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Magia, ilusionismo e hipnosis en el cine de Woody Allen
La filmografía de Woody Allen es lo suficientemente amplia como para haber tratado a lo largo de sus películas una amplia gama de temas, ya que el realizador neoyorquino ha escrito más de setenta guiones, ha dirigido casi medio centenar de films y ha protagonizado más de cuarenta largometrajes. Además, no parece que en los próximos tiempos vaya a bajar el ritmo. Los recuerdos, la nostalgia y, en definitiva, la memoria resultan fundamentales para aproximarse a su obra, que bebe de fuentes diversas, tanto cinematográficas como literarias, filosóficas, pero también televisiva. Si hay algo que forma parte indisoluble de la memoria de Woody Allen es el mundo del espectáculo en general, y, dentro de ese mundo, los espectáculos de magia, ilusionismo e hipnosis. Si bien esos números, propios de un teatro de variedades o vodevil, no suponen la parte central de su labor, sí se trata de un componente que aparece de vez en cuando en su obra, y que, en alguna ocasión concreta, ha supuesto el auténtico leitmotiv de alguno de sus títulos.
En muchas de sus películas más conocidas y celebradas, Woody Allen interpreta a cómicos, guionistas o directores de cine. Así ocurre, por ejemplo, con el personaje de Alvy Singer en Annie Hall (1977), con el cómico Isaac Davis en Manhattan (1979), con el director de cine Sandy Bates, protagonista de Recuerdos (Stardust Memories, 1980), o con el realizador de documentales de corte social Cliff Stern en Delitos y faltas (Crimes and Misdemeanors, 1989). Y, si bien es verdad que el mundo del espectáculo es central en buena parte de la filmografía de Allen, no menos cierto resulta que, en ocasiones, dentro de ese universo, el director les rinde homenaje a los artistas de circo y a los enigmáticos personajes que pueblan las barracas de feria. ¿De dónde, si no, podría haber salido un personaje como Leonard Zelig?
Para muchos críticos, Zelig (1983) es una de las obras maestras de Woody Allen, una película que supone un auténtico hallazgo de fotografía y montaje, ya que en ella, en clave de falso documental o mockumentary, el propio Allen interpreta a un auténtico hombre camaleón, capaz de mimetizarse con el entorno social que le rodea. Ahora bien, acaso el título que mejor refleja ese mundo es Broadway Danny Rose (1984), en la que Woody Allen encarna a un desastroso –pero entregado– representante de artistas de tercera categoría, cuyos, representados, en palabras de Jorge Fonte, “son tan particulares como él: un bailarín de claqué con una sola pierna, un xilofonista ciego, un malabarista manco” y un hipnotizador que, en un momento dado de su actuación, es incapaz de despertar a la anciana judía que acaba de hipnotizar, lo que provoca una situación hilarante cuando Danny Rose trata de invitar al marido de la anciana para compensarle.
Una de las películas imprescindibles en este recorrido es, necesariamente, La rosa púrpura de El Cairo (The Purple Rose of Cairo, 1985), en la que se produce una apasionante mezcla de realidad y ficción. Cecilia (Mia Farrow), una mujer desgraciada que vive una relación tormentosa con su marido (Danny Aiello), que es un borracho y se gasta todo su sueldo de camarera, se refugia en un modesto cine de barrio, el Jewel, donde están proyectando precisamente La rosa púrpura de El Cairo, que la protagonista ha visto ya muchas veces. Sucede lo inesperado cuando uno de los personajes de la película, interpretado por Jeff Daniels, sale de la pantalla y vive un idilio con Cecilia. Años más tarde, John McTiernan rodaría un remake en clave de acción, El último gran héroe (Last Action Hero, 1993). Hay quien quiere ver en La rosa púrpura de El Cairo una relectura del mito de la caverna de Platón, y hay quien la considera como uno de los grandes homenajes que se han hecho al séptimo arte desde dentro mismo del cine. Aunque hay varios niveles de lectura, lo que está claro es que el cine sigue siendo un lugar al que podemos ir para escapar de una vida que no nos gusta.
Otra referencia inexcusable a la hora de hablar del mundo del espectáculo en el cine de Woody Allen es el mediometraje Edipo reprimido (Oedipus Wrecks), uno de los tres episodios que componen la película colectiva Historias de Nueva York (New York Stories, 1989), concretamente el tercero, tras Apuntes al natural (Life Lessons), dirigida por Martin Scorsese, y Vida sin Zoe (Life without Zoe), de Francis Ford Coppola. En Edipo reprimido, el abogado Sheldon Mills (Woody Allen) contempla cómo su controladora madre (Mae Questel) desaparece tras un truco de magia del gran Shandú (George Schindler), pero eso, lo que inicialmente supone un alivio, se convierte en pesadilla cuando la imagen de su madre aparece en el cielo de Manhattan y comienza a contarle a todo el mundo detalles humillantes de la vida de su hijo. Para solucionar la situación, Sheldon debe acudir a una vidente llamada Treva (Julie Kavner), de la que se acaba enamorando.
