Festivales
Mar del Plata 2022
Una vez más se celebró la fiesta del cine en Mar del Plata. Del 3 al 13 de noviembre se llevó a cabo la 37ª edición del Festival Internacional de Cine (MAR|37), el único de clase A en América Latina, organizado por el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA) y el Ministerio de Cultura de la Nación. Con la presidencia de Fernando Juan Lima y la dirección artística de Pablo Conde, el festival, dedicado este año al gran realizador argentino Leonardo Favio, volvió a la presencialidad plena y contó con la visita de más de 58 invitados internacionales, entre los que se encontraban el director estadounidense John McTiernan; la realizadora francesa Patricia Mazuy, de quien pudo verse una retrospectiva; el director de fotografía portugués Rui Poças; y el crítico español Marcos Uzal. Más de 200 mil personas participaron de las 500 funciones en sala y proyecciones al aire libre, así como de conferencias, presentación de libros y conciertos en más de diez espacios de la ciudad balnearia. En la oportunidad, además, se inauguró en Mar del Plata la sede de la ENERC (Escuela Nacional de Experimentación y Realización Cinematográfica), con especialización en animación y tecnologías digitales.
La película de apertura fue uno de los íconos de la Nueva Ola francesa, Sin aliento (À bout de soufflé, 1960), en claro y merecido homenaje a Jean-Luc Godard, fallecido recientemente. Paralelamente, Imperio de luz (Empire of Light, Sam Mendes, 2022), una mirada alejada de la nostalgia y más bien enfocada en las relaciones humanas que se establecen dentro de una sala de cine; As bestas (Rodrigo Sorogoyen, 2022), sobre la relación de una pareja extranjera que tiene emprende la construcción de un parque eólico y su enfrentamiento con dos hermanos violentos en la Galicia profunda; y Fumer fait tousser (Quentin Dupieux, 2022), un espectáculo delirante de superhéroes que luchan contra un villano para salvar el mundo, inauguraron la nueva edición del 37MAR.
Competencia Internacional
El Astor Piazzola a Mejor Largometraje lo obtuvo la película brasilera Saudade fez morada aqui dentro. Su director, el bahiense Haroldo Borges, se refirió a la importancia del galardón para los trabajadores de la cultura de su país y una esperanza para un cine que está renaciendo. En ese sentido, considera su obra como una metáfora de tal situación, en la que un adolescente lidia con los problemas típicos de su edad, preparándose para un futuro con una única certeza, la inminente pérdida de la visión. Borges sostiene que en esa historia tan sencilla hay caminos hacia la esperanza, a pesar de estar sumidos en la oscuridad. Considera que en Brasil el pueblo está políticamente dividido y que hay que ayudarlo a que se reencuentre a través de la esperanza. Filmada en Bahía, su productor aclara que gracias a la política de federalización del gobierno de Lula y Dilma pudieron rodarla fuera de Río de Janeiro o de San Pablo. Durante seis meses, justo antes de la pandemia, el equipo se instaló en el sertón del noreste brasilero para rodar esta historia con actores no profesionales, que fueron reconocidos con una Mención Especial del Jurado. Estrenada en el marco de este Festival, el filme también obtuvo el Premio del Público.
El premio a la Mejor Dirección fue compartido por dos películas argentinas. La uruguaya (Ana García Blaya), basada en la novela de Pedro Mairal, es la primera producción de Orsai, a través de un crowdfunding, organizado por el escritor Hernán Casciari. Si bien los 1961 socios participaron activamente en la elección de protagonistas, locaciones y demás decisiones, García Blaya sostiene que se sintió muy acompañada y con gran libertad para crear de esta manera, inédita en la Argentina. Es la historia de un escritor que, con el pretexto de burlar las restricciones económicas argentinas, cruza al Uruguay para reencontrarse con una joven que deshace sus fantasías. La otra ganadora de Mejor Dirección fue El rostro de la medusa, de la argentina Melisa Liebenthal, un relato fantástico y absurdo, apoyado en la animación y material de archivo, para indagar en los misterios de la identidad. De manera lúdica, Liebenthal propone un juego al espectador donde la imaginación es la mayor protagonista. Marcela Barbaro nos ofrece su crítica aquí.
El premio al Mejor Guion fue para There There, escrita y dirigida por el realizador independiente Andrew Bujalski. Grabada con un smartphone en pandemia, el director estadounidense logra contar una historia en episodios reinventando el plano-contraplano, logrando reunir artificialmente a los personajes que, entonces, estaban confinados por la pandemia. Bujalski define su filme como “una historia simple sobre personajes que negocian la confianza que los une. Ninguno de ellos se encuentra a menos de mil kilómetros de distancia de los otros, ni tampoco a menos de una semana de sus actuaciones”. Un ejercicio narrativo que apuesta a la versatilidad de sus actores y al trabajo de edición.
