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Los últimos ilusionistas de Hollywood
¿Estás poniendo atención? Fíjate bien. Nunca se lo muestres a nadie. Te rogarán y elogiarán para que les des el secreto, pero en cuanto se lo des, no significarás nada para ellos. ¿Comprendes? No significarás nada. El secreto no impresiona a nadie. El truco para el que lo haces lo es todo.
Alfred Borden (Christian Bale) en El truco final /El prestigio (The Prestige, Christopher Nolan, EUA/Reino Unido, 2006)
A mediados de 2006 se estrena El ilusionista (The Illusionist, Neil Burger), comenzando una saga de films americanos e ingleses en donde se muestran distintos aspectos de lo que compone el personaje de “El Mago”. Estas obras, de altos presupuestos y actores de renombre, se presentaron en un lapso de tiempo bastante corto: un poco más de un año.
A pesar que di varias vueltas sobre el asunto, no pude responder la pregunta de por qué estos films surgieron en ese momento particular de la historia del cine (y no, por ejemplo, unos años antes o después). Finalmente me convencí de la idea de que el primero fue un éxito y los demás siguieron la corriente, como sucede con la mayoría de las novedades que se convierten en modas.
Lo que sí creo poder responder es por qué fueron películas de gran aceptación. En general, los protagonistas son hombres exitosos, jóvenes, seductores, que tienen la habilidad de engañarnos y convencernos de lo que sea. Pero también cuentan con una personalidad de un gran costado oscuro, son esclavos de sus obsesiones y de sus secretos. No son hombres corrientes, tienen un don que los diferencia de los demás y tienen que lograr vivir con eso mientras sueñan con ser normales.
El ilusionista es la historia de Eduard Abramowitz, un joven que recibe conocimientos de magia por azar de un mago itinerante. Eduard de adulto se muda del campo a la ciudad y se convierte en el ilusionista Eisenheim, en la Viena imperial de fin de siglo diecinueve. Desde pequeño dejó a su público boquiabierto, sus actos son totalmente increíbles y jamás vistos. Incluso para el espectador del siglo veintiuno, también se trata de “trucos de magia” jamás vistos. Es por eso que este film deja en varias ocasiones la duda de si la trama, que parece en todo momento estar basada en hechos que puedan ocurrir en la realidad (una trama policial por ejemplo), puede pasar a ser una historia fantasiosa. Se plantea todo el tiempo si las habilidades de Eisenheim son genuinas. Eso preocupa, llegando a obsesionar a otros personajes del film, e intriga también al espectador hasta el final.
El cine es el medio ideal para dejarnos con esa duda, ¿está el mago realizando un truco que podemos justificar con la razón?, ¿o sus habilidades son paranormales, milagrosas o de otro mundo?
La estética del film es muy particular, hábilmente desarrollada para trasladarnos al plano onírico. Abundan los colores sepia y opacos, la iluminación es cálida y se localiza principalmente en el centro, mientras los tonos oscuros, en los extremos del cuadro. La historia no resulta muy interesante, es un policial romántico poco original. A pesar que nos engaña y sorprende al final, gracias a los excelentes trabajos de Edward Norton (Eisenheim) y de Paul Giamatti (Inspector Uhl), cuenta con personajes que no nos convencen por su maldad casi infantil (como el príncipe Leopold, interpretado por Rufus Sewell) o por su falta de expresividad, como es el caso de la duquesa van Teschen, Sophie, interpretada por Jessica Biel.
Esta saga continúa con El truco final / El prestigio (The Prestige, Christopher Nolan, EUA/Reino Unido, 2006), en donde a pesar de que también hay romances e historias policiales, se enfoca más en mostrar al “mago” en su intimidad. Esta es la historia de Robert Angier (interpretado por Hugh Jackman) y de Alfred Borden (Christian Bale), dos jóvenes magos que compartían un espectáculo hasta que una tragedia los separa. A partir de ese momento, no dejan de envidiarse y admirarse, uno al otro, por el resto de sus vidas. Está ubicada en Londres, también a fines del siglo diecinueve.
Este es el film que mejor muestra la personalidad perturbada del mago. Su forma de ser requiere, en esencia, de la mentira, y de la habilidad para poder llevarse mentiras hasta la tumba. Para lograr ser exitosos tienen que ser también obsesivos y seguir hasta el final el deseo de lograr el truco más sorprendente.
El truco final introduce el concepto de la ciencia en relación a la magia. Es importante que esté situada temporalmente cerca de los albores del siglo veinte, cuando aún la ciencia no había comenzado su explosivo crecimiento exponencial. Muchas pruebas científicas se veían como obra de la magia y no de la ciencia. El personaje de Tesla, interpretado por David Bowie, inspirado en Nikola Tesla (1856-1943), inventor, ingeniero y físico que contribuyó enormemente al estudio de la corriente alterna, trae a la mesa una idea interesante: en los extremos sobrenaturales también hay muchos aspectos de la ciencia que no se comprenden.
El film es entretenido, pero la historia se alarga un poco al querer llenar más de dos horas de película. Jackman y Bale están a nivel de las características físicas que requiere el mago occidental, y no desilusionan para nada en las exigencias actorales de sus papeles. Pero el final deja bastante que desear, la revelación del secreto de Alfred Borden parece el desenlace de una telenovela de bajo presupuesto.
