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Metamorfosis: cuando el cuerpo humano se transforma
Desde sus inicios, el cine ha buscado el abordaje de un gran abanico de temáticas que aquejan a la sociedad en la que vivimos. Del regador regado de Louis y Auguste Lumière a los viajes a la Luna de Méliès, pasando por aquel proto-western de E.S. Porter llamado Asalto y Robo de un tren. Los primeros días de la historia del cine ya mostraban su potencial infinito, a pesar de tener sus detractores, como sucede con casi toda invención novedosa. El quinto arte había conseguido su propia metamorfosis, al convertir una serie de imágenes y dotarlas de movimiento.
Avanzando más de una década, ya que los acontecimientos antes enumerados tuvieron lugar entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX, saltamos a 1916, año en que Franz Kafka publica La Metamorfosis, gran relato del escritor austrohúngaro, en el que un comerciante de telas, durante uno de sus viajes, despierta convertido en un insecto. Quizás como metáfora de la vida cotidiana, esto puede ser tomado como una gran alegoría a que la vorágine en la que se vive actualmente y lo vulnerable que somos a algo tan simple (figuradamente hablando) dentro de la sociedad en la que vivimos.
A fines de la década de 1910, en la República de Weimar (la derrotada Alemania de la Primera Guerra Mundial) empezaba a tomar fuerza un movimiento estético que ya había comenzado a gestarse en la pre-guerra: el Expresionismo Alemán, devenido de un espectro artístico mucho más abarcativo y que tuvo en Fritz Lang y Friedrich Wilhelm Murnau a sus mayores exponentes en su rama cinematográfica. Es entonces cuando, de la mano de Robert Wiene, llega El Gabinete del Dr. Caligari, la que quizás sea uno de los ejemplos más citados al aludir al expresionismo alemán en el cine. Pero en 1922, al no conseguir los derechos de Drácula por parte de la familia de Bram Stoker, Murnau concibió Nosferatu, una sinfonía del horror (Nosferatu, eine symphonie des grauens), su versión de la historia del famoso vampiro, que se apoderaba de la historia original y la presentaba con personajes idénticos con nombres diferentes. El expresionismo poseía un estilo estético bellísimo, con todas las cualidades necesarias para dar vida a este tipo de historias de terror, dotándolas de grandes escenarios en perspectiva y actuaciones cercanas a una ópera de primerísimo nivel. Con el pasar del tiempo, la novela de Stoker tuvo un gran número de adaptaciones entre ellas la versión de Bela Lugosi de 1931, dirigida por Tod Browning, además de la británica, protagonizada por Christopher Lee y Peter Cushing en 1958. En 1979, Werner Herzog dirigió una remake de Nosferatu llamada El Fantasma de la noche (Nosferatu: Phantom der Nacht), pero quizás la más conocida por todos sea Drácula (Francis Ford Coppola, 1992), la versión más aggiornada a los tiempos que corren, con Gary Oldman interpretando al famoso conde de Transilvania, Keanu Reeves en la piel de Jonathan Harker, una joven Winona Ryder en el papel de Mina y el gran Anthony Hopkins como el profesor Van Helsing.
Hacia los años 40, como producto de la propaganda estadounidense pro-bélica (en línea con la famosa imagen del tío Sam pidiéndole a los jóvenes enlistarse en el ejército), para hacer crecer el sentimiento nacionalista frente al mayor conflicto mundial de la historia reciente, nacieron Marvel Comics y DC, actualmente las dos productoras de historietas más grandes en el ámbito internacional. Personajes como el Capitán América, de Marvel; Superman y Batman, de DC, fueron de los primeros estandartes del auge de esta expresión artística en los Estados Unidos, hablando de las transformaciones que sufrían hombres comunes como producto de experimentos militares, accidentes o simplemente al enfrentarse a la cruda realidad. Fruto de esta tendencia florece una gran multiplicidad de personajes, como Hulk, los mutantes de X-Men, Spiderman, Iron man del lado de Marvel y Flash y Linterna Verde por el lado de DC. Si bien desde los años sesenta el cine explora el mundo de los superhéroes, hace aproximadamente unos diez años se empezó a enfocar a las grandes producciones cinematográficas hacia estos universos, muy ricos en historias y protagonistas. Con las series y películas de estas franquicias cada vez más popularizadas, en la actualidad el modelo superheroico es el que se impone en casi todos los mercados, arrasando con la taquilla y creando culto alrededor de cada uno de sus héroes y heroínas.
