Críticas
No hay montañas tan altas como para mantenernos alejados
Medianeras
Otros títulos: Sidewalls.
Gustavo Taretto. Argentina-España-Alemania, 2011.
Los vecinos de una misma casa viven a pocos centímetros unos de otros; los separa un simple tabique; comparten los mismos espacios repetidos de arriba abajo del edificio; hacen los mismos gestos al mismo tiempo: abrir el grifo, tirar de la cadena del wáter, encender la luz, poner la mesa, algunas decenas de existencias simultáneas que se repiten de piso en piso, de casa en casa, de calle en calle. Se atrincheran en sus partes privadas —que así se llaman— y querrían que de ellas no saliera nada, pero lo poco que dejan salir —el perro con su correa, el niño que va por el pan, el visitante acompañado o el importuno despedido— sale por la escalera.
Georges Perec, en La vida instrucciones de uso (1978)
Medianeras es una película algo fallida y despareja, pero estimulante, vital y necesaria dentro de un panorama cinematográfico tan diverso y variado como lo es el del cine argentino actual, al que sabe integrarse con legítimas herramientas cinematográficas y con una visión particular del mundo. Es una película que ejerce el recorte de un mundo inmediatamente reconocible por sus espectadores –el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires- pero logra universalizar el alcance de su mirada, sin excluir o dejar de lado a nadie. Esta Buenos Aires equivale a cualquier otra urbe densa y superpoblada, pero con el suficiente valor particular para erigirse como un universo autónomo con identidad propia, detalle que su realizador, Gustavo Taretto, supo conservar en el traspaso hacia largometraje de este proyecto nacido como cortometraje hace siete años atrás.
Medianeras se posiciona del lado de otras películas argentinas recientes que también supieron edificar sólidos micromundos personales en fuerte consonancia con la realidad, ceñidos a un programa estético coherente y flexible, como El hombre de al lado o Los Marziano. El cine independiente argentino de los últimos quince años contribuyó a una renovación estética que llegó a bordear las orillas del mainstream (ver Carancho, de Pablo Trapero, la expresión más acabada de este fructífero diálogo entre ambas vertientes), pero que, salvo honrosas excepciones, apostó muy poco al sentido del humor, a los personajes vitales y luminosos, a la pasión hacia los objetos y los espacios, a la comunicación. El cine argentino, incluso el mejor, está plagado de seres con graves problemas para relacionarse con el mundo y que hasta han desistido de cualquier intento por revertir esa situación. Esta película logra aunar una mirada autoral evidente en su portación de estilo, en su cuidadosa elaboración y factura, con una ligera y nada burda pretensión de alcanzar a un gran público (pido perdón si mi visión sobre el cine argentino tiende a la simplificación entre dos únicas variantes, sé que el espectro es mucho más amplio y complejo que cualquier reduccionismo al que yo pudiera someterlo).
El comienzo de Medianeras está marcado por un demoledor monólogo a cargo de una voz en off aletargada que corresponde a Martín, el protagonista de la película, quien reflexiona sobre la arquitectura de la ciudad de Buenos Aires y sobre la sombría influencia que sus horrendos edificios ejercen entre sus habitantes, en el seno de una urbe que “le da la espalda al río”. Es una secuencia montada de manera rítmica sobre la música de Gabriel Chwojnik y que pareciera beber simultáneamente de las aguas de Historias extraordinarias (2008), de Mariano Llinás (por su voz en off distante y literalmente descriptiva), como de las de El eclipse (L’Eclisse, 1962), de Antonioni (por su énfasis en la mirada sobre la omnipotencia de la arquitectura del paisaje urbano). Enumerando uno detrás del otro todos los males sociales posibles presentes en la jungla de cemento (angustia, sedentarismo, depresión), Martín responsabiliza directamente a los arquitectos de la ciudad y a los empresarios de la construcción por todos estos pesares que él también sufre. Esta lograda secuencia inicial marca el tono de lo que vendrá después, una historia de amor digna de una comedia romántica bajo los efectos del Rivotril y el Ibupirac Flex. Medianeras es una película en donde, al igual que Embriagado de amor (Punch-Drunk Love, 2002), de Paul Thomas Anderson, las formas se mimetizan con la visión del mundo de sus protagonistas.