Pareciera que en respuesta a estas dos exitosas producciones de Hollywood, a principios de 2007, se estrena una comedia con un estilo de humor muy inglés: Magicians (Andrew O’Connor, Reino Unido, 2007). Es el único film de O’Connor, ya que su labor ha sido principalmente para la televisión, también junto a los actores principales de esta película: Karl Allen y Harry Kane.
Aquí no hay misterios ni facetas oscuras de los magos. Se trata de un retrato muy bueno y gracioso del mundillo desconocido de los aficionados de la magia (magos y admiradores). Los dos protagonistas son también jóvenes magos exitosos que comparten un espectáculo. Sus destinos se separan luego de que uno de ellos mata accidentalmente en escena a su esposa (además, asistente de los magos) con una guillotina trucada. Luego se reencuentran en un concurso de magia, en el cual abundan detalles de este patético mundo. Hay magos que son tan malos que no realizan trucos, simplemente aguantan el dolor (como por ejemplo al tragar un cigarrillo). Otros son capaces de cualquier cosa con tal de aparecer en televisión, como por ejemplo hacerse pasar por médiums. Esto último se muestra en el film como un código ético del mago, está bien engañar, pero nunca deben caer en hacerse pasar por médiums.
Con un estilo muy particular, caras y gestos que nos recuerdan a Mr. Bean, Magicians es una comedia liviana muy graciosa.
Pero en donde Hollywood realmente destapa su estilo por completo es en Next (Lee Tamahori, EUA, 2007). No faltan tiroteos, persecuciones en autos y, por supuesto, agentes del gobierno norteamericano con la misión de salvar al mundo. Nicolas Cage interpreta a un mago mediocre de Las Vegas, que intenta vivir una vida normal, escondiendo un don real que posee de nacimiento: la posibilidad de ver dos minutos del futuro en el cual está involucrado. Cuando su peculiaridad es descubierta por la agente Ferris (Julianne Moore), Cage no puede escapar a la obligación moral de ayudar a detener un ataque nuclear terrorista.
La película es chata en todos los aspectos, una historia de amor increíble entre Nicolas Cage y Jessica Biel (interpretando a la dulce y atractiva maestra rural, Liz Cooper). Incluso actores excelentes, como Julianne Moore, no logran brillar como merecen. Pero la razón para incluirla es que se puede rescatar una idea interesante. De todos los shows que vemos de magos, ilusionistas y mentalistas, unas pocas veces lo que vemos ocurre de verdad. Existe un grupo de magos que realmente tienen un don sobrenatural y deben esconderlo mediante un truco barato. Lo sobrenatural debe ocultarse inexorablemente, porque sería imposible de soportar para el resto de la gente.
También hay una referencia al principio de incertidumbre de Heisenberg, es imposible que el observador no afecte lo observado. En el caso de Next, el protagonista es capaz de ver dos minutos de su futuro. La mayoría de las veces que lo ve, cambia sus acciones y, en consecuencia, cambia el destino y el curso de los hechos.
Y el último film que me gustaría incluir en esta recopilación cronológica es El último gran mago (Death Defying Acts, Gilliam Armstrong, Reino Unido/Australia, 2007). El protagonista es el gran Houdini, personificado de forma excelente por Guy Pearce. Ya de por sí, el film es atractivo por la figura de Houdini, una de las más enigmáticas del mundo de los magos e ilusionistas.
En una de sus giras, Harry Houdini conoce en Escocia a Mary McGarvie, una mentalista interpretada por Catherine Zeta-Jones. La mujer se presenta con su hija en respuesta a un desafío que Houdini propone, ¿existe una persona que pueda adivinar las últimas palabras que su madre le dijo antes de morir? La relación entre el gran ilusionista y Mary se convierte en un romance casi adolescente y El último gran mago nos deja con muchas ganas de conocer más sobre otros aspectos de Houdini.
Pero este film instala la relación entre la magia y la muerte. Hay fronteras muy delgadas entre la magia y la muerte, a las cuáles Houdini se acercaba de forma peligrosa con cada uno de sus actos. La muerte y el más allá eran una obsesión para Houdini, en su vida quiso desmitificar a los médiums, quienes cuentan con la habilidad de hablar con los muertos.
Es cuestionable también en el film qué parte del relato fue real en la vida de Houdini y cuánto es simplemente ficción en el film. Hay muchos aspectos históricos: como el amor infinito que tenía Houdini por su madre, la forma en que murió, las ilusiones en sus espectáculos, etc., y puede chocar que, en un mismo nivel se plantee un romance con una médium, mientras en relación a la vida amorosa de Houdini se cree que fue siempre fiel a su alma gemela: su esposa Bess.
Recapitulando sobre estas cinco películas, este recorrido por un período cortísimo de la historia del cine nos regala material mágico, pero también nos deja con ese sentimiento ambicioso (aunque sano) de querer saber mucho más sobre el tema. Los magos son personajes fascinantes, y el cine los mira con curiosidad, tratando de entenderlos. Las películas que son fruto de esta fascinación están contagiadas también de la magia que aportan sus protagonistas.