Mapa

Una de las posibles acepciones de la palabra «mapa» nos conduce a una representación geográfica por descubrir donde ubicarse o perderse, según se quiera. El mapa de Elías León Siminiani nos evoca diferentes estratos en los que él transita por la impetuosa necesidad de encontrarse a sí mismo. Un buen día, al despertarse, se reconoce como un extraño de su propia vida y ya no sabe dónde ha quedado el rumbo que debe seguir. Es el momento de alejarse, física y mentalmente, en busca de una solución al vacío que pesa sobre sus hombros. El viaje que emprende le hace recorrer unos diez mil kilómetros hasta llegar a la India, uno de esos destinos clásicos de quienes buscan cultivar la espiritualidad o un cambio radical en sus vidas. Sin embargo, es allí donde se siente más fuera de lugar que nunca. Lejos de superar la desilusión y frustración acumuladas tras una ruptura sentimental y el hecho de haber sido despedido de su trabajo, llega a la conclusión de que hay una persona que se ha colado en sus pensamientos, en sus planes, en sus ilusiones. Tras esta nueva certeza, es hora de regresar a Madrid y reencontrarse con ella.

En Mapa subyace la tradición en la línea del situacionismo, en la que se arranca de un hecho real, a través del cual se elabora un relato con elementos ficcionales, que aunque no es tan común en el lenguaje cinematográfico como lo puede ser en la literatura, es una vertiente muy interesante, cuya fórmula se utiliza cada vez más dentro del nuevo cine documental. Sin ir más lejos, Siminiani ya había trabajado sobre este terreno en sus cortometrajes previos, y, por citar un ejemplo cercano, el recientemente premiado con un Goya, Sergio Oskman, también utiliza este punto de partida en su cortometraje Una historia para los Modlin (2012).

Mapa está construida sobre la experiencia real de Siminiani. Toma como base vivencias auténticas de su vida, conectadas en un orden menos caótico que el habitual en el que se sucede la realidad. Narrada con un estilo más propio de la ficción que del documental, la historia contiene un entramado propio de una novela relatada en primera persona con una dosificación bien calculada de la información y los momentos de mayor tensión narrativa, lo que hace que el espectador desarrolle un gran interés por conocer la resolución de sus decisiones y los derroteros que tomará su vida. Muestras de esto son la utilización de la música, el tratamiento como personajes de las dos mujeres que representan el amor y desamor que experimenta Siminiani y la gran cantidad de guiños y referencias cinéfilas como lo es el cine de Truffaut. También existen reflexiones lanzadas a viva voz sobre cómo debería filmar esto o aquello y de cómo se va construyendo la composición de este, su primer largometraje.

La deriva a la que se lanza Siminiani se relaciona muy directamente con el concepto de la psicogeografía y cómo se contemplan las emociones dentro de una localización concreta. Su viaje a la India, que inicia con la cámara en mano, le sitúa frente a un abismo al que no sabe hacer frente y el hecho de grabar edificios racionalistas en Delhi para evitar afrontar el cuestionamiento moral que tiene sobre sí mismo le hace vulnerable. Porque grabar a la gente que se cruza con él por las calles o, en definitiva, el reflejo de sus vidas es algo que incomoda profundamente la mirada de cualquier turista acomodado. Esta sensación de inestabilidad tiene un efecto sumatorio en su confusión total que hace que este recorrido por la India le lleve más directo que nunca al punto de partida. En Madrid vuelve a filmar las calles, es mucho más fácil, pero continúa buscando una salida a ese vacío que no le abandona.

Cinco años ha durado este viaje llamado Mapa en el que Siminiani ha logrado dejar atrás uno de sus anhelos y empeños más personales. El de hacer cine. Un cine tan personal como un diario, una brecha abierta que, gracias al cine, podrá cerrarse.

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