Críticas
Una interminable persecución
Manhattan sin salida
21 Bridges. Brian Kirk. EUA, 2019.
Un policial convencional cargado de acción que narra la historia de un policía “defensor de la justicia”, quien, auxiliado por una oficial de narcóticos, se encargará de perseguir a dos peligrosos delincuentes.
La historia no observa ningún giro novedoso, es la típica narración del héroe justiciero que opera amparado en una ética propia; el film la enaltecerá en el afán de ganar la adhesión del espectador.
Esta función vendría dada desde el inicio a partir del discurso de un sacerdote, combinado con un plano picado y un plano nadir, ambos a gran altura: uno dentro del recinto religioso y el otro, tomando la salida del féretro que contiene el cuerpo del padre de André. Luego se verán varios planos generales en picado, con mayores o menores inclinaciones y a importantes alturas: Nueva York y Manhattan son exhibidos desde diferentes ángulos aéreos.
Estos posicionamientos de cámara aluden a una concepción cuasi divina del heroísmo, que es transferido de padre a hijo con una fuerza comparable a la trasmisión genética: André declara que está en su ADN. Los valores del ancestro, asesinado injustamente, despiertan una vocación no de venganza sino de justicia; son avalados por un dios que va a manifestarse en los planos de altura, en concomitancia con el discurso sacerdotal. Es clara la intención de mostrar la presencia del poder absoluto, en compañía del accionar del protagonista. André es legítimo heredero de la justicia divina a través de los valores inculcados por el ejemplo de su padre.
No cualquiera ocupa ese lugar; hay de todo en el sistema, pero André será el “angelito negro” encargado de hacer justicia, demostrando seguridad y convicción a prueba de todo riesgo.
Es así que nuestro héroe hace gala de un gran despliegue de capacidades plenamente justificadas por la propia naturaleza personal. No solo se manifiestan en su habilidad y tesón, sino también en el carácter bondadoso que la sangre derramada no atina a salpicar: cuida de su madre como todo buen hijo lo haría. Así está perfilado el personaje, y, digamos que protegido contra cualquier tipo de crítica o razonamiento que ose intentar un mínimo cuestionamiento de sus acciones.
El film no se sale de los parámetros de la mejor tradición del cine comercial hollywoodense y ejerce un despliegue de múltiples escenas de acción, choques, persecuciones y balaceras, que constituyen su esencia: el gancho para el espectador.
Un guion correctamente elaborado en función de un mediocre y predecible producto, nos lleva de paseo por persecuciones y tiroteos con mucha sangre y defunciones, en aras de saciar el deseo de acción sin límites del consumidor dentro del marco de una película perteneciente al género policial.
Un cine de muchas corridas y pocas ideas, donde resalta más el estado físico del protagonista que su talento como actor.
Llama la atención el lugar preponderante que ocupa el negro. La posición dramática en el conflicto entre André y Michael nos dice mucho. Uno es el héroe y el otro el delincuente con sentimientos impropios para el estereotipo habitual: cuestiona las muertes y participa de una cierta colaboración en el combate a la corrupción.
Abundan los matices morales interraciales: hay negros y blancos buenos, así como negros y blancos malos y combinaciones de lo uno con lo otro: si algo queda claro es que el film está más allá de todo racismo; se alinea a una moral kantiana que desde el principio sale en defensa del imperativo categórico. Vale la pena que lo tengamos presente: “obra solo según aquella máxima por la cual al mismo tiempo puedas querer que se convierta en ley universal”. Esta frase no considera diferencias raciales y se apoya en la realidad de las acciones y no en prejuicios a priori. Podríamos tomar su carácter rígido y absoluto que contribuye a una difícil aplicabilidad en lo real. Aunque André la considere como premisa de su accionar no deja de ser su propia moral la que está en juego como algo no necesariamente compartido.
El film promueve una idea de justicia basada en la autoridad y el castigo “bien entendidos”; ejecutados más allá de política, razas o instituciones. Nos hace recordar las potestades inalienables otorgadas a los elegidos por derecho divino. André ocupa ese rol en desmedro del funcionamiento institucional oficial. La justicia sería algo individual que no participaría del sistema; algo personal cuya capacidad de aprendizaje por el ejercicio circularía de forma particular a través de la educación y el ejemplo familiar.
En otro orden de cosas, y ya apuntando más a cuestiones formales, tenemos una organización en múltiples planos breves (sobre todo en exteriores) que nos sitúan ante un desplazamiento frenético: nos permite experimentar el gran ritmo de una persecución que nos pone en vilo de principio a fin. Y esto no por lo impredecible del final. Con cada elemento que surge se nos va direccionando hacia lo previsible por intermedio de detalles que puedan surgir en ese acostumbramiento a una dinámica que va generando gradualmente presunciones lógicas. La película ofrece una progresión que en todo momento está aportando datos nuevos; se va desenrollando una madeja, que, si bien no exhibe originalidad, logra dosificar los componentes de la trama en una relación lineal pero gradual: nos vamos enterando de a poco de lo que está sucediendo. Se mantiene cierto grado de tensión acerca de un desenlace a grandes rasgos previsible, debido a las características tradicionales del género. Parece una paradoja, pero no lo es, lo que queremos decir es que dentro de un rango de probables desarrollos y finales típicos para un policial, el guion elige ir entregando una posibilidad específica de forma dosificada, de manera tal de no generar anticipaciones demasiado bruscas que lleven a perder interés en el desarrollo. Es lo previsible dosificado en el tiempo hasta llegar a un desenlace del tipo de los posibles para el género. Lo necesario para que el espectador consuma el producto que fue a buscar sin sentirse traicionado.
Esa gradualidad en el despliegue del desarrollo de la trama es mérito del guion y de un montaje que proporciona velocidad, agilidad y dinámica a los contenidos: la película nunca decae en su ritmo vertiginoso.
Trailer
Ficha técnica:
Manhattan sin salida (21 Bridges), EUA, 2019.Dirección: Brian Kirk
Duración: 99 minutos
Guion: Mathew Carnahan, Adam Mervis
Producción: AGBO. Distribuida por Film and TV House, GEM Entertaniment, STX Entertainment. Productor: Antonhy Russo, Jose Russo
Fotografía: Paul Cameron
Música: Alex Belcher, Henry Jackman
Reparto: Chadwick Boseman, Sienna Miller, Taylor Kitsch, J.K. Simmons, Stephan James, Keith David, Victoria Cartagena, Gary Carr, Shayna Ryan, Toby Hemingway, Dale Pavinski, Louis Cancelmi, Christian Isaiah, Morocco Omari, Katie Mc Clellan, Jamaal Burcher, Adam Desautels, Lucky Harmon, Kevin D. Benton, Suzette Gunn, Wesley Green, Gina Destra, Jamie Neumann,