También Alice (1990) guarda ciertos componentes mágicos en su guion. En ella, el personaje principal, Alice, interpretado por Mia Farrow, acude al misterioso doctor Yang (Keye Luke), que realiza sesiones de hipnosis y regresión. El doctor le proporciona a Alice unas hierbas que cambian radicalmente su forma de ser y su vida. Como afirma Jorge Fonte, “estas hierbas mágicas de las que hablamos son varias: con unas se vuelve invisible, con otras se abre a los recuerdos de su pasado y recibe la visita de su primer (y verdadero) amor; otras, en cambio, le sirven para estimular su creatividad artística, y las últimas que le da el doctor Yang antes de cerrar su consulta hacen que quien las beba se enamore perdidamente de ella”. La película es casi un remake de Giulietta de los espíritus (Giulietta degli spiriti, Federico Fellini, 1965).
El mundo del circo es el telón de fondo sobre el que se desarrolla Sombras y niebla (Shadows and Fog, 1991), el particular homenaje que Allen le rinde al expresionismo alemán de Lang y Murnau, con resonancias de dos de sus maestros, Ingmar Bergman y Federico Fellini, convocados a propósito de Noche de circo (Gycklarnas afton, 1953) y La strada (1954), respectivamente.
De todas maneras, de las películas de Allen de los últimos tiempos, solo hay dos que vuelven a tratar específicamente este mundo, pero no así el del espectáculo en general, ya que títulos como Balas sobre Broadway (Bullets Over Broadway, 1994) o Un final made in Hollywood (Hollywood Ending, 2002), entre otras, tienen como protagonistas a personajes que proceden del mundo artístico. Ahora bien, en La maldición del escorpión de jade (The Curse of the Jade Scorpion, 2001), el hipnotismo jugó nuevamente un papel fundamental: C. W. Briggs (Woody Allen) es un investigador de una compañía de seguros en el Nueva York de los años cuarenta que es hipnotizado por el mago Voltan (David Ogden Stiers), quien, con las palabras “Constantinopla” y “Madagascar”, controla su voluntad y lo hace cometer robos que luego él mismo habrá de investigar. Hay ecos en este largometraje de algunos clásicos del cine negro, como Perdición (Double Indemnity, Billy Wilder, 1944) o El halcón maltés (The Maltese Falcon, John Huston, 1941), pero también de comedias como El apartamento (The Apartment, Billy Wilder, 1960).
Vuelve a aparecer un número de ilusionismo en Scoop (2006), en la que el gran Splendini (Woody Allen) hace desaparecer a la estudiante de periodismo Sondra Pransky (Scarlett Johansson. Del mismo modo, en Conocerás al hombre de tus sueños (You Will Meet a Tall Dark Stranger, 2010), juega un interesante papel una adivina y el propietario de una librería esotérica, pero donde la magia cobra de nuevo peso es en la magnífica Midnight in Paris (2011), la mejor película de Woody Allen en muchos años, sobre todo por los componentes que tiene de fábula y de regreso a la de edad de oro de las artes. Gil Pender (Owen Wilson) es un guionista de éxito en Hollywood que ha renunciado a ser un gran novelista, pero una noche, en París, adonde ha ido con su prometida (Rachel McAdams), se sube a un extraño coche que lo transporta a los dorados años veinte de la ciudad del Sena, donde se encuentra con F. Scott Fitzgerald (Tom Hiddleston), Cole Porter (Yves Heck), Ernest Hemingway (Corey Stoll), Gertrude Stein (Kathy Bates), Pablo Picasso (Marcial Di Fonzo Bo), Salvador Dalí (Adrien Brody) y Luis Buñuel (Adrien de Van). Sin duda, un bonito sueño hecho realidad.
Relájense; en cuanto diga “Madagascar”, despertarán ustedes de un dulce sueño y no recordarán nada de lo que han visto y leído: “Madagascar…”.
Bibliografía:
FONTE, Jorge, (1998), Woody Allen, Madrid, Cátedra, 2012, 6ª edición ampliada.
Excelente análisis sobre aspectos centrales y muy interesantes de la filmografía de Woody Allen