Críticas
Andando se hace el camino
Mindscape
Jorge Dorado. EUA, 2013.
No queda salida, todo está oscuro y el agua lo ahoga todo. El miedo paraliza todos los músculos y la vida deja de tener sentido. Lo único que merece la pena es el abrazo del whisky y el consolador arrullo de la nicotina.
La pérdida solo es angustia, congoja. Un agujero negro, justo en el centro del pecho, dificulta el rítmico movimiento de los pulmones. Solo hay que dejar que el tiempo actúe y transforme todo ese dolor en una forma más de vivir; más complicada, más pobre, pero al fin y al cabo, otra manera de subsistir.
Conservar la cordura después de un trance tan insoportable es casi imposible. Son necesarios litros de formol para poder atesorar lo poco que queda de humano en un magullado corazón. Una búsqueda incansable para encontrar la manera de realizar insulsos movimientos cotidianos, como pestañear o andar. Todo para poder dejar atrás tanto dolor, que acampa salvaje en lo más profundo del alma, y así olvidar un anestésico sofá y unas persianas a media asta.
Un hombre anegado en sus penas. Devastado, perdido y asustado. Sin salida, sin presente y sin futuro. Todo es negro, todo es confuso, pero nunca nada es lo que parece y mucho menos cuando la magia de la mente está en juego. Jorge Dorado, director de cine español, autor de cortometrajes como La guerra (2005), Gracias (2009) o El otro (2012), muestra con su ópera prima, Mindscape, los peligros de la psique y cómo un héroe de medio pelo se adentra en un laberinto de peligros, caos y mentiras.
El largometraje de Dorado otorga una renovada visión del concepto de cine negro, sin olvidar la verdadera esencia de este género cinematográfico. En un futuro no muy lejano, adentrarse en la mente humana para conocer los recuerdos de las personas son un mero trámite, un acto sencillo y completamente habitual. Lo real, lo desconocido, la psique y el raciocinio se mezclan para dar como resultado una película con un claro dejo expresionista con rápidas pinceladas futuristas.
El aura de misterio es la base sobre la que se sustenta la película. Desde la primera secuencia -fundido en negro, ruidos inquietantes y el pausado movimiento de las manecillas del reloj- facilita la entrada a ese universo oculto, tan lleno de misterio y completamente hermético. Dorado busca aumentar esa insondable sensación al máximo, ya que es la mejor manera de provocar en el espectador esa ansia de querer saber lo que ocurrió en el pasado, de intentar entender lo que está pasando y de averiguar lo que está por venir.
La magia que esconde la obra del director español reside en la capacidad que tiene la historia de enganchar y generar empatía con los dos protagonistas. Este sentimiento se suscita gracias a las secuencias en las que aparecen los dos juntos, puesto que en ellas imperan los primeros planos, que se centran en los pequeños detalles que son de vital importancia para poder entender la narración. De esta manera y poco a poco, el espectador puede sentirse más cerca de los sentimientos que se están generando en el interior de cada personaje, y así formar parte de ellos. Miradas penetrantes, ojos que atesoran un secreto, manos que se aferran a la verdad y respiraciones angustiosas son el vehículo para acrecentar aún más ese vínculo que se está generando entre los personajes principales y el espectador.
Todos y cada uno de los elementos de Mindscape poseen un aura de misterio que transmiten una atmósfera llena de desconcierto, desorientación y perplejidad. Tanto enigma es demasiado pesado y tedioso, y solo logra que ese lazo de unión entre el público y la película se resquebraje, hasta que finalmente toda esa atención conseguida desde la primera secuencia desaparece de forma estrepitosa y alarmante. A pesar de que tanto elemento críptico cumple con la tarea de dificultar la diferencia entre el bien y el mal o de imposibilitar saber quien cumple el rol de protagonista y el del antagonista, el regusto final es que tanto secreto dificulta el correcto avance del film debido a una sensación de desorden, descontrol y confusión.
No todo queda relegado a otro recuerdo más en la mente, puesto que Mindscape cuenta con un fabuloso trabajo de fotografía e iluminación. Ambos elementos logran un entorno lleno de claroscuros y momentos agridulces, gracias a un uso de la luz direccional. Las sombras, el grano en la imagen y ese tono sombrío que ofrece la fotografía, tanto durante el día como en el transcurso de la noche, confieren a la película un aire fatalista y tremendamente subjetivo acerca de la soledad del ser humano y las consecuencias de una vida desamparada. De esta manera, el largometraje cobra algo de vida y, tímidamente, levanta cabeza para aspirar unas pocas bocanadas de oxígeno, con la esperanza de no quedar perdido en la neblina de los recuerdos sin sentido.
Esa bruma queda paralizada gracias a las actuaciones de sus dos personajes principales, puesto que ambos son la guía que este film necesita. Tanto Mark Strong como Taissa Farmiga consiguen mimetizarse con sus personajes y traspasan la pantalla con sus miradas, con sus deseos y con sus esperanzas. Cada sesión en esa habitación, plagada de rosas rojas y dibujos inquietantes, es como un flotador salvavidas para el entendimiento de la trama, puesto que sus actuaciones son tan realmente inquietantes que sólo pueden rezumar veracidad por cada uno de sus poros. Y es que ambos actores otorgan a este film el toque necesario para terminar de cuadrar cada una de las piezas y conocer qué se esconde detrás de cada fotograma.
Un antihéroe en toda regla, una Lolita transformada en femme fatale, torbellinos de flashbacks, la urbe como telón de fondo y episodios traumáticos forman Mindscape, una película primeriza y algo tímida e inexperta, pero que en su interior esconde un tesoro, auténtico polluelo de halcón maltés que aletea desesperado por escapar de la oscuridad.
Ficha técnica:
Mindscape , EUA, 2013.Dirección: Jorge Dorado
Guion: Guy Holmes
Fotografía: Óscar Faura
Música: Lucas Vidas
Reparto: Mark Strong, Taissa Farmiga, Brian Cox, Indra Varma, Noah Taylor, Saskia Reeves, Clare Calbraith, Jessica Barden, Alberto Amman, Julio Prillán, Hovik Keuchkerian.