octava película, tal como subrayan los títulos de crédito, parece haber conseguido el favor casi unánime de la crítica, pero ha dividido, sin duda, al público, incluso al más tarantiniano.
Aunque la película comienza en un espacio abierto, con unos personajes a bordo de una diligencia, pronto se encierran, a causa de una tormenta, en una modesta posada (la mercería de Minnie). La peculiar situación en que se encuentran ha llevado a hablar de las relaciones que hay entre Los odiosos ocho y algunas obras de Agatha Christie como Diez negritos o, sobre todo, La ratonera, donde los personajes también se encuentran atrapados a causa de una tormenta. La película de Tarantino plantea, por tanto, un duelo de supervivencia entre los protagonistas, a partir de una premisa argumental bastante sencilla: un cazarrecompensas, John Ruth (Kurt Russell), conocido como “La Horca”, trata de llevar viva a Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh) frente a la justicia y teme ser objeto de unas emboscada en cualquier punto de su camino.
La película no podía empezar mejor, con una presentación demorada que se recrea en el paisaje nevado, todo ello acompañado por la partitura de Morricone. Es el particular homenaje que Tarantino le rinde al spaghetti western. El gran director que es Tarantino nos mantiene en tensión gracias a unos diálogos brillantes hasta el momento en que los personajes que van en la diligencia, a los que se han sumado el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), otro cazarrecompenzas, y el sheriff Chris Mannix (un magnífico Walton Goggins, cuyo personaje se apodera totalmente de la película en varios momentos, a pesar de los constantes duelos interpretativos que se establecen entre el reparto), llegan a la mercería de Minnie, donde les esperan otros cuatro personajes: Bob (Demián Bichir), Oswaldo Mobray (Tim Roth), Joe Gage (Michael Madsen) y el general sudista Sandy Smithers (Bruce Dern). Por cierto, el lugar en el que se encuentran encerrados los ocho malditos se parece mucho al rancho de la familia masacrada en la primera escena de Hasta que llegó su hora (C’era una volta il West, Sergio Leone, 1968).
La primera mitad de la película, que se divide en capítulos, está repleta de referencias cinematográficas y de homenajes, pero, a partir de un determinado momento del metraje, Tarantino se olvida de las referencias externas y se centra en una autorreferencialidad que termina por arruinar una función que podría haber sido brillante, un duelo de actores prácticamente irrepetible. Tarantino se deja llevar por su propio estilo y acaba orquestando una segunda mitad de película esperpéntica y granguiñolesca, tal como le ocurría en Django desencadenado, lo que pasa en esta ocasión la duración del desfase es mayor, aunque se serena al final, cuando se reencuentra con Reservoir Dogs (1992). Tarantino sacrifica la historia al estilo, de manera que el Tarantino director se impone al Tarantino guionista.
Debo confesar que salí disgustado del cine, defraudado, no tanto por lo que era esta película, sino por lo que habría podido llegar a ser. Si Tarantino la hubiera dividido en dos entregas, como hizo con Kill Bill (2003 y 2004), la primera parte me hubiera parecido brillante. Ahora bien, creo que Tarantino estropea la película a partir del relato del mayor Warren, lo que no sé es si resulta algo fortuito o deliberado. Después de ese momento, que es cuando el film alcanza su mayor tensión, Tarantino utiliza un recurso narrativo que me expulsa por completo de la película y, cuando reanuda la historia, esta no resulta coherente con lo que habíamos visto hasta ese momento, y, aunque hay algún momento en que parece que puede reconducir el asunto, la historia va tomando siempre otros derroteros.
Se ha hablado mucho de la banda sonora de Ennio Morricone y de su regreso al western tras cuarenta años de ausencia, pero la verdad es que me ha sabido a poco, ya que la película empieza con ella, pero, paulatinamente, se va diluyendo con el sonido ambiental de la tormenta. En fin, el relato del mayor Warren es la mejor metáfora para explicar la película: Tarantino sería el mayor y los espectadores seríamos el hijo del general Smithers. En una cosa sí estaremos todos de acuerdo, es la octava película de Quentin Tarantino y una de las más esperadas de toda su filmografía.
Premios: Globo de Oro a la Mejor Banda Sonora y nominada al Oscar a la Mejor Actriz Secundaria (Jennifer Jason Leigh), Mejor Banda Sonora y Mejor Fotografía.
Tráiler:
Ficha técnica:
Los odiosos ocho (The Hateful Eight), EUA, 2015.Dirección: Quentin Tarantino
Guion: Quentin Tarantino
Producción: Richard N. Gladstein, Georgia Kacandes, Shannon McIntosh, Stacey Sher, Bob Weinstein, Harvey Weinstein, William Paul Clark, Coco Francini
Fotografía: Robert Richardson
Música: Ennio Morricone
Reparto: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jennifer Jason Leigh, Walton Goggins, Demián Bichir, Tim Roth, Michael Madsen, Bruce Dern, James Parks
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