Reseñas de festivales
Only Lovers Left Alive
El inicio del film es bellísimo. El cuadro se cubre de un nocturno cielo estrellado, luego comienza a girar en círculos hasta fundirse en un tocadiscos que sigue dando vueltas en plano cenital mientras se escucha Funnel of Love, de Wanda Jackson. El disco continúa girando hasta desvanecerse y mutar hacia los dos protagonistas que descansan plácidamente. Eva (Tilda Swinton) está recostada en el piso con la cabeza apoyada sobre su cama. Luce una bata negra con bordes labrados en dorado. Su cabello es largo y rubio, tiene un peinado salvaje que armoniza con la palidez de su rostro. Adam (Tom Hiddleston) está sentado en un sillón de cuero bordó, tiene el torso desnudo y usa jeans oscuros. El cabello es negro y largo hasta sus hombros. Una de sus manos abraza una guitarra. La blancura de su piel resalta en la penumbra de su cuarto. Así comienza Only Lovers Left Alive, el último film de Jim Jarmusch, presentado en el Festival de Cannes, Sitges y Nueva York. Su reciente estreno en el 16º Bafici fue uno de los más esperados en la sección Panorama.
A Eva y Adam los unen siglos de amor, de arte, de tiempo. Son una pareja de vampiros que han sobrevivido hasta nuestros días y siguen intactos. Lucen jóvenes y pasionales. Adam vive en Detroit, una ciudad que quedó en el olvido. Es músico y compone dark rock, altamente consumido dentro del circuito Underground. Nadie conoce su identidad. No desea nada de los humanos, los llama, despectivamente, “zombies”. Él está recluido en una bella y antigua casona de un barrio solitario. Sólo tiene conexión con el exterior a través de dos proveedores, uno de ellos es un simpático joven (Anton Yelchin) que lo visita en su casa y le consigue lo que desea, desde modelos de guitarras añejas y valiosas hasta una bala de madera. El otro es un médico (Jeffrey Wright), al que por la noche Adam visita, disfrazado de doctor, para comprarle sangre de buena calidad. El tiempo que ha vivido le pesa demasiado y se siente deprimido.