Críticas
Una de esas películas malditas
Margaret
Keneth Lonergan. EUA, 2011.
Margaret (2011) es una de esas películas de la estirpe de las malditas que nunca se extingue en el cine estadounidense. El segundo filme de Kenneth Lonergan, después de Puedes contar conmigo (You Can Count On Me, 2000), tiene dos muertos en los créditos para empezar: los productores Anthony Minghella y Sydney Pollack, que fallecieron en 2008. Deberían haber visto la cinta, puesto que fue rodada en 2005, pero los problemas comenzaron cuando el director y guionista no logró limitar el montaje a los 150 minutos que le exigieron a cambio de la libertad creativa.
Martin Scorsese acudió sin cobrar en auxilio del coguionista de Pandillas de Nueva York (Gangs of New York, 2002). Matthew Broderick le prestó plata; no ha querido decir cuánta. Los dos estudios y el director fueron a los tribunales. Fox Searchlight demandó a Camelot por negarse a pagar la mitad del presupuesto de 14,4 millones de dólares. Camelot respondió con una demanda contra su socia y contra Lonergan, por obstaculizar la terminación del filme. En septiembre 2011 Fox Searchlight lanzó el montaje de dos horas y media que finalmente logró realizar el director. Lo hizo en dos cines, en Los Ángeles y en Nueva York. La recaudación fue de 46.496 dólares. Luego la desahuciaron: terminó en DVD y Blu-ray.
Podría pensarse incluso que hubo una premonición de todo lo que sucedería en el personaje que interpreta Lonergan. “Las cosas están bien, un poco lentas, pero bien”, le cuenta a su hija, la protagonista, por teléfono. Uno sabe lo que quiere decir un padre cuando usa esas palabras.
Margaret es una película a la que la demora en salir golpea por la importancia de algunos aspectos coyunturales. Uno de sus atractivos son los intensos debates escolares sobre la corrupción y la democracia, y las secuelas de los atentados del 11 de septiembre de 2001. La falta de referencias al momento del pasado en que se producen las discusiones hace que las críticas al presidente George W. Bush parezcan dirigidas a Barack Obama. Otro detalle perturbador es que la actriz que hace el papel principal, Anna Paquin, tiene en el filme siete años menos que la Sookie Stackhouse que interpreta en la actualidad en la serie True Blood de HBO. Eso inevitablemente hace que el filme de Lonergan se perciba como anacrónico.
Es una lástima, porque Margaret es una profunda película sobre la confusión de la adolescencia, que relaciona la historia de la protagonista con el ambiente de Nueva York y Estados Unidos después de los ataques terroristas. Lisa Cohen, el personaje de Paquin, se empeña en que sea castigado un chofer de autobús que atropelló a una mujer y le causó la muerte. Es un accidente en el cual ella estuvo involucrada, puesto que distrajo al conductor, interpretado por Mark Ruffalo, al hacerle señas para que se detuviera. Y fue por una frivolidad: quería preguntarle dónde había comprado el sombrero de vaquero que llevaba.
Ese poder destructor del no darse cuenta de lo que se hace y no saber lo que se quiere, que va a aparejado al atribuir la culpa a otros y actuar contra ellos, establece un vínculo sutil pero sólido entre la pequeña historia de la protagonista y la crítica que el filme hace de Estados Unidos. El nexo se vuelve explícito en la intervención en clase de una chica que defiende a los adolescentes. Dice que deberían gobernar el mundo porque no han sido corrompidos como los adultos, y son idealistas y se preocupan.
Hay ironía en esas palabras, en vista del comportamiento inmaduro de la protagonista y sus consecuencias, pero tiene un correlato que pareciera confirmarlas en la historia. La adolescente caótica se confronta con adultos prestos a tener sorpresivas reacciones exageradas, como ocurre con su madre y con la simpática dama alcohólica, lectora de la liberal The Nation, que reacciona con no menos efusividad, cuando sale a la discusión el tema del Medio Oriente, que la chica de padres sirios en la escuela cuando se debate sobre el islam, los países árabes y el terrorismo. El empeño de Lisa en que castiguen al chofer también la lleva a conocer la rutina sin sensibilidad de los procedimientos policiales, así como el funcionamiento de un derecho orientado a obtener jugosas compensaciones, incluso cuando no son para las verdaderas víctimas, en vez de hacer justicia castigando a los culpables.
Darle a la incoherencia de Lisa una dimensión que la convierta en historia de una película requería un amplio desarrollo, lo cual justificaba un filme de larga duración. El problema es que Lonergan fue aun más allá de eso al introducir una referencia reflexiva a la ópera, irónicamente contrastada, además, con una obra de teatro que parece imitar la vida tal como es. Pero lo referencial se contrapone al realismo, por lo que la comparación con ese tipo de espectáculo le quita fuerza a la irritante verosimilitud de Lisa. Sobra también la referencia culterana del título a un poema victoriano de Gerard Manley Hopkins, sólo comprensible para los que hayan estudiado literatura inglesa, y parece haber un error en la manera como la mujer atropellada por el autobús da la impresión de que no siente dolor y es capaz de mantener una conversación con Lisa, cuya única incoherencia es que la confunde con su hija.
Pero la actuación de la ganadora del Oscar a la mejor actriz de reparto a los once años de edad por El piano (The Piano, 1993), además de la historia que rodea la producción, quizás basten para garantizarle a Margaret al menos el estatus de filme de culto. Eso redimiría a Kenneth Lonergan, que es de esos cineastas que nunca dejan de aparecer, capaz de llevarle a su amigo Mark Rufallo una resma de quinientas páginas y decirle: “Toma, este es el guión”.
Tráiler:
Ficha técnica:
Margaret , EUA, 2011.Dirección: Keneth Lonergan
Producción: Scott Rudin, Sydney Pollack, Gary Gilbert, Anthony Minghella
Fotografía: Ryszard Lenczewski
Música: Nico Muhly
Reparto: Anna Paquin, J. Smith-Cameron, Mark Ruffalo, Jeannie Berlin, Jean Reno, Matt Damon, Matthew Broderick, Kenneth Lonergan