La metamorfosis es a veces inversa. El cuerpo humano es tomado como base para generar terror, como cuando Arnold Schwarzenegger se pone en la piel de un robot que es enviado desde el futuro para destruir un objetivo en Terminator (The Terminator, James Cameron, 1984). Con apariencia humana, todo lo que ocurre en el filme revela su verdadera naturaleza y propósito. Y si hablando de máquinas que se convierten en humanos estamos, entonces podremos recordar a los replicantes de Blade Runner (Ridley Scott, 1982), otra historia de ciencia ficción en la que androides protagonizan una rebelión y amenazan a la raza humana tal como la conocemos. Si bien la definición de metamorfosis involucra una transformación, una mutación, en un sentido más amplio podemos también señalarla como el fruto de una situación traumática o simplemente, una venganza. Y allí arribamos a la transformación del villano más temido de La Guerra de las Galaxias: Episodio III- La venganza de los Sith (Star Wars: Episode III- The revenge of the Sith, George Lucas, 2005), donde asistimos a la conversión total de Anakin Skywalker hacia el lado oscuro, quien con un cuerpo totalmente desfigurado es salvado por los Sith y finalmente es transformado en Darth Vader. O podemos además recordar a Pennywise, el monstruo que en su metamorfosis hacia la forma humana adquiere la semejanza de un payaso siniestro en la película Eso (It, Tommy Lee Wallace, 1990), proveniente de la novela homónima de Stephen King y que tuvo recientemente una excelente remake del director argentino Andrés Muschietti.
Siguiendo en la línea de las transformaciones inversas, en 1968 el director George A. Romero se embarcaba en una aventura en la que quizás por aquella época no imaginaba el éxito que tendría a futuro. Con el lanzamiento de La noche de los muertos vivientes (Night of the Living Dead), Romero convertía a las aves de Los Pájaros (The Birds, Alfred Hitchcock, 1963) en muertos que regresaban a la vida pero en estado putrefacto y con un solo objetivo: atacar a los humanos. La nueva película de Romero daría inicio a un sinfín de historias de muertos vivientes –o zombis- entre remakes, adaptaciones, literatura y hasta videojuegos. Quizás uno de los exponentes más exitosos de este subgénero sea The Walking Dead (Frank Darabont, 2010- ) que ya va por su octava temporada en pantalla, serie de la cual Romero, todavía en vida, se mostraba como gran detractor por transformar ciertos preceptos zombies.
Bellos u horribles, los seres mitológicos vienen protagonizando historias desde tiempos inmemorables. Desde Elfos a Ogros, pasando por Ents y Momias, existe una gran diversidad de relatos que los involucra, desde El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, Peter Jackson, 2001) hasta la comedia animada Shrek (Andrew Adamson, Vicky Jenson, 2001). En el mismo sentido, el Hombre Lobo (o licántropo) ha tenido una gran presencia en el cine, desde la película de 1941 de George Waggner hasta una en 2010, dirigida por Joe Johnston y protagonizada por Benicio del Toro, pasando versiones bastante cómicas como es el caso de Un hombre lobo americano en Londres (An American Werewolf in London, John Landis, 1981). Su eje argumental principal es la transformación de un hombre en licántropo a través de la mordida de un lobo, acción que lo convierte en una amenaza en los pueblos donde habita.
Monstruos, superhéroes, zombis, androides, todos son estereotipos que, deseados o temidos por el ser humano, comportan grandes propulsores de historias en la pantalla. Sus metamorfosis son los motores de los giros dramáticos más recordados de la historia del cine. Sin este recurso, muchos guiones no tendrían sentido. Muchas películas pioneras en sus respectivos géneros nunca hubieran visto la luz ¿Después de todo, que es el cine sin la transformación de sus personajes?