El premio Astor Piazzolla Especial del Jurado fue para la potente historia de Francisco Paparella, Tres hermanos, filmada en la Patagonia y que enfoca su mirada sobre tres hermanos y sus conflictos tan cerrados como ese espacio que habitan flanqueado por la cordillera. Mi crítica puede leerse aquí.
También integraron la grilla de la Competencia Internacional Réduit, del suizo Leon Schwitter, en la que nuevamente las montañas (esta vez los Alpes) son testigos de un drama familiar: las vacaciones de un padre y un hijo se transforman en un relato de supervivencia.
También integraron la Competencia Internacional O trio em mi bemol, de la portuguesa Rita Azevedo Gomes, inspirada en una obra de teatro de Éric Rohmer, una pequeña obra de cámara sobre el reencuentro de una pareja que se reúne al año de haberse separado; y Los de abajo, del boliviano Alejandro Quiroga, un drama social que enfrenta los intereses de los habitantes de dos localidades, a raíz de un conflicto por el agua.
So Much Tenderness, película canadiense dirigida por la colombiana Lina Rodríguez, sobre una mujer que debe continuar su vida tras el asesinato de su esposo; Lobo e cao, de la portuguesa Claudia Varejâo, en la que una joven traspasa los límites de una comunidad muy tradicional; el argentino Lautaro García Candela presentó Cambio cambio, un thriller con los típicos personajes de la City porteña, y el estadounidense Daniel Goldhaber exhibió How to Blow Up a Pipeline, en la que un grupo de ambientalistas intentan sabotear un oleoducto en Texas.
Competencia Latinoamericana
El Astor Piazzola al Mejor Largometraje fue para la argentina Trenque Lauquen (Laura Citarella). Ubicada en el lugar que le da nombre al filme, narra la historia de una búsqueda. Su paso por Venecia, de la mano de El Pampero Cine, abrió expectativas. La crítica coincide en que no es perfecta y, sin embargo, propone una participación del público a través de composiciones lúdicas que despiertan la curiosidad, sin que su atención decaiga. ¿Dónde está Laura?, se preguntan los personajes… y también el espectador, incluso una vez finalizados los 250 minutos de su metraje.
El Premio Especial del Jurado fue para Mato seco en chamas (Joana Pimenta y Adirley Queirós), ubicada en una favela, donde la realidad social empuja a una mujer a subsistir gracias a un negocio ilegal, constituyéndose, como dice sus autores, en “una venganza contra cierta élite colonizada, arcaica, mediocre (…) que ha desacreditado las voces periféricas, sus gustos y deseos”.
El jurado premió como Mejor Cortometraje a Ánima, de Manuel Mateo Gómez, porque “pone de manifiesto la relación violenta entre el hombre y los animales, de una manera sutil y potente al mismo tiempo”.
El cortometraje de Sofía Quirós Ubeda, El silencio de los niños, sobre una niña que se enamora de su primo, y el largo de Theo Montoya, Anhell69, que retrata a una comunidad queer en una Medellín sin futuro, obtuvieron menciones especiales.
También se exhibieron, Amigas en un camino de campo, del argentino Santiago Loza, que ubica a dos amigas en un paisaje de invierno, donde recuerdan a una tercera compañera que ya no está. Su director afirma que necesitaba hacer una película calma, que dialogara con la poesía. Se trata, como él sostiene, de “hacer una película como se arma un recuerdo”: capturando momentos fugaces para que permanezcan en la memoria. ERRANTE. La conquista del hogar no solo es una bitácora documental que registra la incursión en solitario de su directora, la fotógrafa Adriana Lestido, en el Ártico, en búsqueda de imágenes propias de su gélida geografía, sino también es la captura reflexiva de su experiencia personal. Notas para una película, del chileno Ignacio Agüero, es un híbrido entre ficción y documental para narrar la experiencia del belga Gustave Verniory, a quien se le debe la ingeniería de la línea ferroviaria en la Patagonia transandina, a finales del siglo XIX. “Imaginar ese tiempo pasado, cruzando textos y paisajes, fotografías y rostros” es la base sobre la que Agüero se apoya para narrar una epopeya que es un espejo entre el pasado y el presente de Chile.
Tengo sueños eléctricos, de la costarricense Valentina Maurel, relata el conflicto de una adolescente que, tras la separación de sus padres, elige estrechar el vínculo con su padre, a quien admira a pesar de su violencia. Los vincula una relación ambigua que la acerca peligrosamente a riesgos que no está preparada a asumir. El tema de la adolescencia y su relación con los padres también está presente en El visitante, del boliviano Martín Boulocq, una historia de redención de un hombre muy religioso que, al salir de prisión, intenta reconstruir el vínculo con su hija, luego de la muerte de su madre. Retrato de una realidad social que cada vez donde adquiere protagonismo el Evangelismo. El panorama social tampoco está ausente en Huesera, de la mexicana Michelle Garza Cervera, que aborda un tema tabú para la sociedad mexicana: el rechazo al embarazo de una mujer que se debate entre su deseo y los mandatos familiares.
