Críticas

Seijun Suzuki, cine kamikaze

Marcado para matar (Branded to Kill)

Koroshi no rakuin. Seijun Suzuki. Japón, 1967.

Póster de Marcado para matarEl cine japonés tiene una lista de nombres propios que han sido referenciales para directores de todo el mundo, reivindicados y laureados hasta ser casi leyendas. En ocasiones, el brillo rutilante de las estrellas no deja ver otra clase de autores, más subterráneos, pero no menos influyentes en según qué círculos. Por su cine, por la propia marca de autor, por los géneros escogidos, estos egregios secundarios bien se merecen que sus películas no caigan en el olvido.

Entre estos fabulosos locos detrás de la cámara hoy ponemos la mirada en Seijun Suzuki, valiente y apasionado director que mezclaba sin tapujos la violencia, el colorido pop, la vanguardia y un espíritu contestatario que le costó no pocos disgustos. No pasaría de ignoto visionario para selectas minorías si no fuese por la reivindicación que de él han hecho primeras figuras como Quentin Tarantino, Jim Jarmusch, Nicolas Winding Refn, John Woo o Takashi Miike, captando muchas de las ideas sobre la estética de la violencia convertida en delirio pop de la que Suzuki hizo gala en sus películas más celebradas.

De entre todas estas obras, quizá sea esta Marcado para matar(Branded to kill / Koroshi no rakuin, Seizun Suzuki, 1967) de la que más ríos de tinta se han vertido, por las propias incongruencias del filme, que marcan la esencia rompedora (y totalmente kamikaze) del director japonés. Cuando firmó esta película, ya tenía una dilatada carrera a sus espaldas, repartida en diversos géneros populares en el país del sol naciente. Puso especial dedicación en el cine de Yakuzas, aunque pronto se desmotivó por la repetición de esquemas del cine criminal.

En lugar de dedicar esfuerzos a otro tipo de películas, decidió cambiar la pétrea formula y dar con variaciones sobre el mismo tema que cambiarían la concepción del género. El cambio llegaba con la seminal Youth of the Beast (Yaju no seishun, Seijun Suzuki, 1963), primera de una lista de imprescindibles que sacaban a la luz el particular universo de Suzuki y daban rienda suelta a su imaginación. El uso del color, composiciones imposibles, guiones plagados de giros locos que hacían de la película un baile entre géneros… los crímenes de la yakuza nunca se habían visto tan deslumbrantes.

Romance en Marcado para matar

Con El vagabundo de Tokio (Tôkyô nagaremono, Seijun Suzuki, 1966), el estilo de Suzuki llegaría al paroxismo pop. Estilizada violencia, secuencias de acción que bordeaban la coreografía de un ballet, estridencia colorista que emparentaba la mafia japonesa de la ficción con el western italiano o incluso el giallo… elementos que funcionaban como un todo en la locura kitsch traducida en delirio visual. La obra que supuso el reconocimiento total también significó el principio de la caída hasta el olvido, con Marcado para matar como último peldaño.

El enfrentamiento con la productora, que a pesar del éxito no terminaba de entender las vibrantes formas de Suzuki, provocó el choque entre la visión rompedora del director con las pretensiones más conservadoras de Nikkatsu, encargados de la financiación de sus películas. Ante el atrevimiento de Suzuki con El vagabundo de Tokio (que se conoció internacionalmente como Tokyo Drifter), los productores rebajaron el presupuesto de manera considerable para la siguiente aventura fílmica del inconformista cineasta, obligando al retorno del blanco y negro y reduciendo la posibilidad que Suzuki perpetrase otra estridencia colorista y excesiva.

Pero Suzuki era un artista indomable y recogió el guante de sus boicoteadores. Nacía Marcado para matar, extraña reimaginación del cine negro con influencias imprevisibles, que hacía de las vanguardias llegadas de Europa su bastión. Esto provoca los grandes aciertos de la cinta y sus muchas excentricidades, desequilibrio, diría yo, que forzado por el propio cineasta, se enfrascada en la reivindicación de su mirada tras la cámara.

Imágenes oníricas de Banded to kill

El resultado es la mezcla de las esencias del clásico cine yakuza con las influencias de la nueva ola francesa, en especial del Godard de Alphaville (Jean Luc Godard, 1965), y el desenfreno propio del sentido de la acción de Suzuki. Partiendo de premisas simples pero bastante desconcertantes (una especie de competición entre asesinos profesionales), la película ofrece tantos vaivenes que es difícil clasificar el resultado. Asesinos impertérritos, mujeres fatales, olor a pólvora y una desopilante segunda parte de película se despliegan ante el espectador sometido a una estética feísta de planos premeditadamente forzados, muchas veces incómodos, pero siempre pensados al milímetro, precisamente para desencadenar estupor ante el visionado.

Personajes casi caricaturizados se enfrentan a relaciones enfermizas entre ellos, extraño sentido del erotismo mediante. El espacio y el tiempo se desvanecen en la continuidad, rozando lo onírico de Marcado para matar, en donde las cosas se sostienen por la energía anárquica de este director en plena inmolación artística.

El desafío le costó a Suzuki su despido de Nikkatsu, la desaparición de su carrera que se vio limitada a producciones televisivas y el ostracismo durante años hasta la reivindicación de sus películas en los años 90. Quizá, el precio fue muy alto, pero los años han colocado Marcado para matar como el excesivo clásico incuestionable que siempre ha sido. A pesar de que muchas de esas modernidades de finales de los 60 son las partes que peor han envejecido, es imposible no verse hipnotizado por el estrafalario viaje propuesto por un director al que nunca pudieron domesticar.

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Ficha técnica:

Marcado para matar (Branded to Kill) (Koroshi no rakuin),  Japón, 1967.

Dirección: Seijun Suzuki
Duración: 98 minutos
Guion: Hachiro Guryu, Takeo Kimura, Chusei Sone, Atsushi Yamatoya
Producción: Nikkatsu
Fotografía: Kazue Nagatsuka
Música: Naozumi Yamamoto
Reparto: Jô Shishido. Mariko Ogawa · Koji Nambara · Anne Mari · Hiroshi Minami · Iwae Arai · Isao Tamagawa · Atsushi Yamatoya · Takashi Nomura

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