Críticas
La alianza
Los ríos
Gustavo Fontán. Argentina, 2024.
“La poesía se reencarna en el cine. Es, por tanto, verdadera y existe con la misma realidad que la mirada. El cine es el medio más poderoso de poesía, el medio más real de lo irreal”, decía el teórico y cineasta Jean Epstein en relación al deslumbramiento que causó el cine en la vanguardia artística de los años veinte.
Aquellos cineastas se orientaron a poner el énfasis en el lenguaje cinematográfico y en su materia prima: el movimiento, las formas, la luz y el tiempo, potenciando la pureza del cine en pos de lo representado y en el cómo se expresa.
Nutrida bajo los aspectos formales y teóricos de los vanguardistas, la obra de Gustavo Fontán (La orilla que se abisma, Elegía de abril, El árbol, La terminal), alejada de los procedimientos de la narración clásica y cercana al cine de ensayo, nos invita a una experiencia sensorial y poética, donde tiene lugar la contemplación; una instancia de máxima atención que se logra al hacer un recorte de la realidad, una pausa en el tiempo y en el espacio. De esa manera, se orienta la mirada del espectador hacia aquello que no vemos, a pesar de tenerlo delante de los ojos, y se destacan los sonidos individualmente, cuando en lo cotidiano nos pasan inadvertidos.
En Los ríos, su nuevo documental, una vez más, vuelve a ponerse en práctica la alianza entre el cine y la poesía, dando lugar a una percepción más vívida sobre la memoria que anida en la naturaleza y en los hechos que nos habitan.
El origen de la película parte de dos instancias que comenta su realizador. “Hace unos años, un hombre desconocido golpeó la puerta de mi casa. Tenía unos setenta años, llevaba un bastón y una bolsa de compras. Le pregunté qué necesitaba. Abrió los ojos y se quedó en silencio. Volví a preguntarle si necesitaba algo. Me miró, como se mira a una aparición. Después de unos instantes, se fue sin decir palabra. Cerré la puerta. Pero la herida ya estaba abierta. Ese hombre, el que golpeó la puerta, el que me miró como se mira a una aparición, el que se fue sin decir palabra, instaló una inquietud. Luego, la imagen de ese hombre se asoció a una voz, la de un pescador del río Paraná, llamado Godoy, que contaba su experiencia durante un tornado en el río: cómo se oscureció, cómo el día se transformó en noche, cómo el viento levantaba el agua, el temor a caerse y que lo comieran las palometas. Su relato concluía: ‘Me perdí en el tiempo’. Lo habíamos grabado solo en sonido durante la realización de una de mis películas, El rostro, pero finalmente quedó afuera del montaje”.
A partir del recuerdo de esos hechos, uno visual y otro sonoro, Fontán va en busca de respuestas o significados. Y lo hace a través de un collage de imágenes pasadas, que dialogan con sus films anteriores, y de otras nuevas, a las que adosa los sonidos guardados junto a la voz de Godoy y otros nuevos que va recogiendo en el camino. Pero las respuestas a esas imágenes y sonidos se completan con fragmentos de poesías de Ortiz, Viel Temperley, Calveyra y Baker que hilvanan el relato y lo resignifican.
En el plano estético, el manejo del color, en manos del editor Martín Sappia, maquilla el paisaje natural con una paleta armónica de colores y texturas que realza pictóricamente la exuberancia de los árboles, sus copas sacudidas por el viento, los pájaros que descansan en sus ramas o se salpican con la lluvia atravesada por la luz. Una luz que caprichosamente se filtra por los intersticios de las hojas y refleja el contorno del follaje en el agua.
Asimismo, el trabajo sobre las imágenes se descompone en múltiples facetas. Hay imágenes espectrales, veladas, sobreimpresas o estilizadas que acompañan el recorrido infinito del río junto a todo lo que alberga a su paso. Así vemos un lugareño con su bote surcando el agua; las huellas impresas de los remos y chicos que juegan y nadan en su lecho bajo el sol. También percibimos la memoria del cuerpo perdido de un pescador; el peligro que anidan en los remolinos y hasta los sonidos del agua cuando se expresa.
En Los ríos se aprecia la comunión de la luz con los objetos, de la palabra con las imágenes, de los sonidos con los recuerdos. Y al igual que vimos en La terminal, Fontán destaca aquello inadvertido por el entorno y que puede resignificarse a través del cine, agudizando la mirada que se pone al servicio de lo real, de lo auténtico y de lo bello.
Desde el inicio, la película combina la palabra impresa con el lirismo visual que propone su registro. Y así, en ese decir de las imágenes junto a las voces y los sonidos que se reiteran, se van cicatrizando las heridas y los recuerdos.
La película tuvo su estreno mundial en el marco de la 24ª edición de la Muestra Internacional de Cine Documental DOC Buenos Aires, que se celebró del 20 al 25 de agosto en la Sala DAC y en la Sala Leopoldo Lugones del Teatro San Martín, donde el cineasta Gustavo Fontán recibió el Premio a la Trayectoria. Cabe destacar que es el primer reconocimiento que otorga la muestra a lo largo de su historia. “Nos parece un merecido reconocimiento al difícil arte de este cine de lo real”, señaló Carmen Guarini, directora general del DOC Buenos Aires.
Dueño de una capacidad singular para embellecer lo cotidiano y generar nuevos sentidos a lo mirado, Gustavo Fontán, referente ineludible del cine documental argentino, nos permite hacer una pausa y apreciar en Los ríos aquellas pequeñas cosas que el ritmo inasible de nuestro tiempo nos impide valorar.
Ficha técnica:
Los ríos , Argentina, 2024.Dirección: Gustavo Fontán
Duración: 52 minutos
Guion: Gustavo Fontán
Fotografía: Luis Cámara, Gustavo Schiaffino, Gustavo Fontán
Música: Andrés Perugini
Reparto: Daniel Godoy, Héctor Maldonado