Críticas
Una obsesión sostenida en el tiempo
Mad God
Phil Tippett. EUA, 2021.
La expectación creada ante el estreno de Mad God no tiene precedentes. Presentada por primera vez en el Festival de Locarno, fuera de competición, esta obra de artesanía visual en stop motion es, desde antes de su estreno, un film de culto incuestionable. Sus méritos son múltiples y van de la mano de la grandeza de su autor. El gran Phil Tippett ha trabajado como responsable de los efectos visuales de muchas de las grandes películas de ciencia ficción de los últimos cincuenta años. En 1977 da comienzo su carrera dentro de los efectos visuales con La guerra de las galaxias, es el artífice de los transportes acorazados todoterreno en El imperio contrataca (1980), consultor de los efectos creativos en Indiana Jones y el templo maldito (1984), creador de los robots ED209 en Robocop (1987), supervisor de los dinosaurios en Parque Jurásico (1993) o supervisor de los efectos de las criaturas en Starship Troopers (1997). Desde 1987, da comienzo a esta locura enfermiza llamada Mad God, un trabajo mastodóntico, producto de la combustión de varias épocas. Treinta años han tenido que transcurrir para que pudieran ver la luz estos 83 minutos de metraje, depurados por el paso del tiempo.
Un trabajo meticuloso, en el que cada marioneta representa un lugar recóndito del estrato subconsciente de su creador. Este es el resultado de muchas anotaciones de sueños, de los que ha extraído información sensorial, cognitiva y emocional. Sin embargo, el entramado onírico no sigue una coherencia entre épocas, lugares y personas, tan solo se fusionan de forma plástica, incongruente y discontinua. Mad God sigue la estela de este patrón, no hay un comienzo ni un final, es todo un bucle de ideas y conceptos que sugieren otras reflexiones que se van integrando. No existe una linealidad, solo el planteamiento de dar sentido a algo que no lo tiene, como un tormento que una y otra vez horada el cerebro. Porque sin duda, Mad God es producto de una obsesión sostenida en el tiempo.
Han sido treinta años, pero podrían haber sido otros treinta más. La cinta comienza con un texto extraído de Levíticos en el que un dios malvado amenaza con infundir pánico. Mucho de este texto del Antiguo Testamento trasciende e impregna las imágenes que veremos a lo largo de la cinta, la síntesis de miles de holocaustos, lo profano y lo sagrado, rituales de sacrificios, purificación y expiación. La torre de Babel como génesis después del diluvio universal, la humanidad casi extinta, salta por los aires y una nube negra da paso a una larga secuencia en la que una cápsula metálica desciende por entre los estratos de un acantilado kilométrico que contiene evidencias de civilizaciones ancestrales inhumadas. Dentro del habitáculo, un soldado que parece extraído de la Segunda Guerra Mundial, con su máscara de gas, prismáticos y un mapa hecho añicos. A partir de aquí entendemos que ese descenso ha sido para ingresar directo al infierno. Un escenario devastado por alguna guerra nuclear donde habita todo tipo de monstruos de pesadilla. Criaturas mutiladas, deformadas y teratogénicas pertenecientes a un inframundo desolador que es sustrato de un laboratorio de exterminio y explotación, cuyo investigador principal podría ser el mismísimo Menguele. Reminiscencias de un jardín de las delicias con criaturas de Ray Harryhausen que podría haber diseñado el propio Dante, un submundo distópico de opresión del imaginario de Terry Gilliam o una Metrópolis cuya exacerbada mecanización es producto de un sistema capitalista que extermina y remplaza sin pestañear.
En este caos hay lugar para la creación, la de fetos necrosados, pero sobre todo hay lugar para la muerte. Nos acostumbramos a ver el fin de las existencias de cientos de esclavos, mientras construyen edificios monumentales. La existencia es efímera, casi un suspiro y su dinámica nunca cesa, estamos ante un volver a empezar una y otra vez. El poder hipnótico de las imágenes no permite apartar la vista de algo que es único, genuino e irrepetible y, por esto mismo, no es apta para todos los públicos. Su violencia, escatología y radicalismo pueden herir sensibilidades. Cada fotograma es un proyectil que está por explotar, no hay contención, es necesario que todo vuele por los aires y nadie quede impune. Por todo esto, lo único que podemos hacer ante una obra de estas dimensiones, es entregarnos a la experiencia y dejarnos llevar. Porque el film funciona como un sueño vívido o como un hechizo de brujería, una vez inmersos en la experiencia, nunca te abandona, pasado el tiempo vuelve a tu cabeza una y otra vez.
Tráiler:
Ficha técnica:
Mad God , EUA, 2021.Dirección: Phil Tippett
Duración: 83 minutos
Guion: Phil Tippett
Producción: Tippett Studio
Fotografía: Chris Morley, Phil Tippett
Música: Pray for Rain
Reparto: (Animación) Alex Cox, Niketa Roman, Satish Ratakonda, Harper Taylor, Brynn Taylor