Martín (Javier Drolas) es un diseñador web solitario y fóbico que convive en un monoambiente junto a su perrita, legado de una ex novia que abandonó el país en el contexto de la crisis social y financiera del 2001. Mariana (Pilar López de Ayala) es una arquitecta que diseña vidrieras y convive entre maniquíes masculinos, soledad que sobrelleva a través de su obsesión por las ediciones de Buscando a Wally, el famoso personaje de camisa rayada al que no puede localizar en medio del paisaje urbano. Ambos tienen algo en común, aparte de su soledad y sus nada exitosos pasos en los terrenos del amor: su dependencia anímica hacia los espacios y los objetos que los rodean. Medianeras es una película porteña pero sin ánimos de vanidades citadinas. Es una película donde sus protagonistas pueden guardar el mundo dentro de sus bolsos, donde cada objeto tiene una particular importancia. Resulta clave que el personaje de Martín avance recién cuando se digna a sacar ese pequeño muñeco de Astroboy de su envoltorio original. Sus fobias no los convierten en seres apagados, mas allá del entumecimiento expresivo que pareciera afligirlos. Son personajes vivos y encendidos en cuerpos apagados, solo pendientes del chispazo que los haga flamear.
Medianeras combina una rigurosa planificación en la puesta en escena y una cuidadosa composición de cuadro en cada uno de sus planos con notorios baches de ritmo y cambios de tono que no siempre parecen funcionar del todo. Tampoco funcionan los cameos de algunos personajes secundarios (el traumatólogo interpretado por Jorge Lanata, el ex novio de Mariana al que da rostro el escritor Alan Pauls, la insoportable cita nocturna y políglota que personifica Carla Peterson), elementos que desvían la atención de la historia central y de los personajes principales. También se puede agregar que el dúo protagónico, con su extraña vitalidad disonante que guarda relación con las criaturas deadpan del cine de Martin Rejtman, constituyen una apuesta arriesgada para una película que se presenta como una comedia romántica pero que trasciende ampliamente cualquier rótulo genérico. Pero esta es una película donde entran en juego las ventanas del Messenger, You Tube, los pen drives, los muñecos de Jack Skellington, Astroboy, Wally, las enormes publicidades que impregnan la superficie de las medianeras de estos dos habitantes de la avenida Santa Fe al 1000. Es una película donde suena Ain’t No Mountain High Enough, de Marvin Gaye y Tami Terrell, que se permite ser feliz sin apostar a fórmulas televisivas en formato ampliado.
Trailer
Ficha técnica:
Medianeras / Sidewalls , Argentina-España-Alemania, 2011.Dirección: Gustavo Taretto
Guion: Gustavo Taretto
Producción: Natacha Cervi y Hernán Musaluppi
Fotografía: Leandro Martínez
Reparto: Javier Drolas, Pilar López de Ayala, Inés Efrón, Adrián Navarro, Rafael Ferro, Carla Peterson, Jorge Lanata, Alan Pauls
Coincido con los comentarios. Ahora bien, me hubiera gustado también un comentario sobre el final de la película, ya que ese me pareció el «bache» más grande. Aguardo respuesta.
Abrazos,
Hola, Silvina. Por lo general, tratamos de no brindar demasiados detalles respecto a los finales de las películas comentadas en este espacio, cuestión de no «arruinarle» la sorpresa a nadie. Sin embargo, al final de la crítica (y en el título de la misma) hago una mención favorable al uso de una canción que tiene que ver -y mucho- con el final de la película. Con eso creo que podrás darte una idea del saldo a favor que me ocasionó su desenlace.
Saludos y gracias por tu comentario.
Pablo.
Hola: desde españa al otro lado del charco. a mi la pelicula me conmovió, me pareció original. Coincidiendo en ciertos baches, mantiene un pulso notable. Y conecta bien con la soledad de estos tiempos internéticos, tan polivalentes y vacios a la vez. la factura visual la encuentro muy acertada y los actores dan en el clavo.Lo pasé bien viendola.