Críticas
Como la vida misma
Morir
Fernando Franco. España, 2017.
Cuando Fernando Franco determina el título de sus películas no engaña a nadie. El espectador es consciente de lo que va a ver. El realizador español traza una indisimulada hoja de ruta desde el epígrafe. Advierte desde el rótulo la rotundidad y gravedad de sus argumentos. De tal manera que si bautiza su largometraje como La herida (España, 2013), los rasposos pormenores de su guion girarán sin paños calientes en torno a la convulsa peripecia de una persona en combate autoflagelante.
Su debut detrás de la cámara dejó impresionado al espectador. Iniciarse en el mundo del formato largo con un drama exaltado y atormentado, de penetrante estilo naturalista, fue un arma conmovedora e impactante. Su herida, de la mano de una actriz joven, Marian Álvarez, camino de la revelación más osada, vislumbró a un director de poderosa mirada y maneras realistas que aceptaba el corsé del drama desnudo para seguir con su cámara el descarnado tormento mental de una joven trastornada por la infelicidad.
Fernando Franco dejó un poso palpable. Alargabas la mano y podías tocar el ocaso de una mujer urbana sumida en impulsivos desajustes psicológicos. La patología de Ana te la tiraban a la cara. El ubicar el foco de la cámara en el rostro ofuscado e incontrolado por la rabia de su personaje te provocaba consternación. La agresividad de sus imágenes, de gran realismo y fotografía azulada y dura, recordaba, salvando las distancias, a la forma documentalista de los hermanos belgas, Jean Pierre y Luc Dardene. Rosetta (1999) no estaba lejos. La opresión del plano y la intensidad encabritada de Marian Álvarez te acogotaban. Respirabas con la misma ansiedad que el personaje de Ana, dichosa en el trabajo, frustrada en la vida social.
Continuando con la misma línea temática, formal y estilística, Fernando Franco va más allá en su último trabajo, Morir (España, 2017), otra prueba de resistencia para el público. El título lo dice todo. Expresa al máximo su punto de vista. El planteamiento es diáfano. El guion es como un informe médico en el que te anuncian que, con mucha tristeza y pesar, el paciente en cuestión padece una enfermedad grave e irreversible. En pocas palabras, crónica de una muerte anunciada. Tratándose de Fernando y asumiendo la incontestable fiereza y crueldad del título, el drama, en su visión más asfixiante, está servido para ser contado con toda su crudeza.
Como no podía ser de otra manera, el autor de La herida abre la película con su personaje femenino. Marta, otra vez Marian Álvarez, el alma del filme, el duende que mueve la desazón vital de la película. Está en una playa del norte. Ambiente solitario. Clima fresco. La chica nada, con brazadas rítmicas y poderosas. La temperatura no le encoge. Es valiente y tenaz. Se percibe en su cara, seria y muy concentrada. Como si adivinara que en breve todos sus planes y proyectos se van a ir al carajo, cuando su novio, Luis (Andrés Gertrudix), le anuncie que los últimos análisis médicos no son buenos y que pronto deberá iniciar un tratamiento para combatir un tumor cerebral.
Bien empezamos. Podría haber sido peor, estoy de acuerdo. Tratándose de Fernando, no esperaba otra cosa. A los cinco minutos, tras una sesión acuática en la que la pareja protagonista ha disfrutado de su ración de veraneo trending topic los oscuros nubarrones se ciernen sobre Marta y Luis en forma de fatalidad. El cine de Fernando se explaya en la desdicha y la desgracia. El infortunio es como un paradigma. Está siempre y es furibundo desde los títulos de crédito. Sin embargo, hay que ver el partido que el realizador madrileño extrae de las desgracias. Casi como Michael Haneke. Cuanto más trágica y grisácea sea la historia, cuanto más sufrimiento lacerante castigue a las criaturas, más margen tendrán para instalar un discurso rasposo y decidido. Fernando se inclina por enclaustrar en espacios rutinarios y domésticos a Luis y Marta, para separarlos de cualquier subtrama y estar pendiente de cómo la enfermedad afecta la relación de pareja.
Luis se convierte en una persona ermitaña y antipática. No desea que nadie lo vea sucumbir y deteriorarse. Le molesta que lo observen sin pelo. No quiere la compasión ni la tristeza de algún familiar allegado o amigo íntimo. Solo quiere luchar, si el estrago del cáncer le da alguna tregua, y que Marta, su fiel compañera, esté a su lado, para lo bueno y lo malo. Aquí está la reflexión y quizás uno de los enunciados más destacados y de altura de la película. El servicio que juega Marta.
Toda la atención del filme recae en Marta. Fernando Franco, además de un gran director de actrices, es un realizador que construye de manera fortísima los roles femeninos. Marian Álvarez no sólo tiene un guion sólido a su alcance, sino un personaje complejo y sacudido por las insatisfacciones y quiebres de la vida. Aquí compone a un ser aturdido y compasivo. Sufre tanto como su novio. No padece enfermedad alguna; está claro. No por ello su existir es más alentador. Su lealtad y solidaridad, acompañando y atendiendo los recesos de la dolencia, la dejan en una situación de desamparo y volcada a satisfacer con buen ánimo las exigencias de Luis. No tiene apoyos, más que su entereza y coraje. Como he dicho, Fernando Franco renuncia a abrir la historia a otros personajes. Los hay, pero son muy secundarios y no interfieren en los gritos y susurros de Luis y Marta. En cualquier caso, devienen como meros actuantes que ofrecen a Marta pequeñas pero emocionantes fugas de su devastada existencia.
Por lo cual Morir es un aterrador relato de gran cercanía sobre las dudas e incertidumbres que envuelven a una joven con ganas de vivir y satisfacer sus metas, ocupada con dolor y tristeza en soportar las tensiones generadas en su afecto/desafecto por una persona maltratada por una enfermedad incurable. Un proceso interior, de entrañas, de bilis, muy correoso, que implica deshacerte de tu egoísmo para preocuparte única y exclusivamente de la persona enferma, en un acto moralmente clemente.
Tráiler de la película:
Ficha técnica:
Morir , España, 2017.Dirección: Fernando Franco
Duración: 104 minutos
Guion: Fernando Franco
Producción: Kowalski Films y Ferdydurke
Fotografía: Santiago Racaj
Música: Maite Arrotajauregui
Reparto: Marian Álvarez, Andrés Gertrudiz e Íñigo Aramburu