Críticas
Tengo un monstruo en el armario
Mantícora
Carlos Vermut. España, 2022.
Desde los primeros fotogramas, un chico absorto en su trabajo se mueve con extraña fluidez, recreando figuras en 3D, en ello ya percibimos inquietud; esta nos perturba y pertenece a la vez. Quedamos inmediatamente inmersos y con ganas de más, sometidos a la consecución de una historia desconocida. Esta es una de las películas que debería verse sin leer ninguna crítica ni reseña previa, algo, por otra parte, muy complicado a día de hoy en el que estamos imbuidos en la vorágine internauta que nos absorbe y explica demasiado sin discriminación alguna.
Preparados de esta forma, se dibujan unos personajes muy cuidados que construyen, como melancólica melodía, todo el entramado de una historia triste, compleja y poco convencional.
Unos ojos grandes de mirada perdida, toscas habilidades físicas y carácter complejo son las claves de este atormentado personaje que Nacho Sánchez (Ávila, 1992) interpreta a la perfección. Nunca los videojuegos tuvieron mejor artífice para recrear las figuras monstruosas construidas en su cabeza. Retocándolas una y otra vez, estas estructuras de modelaje cobran vida virtual y se manejan a través de las emociones del atormentado protagonista. La actriz protagonista Zoe Stein (Barcelona, 2000) encarna un personaje también triste y solitario que vaga, por otras razones, sintiendo soledad profunda. Actriz de teatro, vimos su savoir faire en la serie La caza: Tramuntana (2021) o en Amics per sempre (Román Parrado, 2017).
Uno encarna al monstruo, la otra, a la princesa del guisante. Dos seres incomprendidos coinciden en la encrucijada y no saben ni encontrarse; su relación es compleja en todos los sentidos.
Tendemos a apostarlo todo a la carta del amor y esta es una de las más inseguras que existen, en este caso, tal premisa, es la base de la peculiar relación entre la criatura y la chica, el dragón y la princesa, la bella y la bestia, o un sinfín de ejemplos que nos muestran la empatía de la protagonista que conoce el más allá de su acompañante que, devorado por su propio monstruo, aparece arrollado por sus miedos y no sabe cómo actuar, embarcándose en peligrosas acciones que de modo inocente le abocan al abismo. Ella, consciente o no, intentará salvarlo, pero al verse incapaz, superada por su capacidad de raciocinio, lo deja en el momento más complicado. Aun así, lo comprende y lo apoya sin saber muy bien por qué, quizá su sino sea cuidar de los desvalidos al igual que hizo con su padre en su momento.
Añadamos al vértice un tercer protagonista. El vecino. Infante que en la primera parte del metraje es rescatado de las llamas por su potencial peligro posterior. Este es quien le crea ataques de ansiedad, suponemos por el impacto del fuego, quien le deja sin trabajo por un inocente dibujo y una creación posterior de modelaje personal que no atribuimos de ningún modo a ello. Poco a poco el director nos conduce donde quiere para llegar al desenlace de la historia gracias a la consecución de la visita inicial prometida. Tras ella ya no puede parar.
En un instante se desata la mantícora y actúa por instinto. Cuando es consciente de la atrocidad que deja en suspense, se lanza al vacío y sufre. Al final los malos siempre pierden, mueren o agonizan. Condenado a vagar una vida de sufrimiento se auguran tiempos de desconsuelo vistos desde otra perspectiva. Mejor suerte tuvo el fantasma de la ópera.
Es ahí cuando él comete la atrocidad más brutal de su existencia, precipitado al fracaso total, lanzándose al abismo para olvidar. Un acto de amor en dirección equivocada. Despertarse del letargo en el que se ha sumido es el drama de esta historia de terror romántico que, a modo de tragedia griega, nos recuerda trabajos como Las niñas de cristal (Jota Linares, 2022) o Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991).
El mal, desatado en todas sus formas, da paso a una especie de compasión sentida. Carlos Vermut (Madrid, 1980) nos regala una filmación particular que, al igual que los protagonistas, esconde más que muestra dejando a la imaginación del que visiona, todo un trabajo interno que permite construir actores y personajes desde las entrañas más profundas. Solo así conseguimos comprender la verdadera magia oscura que transmite. Podemos percibirlo en cualquiera de los momentos de modelaje o en la escena final del espejo, en ellas apreciamos la magnitud de este potencial. Otro factor destacado es la música o más bien su ausencia casi total. Un score austero con muchos silencios aporta esa dosis de miedo y suspense necesaria, digna de cualquier trabajo hitchcockdiano.
La pedofilia se atisba en unos pocos fotogramas. No hace falta más para comprender de forma inmediata toda la película. Los pesares del protagonista salen a la luz y quedan libres para que el espectador pueda enjuiciar libremente sus acciones.
Un monstruo atormentado le valió a Nacho su nominación al Goya como actor protagonista, villano en esta película, representa al monstruo que todos escondemos dentro.
Está todo escrito en un guion que se presenta deslavazado en principio y va hilándose sin que seamos conscientes de ello. Nuestra parte inconsciente ya hace tiempo que se ha dado cuenta de todo, pero nosotros como seres racionales deberemos procesar la información como en las pantallas de Nacho para plasmar aquello que se nos presenta a trazos ante nuestras incrédulas miradas, la oscuridad del personaje tiñe como una pátina negra todo este trabajo.
Un reto en todos los sentidos que tiene el sello de Vermut en todas partes, ya desde Magical Girl (2014) no hace más que crecer en profundidad y complejidad, construyendo trabajos novedosos y arriesgados. Tratando temas complejos o mejor, sobrevolando sobre ellos, pone en tela de juicio a una parte de la sociedad que se aparta de convencionalismos.
Seres enfermos que vagan por el mundo sin entender muy bien cómo y por qué. Un cordero indefenso disfrazado de monstruo digital o a la inversa es quien desarrollará la acción principal. Sus actos marcan el camino, uno tortuoso, que no entendemos ni compartimos, pero que de alguna forma, como la actriz protagonista, juzgamos, valoramos y frente al cual actuamos en consecuencia según carácter y maneras. La capacidad de perdón siempre tiende a infinito y sin esperarlo, un rayo de luz cruza el umbral. ¿Quién sino, volvería para atender sus necesidades más básicas? Ahí os dejo la reflexión.
Ficha técnica:
Mantícora , España, 2022.Dirección: Carlos Vermut
Duración: 115 minutos
Guion: Carlos Vermut
Fotografía: Alana Mejía González
Reparto: Nacho Sánchez, Zoe Stein, Catalina Sopelana, Javier Lago, Patrick Martino, Ángela Boix, Álvaro Sanz Rodríguez, Vicenta N'Dongo, Joan Amargós, Albert Ausellé,