Finalmente, Tinnitus, del brasileño Gregorio Graziosi, narra la historia de superación de una buceadora que sufre la enfermedad del título. Claramente, según afirma su director, es una metáfora del Brasil actual, como ha sucedido con otras que ya hemos reseñado, donde tanto la política como la religión establecen los patrones de conducta de una sociedad que cada vez más sufre de ataques de pánico y enfermedades raras entre su población.
Competencia Argentina
El Premio Astor Piazzolla al Mejor Largometraje fue para Sobre las nubes (María Aparicio). Cuatro personajes que no se conocen entre sí pero habitan la misma ciudad y transitan los mismos sinsabores de una vida que no termina de complacerlos. El Premio al Mejor Cortometraje fue para Carne de Dios (Patricio Plaza), animación de terror, ubicada en el siglo XVII y en México, donde un fraile es atendido por una curandera indígena. Oponiéndose a la tecnología de la industria, Plaza realiza su corto de manera tradicional, “apropiándose de las limitaciones sin que implique pérdida de lo estético”. Marcela Barbaro nos ofrece su crítica aquí.
El Premio José Martínez Suárez a la Mejor Dirección de la Competencia Argentina fue para Leandro Listorti, que se destacó por la realización de su película Herbaria. En este enlace puede leerse una crítica de Marcela Barbaro.
El ser humano y sus relaciones con otros o con la existencia están presentes en El amor vendrá como un incendio forestal (Laura Spiner), con una trama de encuentros y desencuentros de los personajes; Luminum (Maximiliano Schonfeld), un documental sobre madre e hija que, a orillas del Paraná, pasan las noches observando el cielo en busca de vida extraterrestre; Búfalo (Nicanor Loreti), con el boxeador “Maravilla” Martínez, interpretando a un hombre al que se le brinda la oportunidad de un nuevo comienzo, o Tinnitus (Gregorio Graziosi), que narra la historia de una nadadora, cuya vida se desmorona al verse aquejada por la afección del título, logrando una experiencia sensorial inquietante a través del diseño sonoro.
Centradas en personajes singulares, se exhibieron Te prometo una larga amistad (Jimena Repetto), una película de ficción con rasgos documentales, que explora la relación entre Victoria Ocampo y Benjamin Fondane; Náufrago (Martín Farina y Guillermo Villalobos), un testimonial de Villalobos, en Cabo Polonio, donde recuerda sus vivencias como preso político.
La ciudad de Buenos Aires está presente en varias de las historias presentadas por los realizadores argentinos en el Festival. En Hace mucho que no duermo, Agustín Godoy propone el recorrido por la ciudad de la mano de una mochila protagonista; Barrio modelo (Mara Pescio) es la historia de Silvia Villazur, una escritora que se muda a un edificio emblemático de la capital argentina para escribir acerca de los cerca de doscientos propietarios, recurriendo a entrevistas y material de archivo y logrando el retrato de una época, y en Juana Banana (Matías Szulasnki) relata los sueños y aspiraciones de una joven aspirante a actriz en el barrio porteño de Villa Crespo.
El Festival se completó con otras competencias, como Estados Alterados, Galas y En tránsito. También se hicieron varios focos y retrospectivas (Kinuyo Tanaka, Jonas Mekas, Patricia Mazuy). Las Charlas con Maestras y Maestros tuvieron como invitados a la ya mencionada cineasta francesa Patricia Mazuy, que habló sobre su acercamiento al cine, el valor que les asigna a los actores teatrales para sus películas y la elección de entornos físicos limitados donde arrojar algún elemento perturbador; al crítico español radicado en Francia Marcos Uzal, actual jefe de redacción de Cahiers du Cinéma, a la que definió como “revista fiel, atenta al presente, joven y que siempre ha defendido la misma idea de cine”; el realizador estadounidense John McTiernan, quien narró que a pesar de haber estudiado mucho, descubrió qué era una película cuando vio La noche americana, de Truffaut, y como estudiante contó que memorizaba películas completas: “Empecé con La naranja mecánica, de Stanley Kubrick, que tiene 620 planos: memoricé lo que hacía la cámara en cada uno de ellos, y lo mismo hice con los 1.170 planos de 8½, de Fellini. Esa metodología posibilitó que más tarde impresionara a muchos directores, porque me resulta muy fácil memorizar secuencias enteras de películas”; el director de fotografía Rui Poças, que confesó que sus referencias visuales “no vienen del cine, no me convence usar fotogramas, la mayoría provienen de la pintura u otras formas de arte, hasta de poemas, que me parecen más estimulantes” y definió al director de fotografía como un “narrador visual”.
No quedaron relegados temas como la producción, la exhibición, la preservación y la restauración cinematográficas ni las acostumbradas presentaciones de libros, exhibición de películas rescatadas, y cantidad de testimonios de realizadores, actores y actrices, críticos, investigadores, productores, conservadores a los que el Festival de Mar del Plata nos tiene acostumbrados. Habrá que esperar un año para que se vuelva a extender la alfombra roja en la Rambla y las salas apaguen sus luces e iluminen sus pantallas.