Los Pitufos 2

Raja Gosnell es uno de esos directores que no pasarán a la historia del cine como autores, pero al que, de vez en cuando, nos encontramos tras películas familiares como Los Pitufos 2, uno de los pocos taquillazos del verano de 2013. Gosnell empezó su carrera en el cine como ayudante de montaje en los años ochenta, y poco a poco se convirtió en el montador de películas como Un tipo solitario (The Lonely Guy, Arthur Hiller, 1984), Muerto al llegar (D.O.A., Annabel Jankel y Rocky Morton, 1988), Pretty Woman (Garry Marshall, 1990) y las primeras comedias de Chris Columbus, realizador de Solo en casa (Home Alone, 1990). Sus colaboraciones con Columbus no solo le hicieron inclinarse por la comedia familiar, sino que le llevaron directamente a su debut como director, con Solo en casa 3 (Home Alone 3, 1997).

Desde aquella primera película como director, Gosnell siempre se ha movido en el terreno de la comedia, con cierta preferencia por aquellos títulos que mezclan la animación con la imagen real, tal como ocurre en las dos entregas de Los Pitufos (2011 y 2013) y en sus dos adaptaciones de Scooby‑Doo (2002 y 2004). Completan su filmografía títulos como Nunca me han besado (Never Been Kissed, 1999), Esta abuela es un peligro (Big Momma’s House, 2000), Míos, tuyos y nuestros (Yours, Mine and Ours, 2005) y Un chihuahua en Beverly Hills (Beverly Hills Chihuahua, 2008).

Esta filmografía más bien discreta, a veces puesta al servicio de alguna estrella rutilante como Martin Lawrence, no hacía presagiar el enorme éxito de público que tuvo la primera entrega de Los Pitufos (560 millones de dólares en la taquilla mundial), con lo que no es de extrañar que Sony y Columbia hayan puesto en funcionamiento la misma maquinaria y nos ofrezcan ahora una segunda entrega de los personajes creados por Peyo.

En Los Pitufos 2, Raja Gosnell repite la misma fórmula que ya le había funcionado: si en la primera entrega las aventuras de los Pitufos eran un pretexto para presentarnos a un magnífico Gargamel (qué papel tan divertido hace Hank Azaria) viviendo las más disparatadas situaciones en la Gran Manzana, en esta ocasión, la trama es un poco más compleja: como ya se sabe, el auténtico creador de Pitufina fue Gargamel, que quería utilizarla para acabar con los Pitufos. En un nuevo intento por conseguir la Esencia Pitufa, que le otorgará un poder infinito, Gargamel ha creado una nueva especie de pseudo‑Pitufos, los Malotes, y pretende utilizarlos para secuestrar a Pitufina.

Lo más curioso es que, en esta nueva entrega, Gargamel se ha convertido en un prestigioso mago y es una estrella mediática internacional con su propio espectáculo de magia en la Ópera de París. Llega un momento en que lo de menos es la historia, ya que la película se convierte en una sucesión de situaciones absurdas, delirantes y muy divertidas, pero que tienen como telón de fondo la Ciudad de la Luz. De hecho, la película parece producida por el Patronato de Turismo de París, ya que ofrece una atractiva vista de la ciudad, y no hay monumento imprescindible que no aparezca, desde la Torre Eiffel hasta el Museo del Louvre.

Esta película, diseñada especialmente para que les guste a los más pequeños de la casa, es bastante coherente con su propuesta. Al final, es verdad que repite ideas archisabidas como el valor de la familia (un gran acierto es la incorporación de Brendan Gleeson al reparto como padrastro del personaje interpretado por Neil Patrick Harris) y la amistad, pero también abre la puerta a una cuestión sobre la propia identidad; como le dice Papá Pitufo a Pitufina, “no importa quién eres, sino quién decides ser”. Lo mejor de todo es, sin duda, París, que aparece fotografiada de una manera bellísima.

Tráiler: