Críticas
Una pulseada con el establishment mundial
Mr. Jones
Agnieszka Holland. Polonia, 2019.
El holocausto de Holodomor, con su hambruna exterminadora, es la nota central con la que se encuentra Gareth Jones en su visita a la Unión Soviética. La testarudez del periodista pautará la constante que nos conducirá a través de múltiples obstáculos en busca de la verdad y su revelación. Las fakes news no son solo asunto del presente.
El matiz en el personaje se vuelve casi imperceptible, no es un héroe convencional; nos sitúa frente a quien hace del periodismo un apostolado, parcialmente ausente de condiciones inhumanas hasta donde le es posible. El objetivo es lo central, la noticia; el sujeto se mimetiza en el rol, las dificultades alientan la obsesión y el desempeño se vuelve más importante que su vida. En carrera, entre la nieve y los árboles resecos, hace gala de una forma física que en momento alguno pierde el travelling de una cámara que lo sigue más allá de detonaciones y perseguidores superados. Permanecen todo el tiempo fuera de campo, situación que alienta la idea de algo más importante que la vida propia: el acceso al lugar clave, a la información oculta, más allá del riesgo.
Comenzará una nueva etapa, de cara a la información, encarnada en la experiencia; única fórmula generadora de verdad, el cuerpo propio no miente, se constata la tragedia. La presencia militar no es necesaria para la destrucción, la zona no amerita vigilancia, por eso el fuera de campo y la ausencia: los soldados del régimen abandonan su tarea, el guion es sabio. No es tiempo de persecuciones, de hecho, el filme no persigue el regreso a permanentes giros dramáticos, sino a una linealidad con zonas que figuran pozos de breve estadía, donde el objetivo central se empantana hasta propender a una situación que apela a manipulaciones diversas. Las emociones del espectador no están en juego, sin saltos, sin estremecimientos, Mr. Jones se despide de la Unión Soviética. El hambre es la clave, allí está el horror que no deja lugar a tramas emocionantes, el espectador debe ir a la par del periodista, experimentar la tragedia y el asco mediante una estética en blanco y negro que abre espacio, tanto a la desolación, como al consumo de la muerte. El clima no da otra opción, aunque la naturaleza siempre otorga una vía de escape: la madera o el inerte cuerpo humano.
La oportunidad que no se otorga comienza en un intento por persuadir. La importancia de adelantarse a los acontecimientos es crucial, mientras la displicente diversión de la casta política conservadora llega a percibirse desde un contrapicado. Insinúa la asistencia a un espectáculo poco serio, plagado de proyecciones aventuradas de un entusiasta disertante. El compromiso versus la comodidad que no se inmuta ante el inquieto razonamiento. Constante que va a propagarse por el resto del filme, los logros y antecedentes son útiles para generar un prestigio que, para algunos, deberá conservarse, aunque no todo está perdido, George Orwell lo garantiza con su idea: La rebelión en la granja.
El control, más allá de lugares y circunstancias, es sugerido desde una imagen que recorre cables de teléfono en llamadas internacionales, hasta rechazos en hoteles, pasando por fiestas que buscan distraer la atención. Todo es “como si” se desarrollara normalmente, el Sr. Jones comprende rápido y el nivel de idealización va descendiendo. Es el mundo de las apariencias, de un disimulo burdo que intenta complacer desde el dominio solapado de la voluntad.
Un plano cenital avisa de antemano que todo está bajo control, Jones es tomado desde arriba y la distancia se suma al tamaño del local, donde se le “ofrecerán” opciones de alojamiento que no son tales. La sociedad de control está en marcha; es el rasgo distintivo de la organización política soviética.
Una ética maleable que cede a los intereses del poder, los discursos se adecuan a los sitios, el placer al servicio de un control fallido, triunfa la voluntad de un periodista libre del alcance del soborno implícito. Una “mosca blanca” que, en connivencia con el guion, afronta lo que sea, el camino solo es hacia adelante. El filme por momentos cansa, por contraste nos muestra la energía inextinguible de Mr. Jones frente a la comodidad del beneficio nacional y personal.
Puestas en escena que explotan, desde la aridez del ambiente hasta lo espacioso de lugares cerrados. Juego entre la apariencia de libertad y la vigilancia silenciosa, solo aludida desde falsas alternativas, que pretenden ser “opciones”. La transgresión se convierte en abanico de posibilidades de acceso a la verdad; conciencia que va gestando un trayecto con puntos de desplazamiento itinerantes. Desviación hacia destinos ingeniosos, forzados, inciertos, inseguros, con desplazamiento cuasi-milagroso hacia el punto de partida. Retorno a un posicionamiento que reaviva el intento, la solución está en el carácter persistente, es lo que hará que el tiempo invertido haya valido la pena. No despuntan conflictos, solo pequeñas oposiciones que denotan intensa búsqueda; agotamiento de las instancias límite, con desenlace ansiado y trabajoso. Persistencia y perseverancia son cualidades que transforman la inocencia en experiencia. Un arduo proceso de resultado incierto.
Hace falta la visión global, cosmopolita, desgajada del nacionalismo y enraizada en lo humano como principio fundamental, la vida como valor esencial.
El triunfo del idealismo asociado a la juventud y el coraje de la profesión, lo demás queda afuera.
La última fase del guion se confunde con la intuición de un final que será pospuesto algunos minutos más. El agregado despeja la peripecia hacia “territorios” conocidos, la tierra natal reafirma posibilidades, y nosotros, los espectadores, recibimos el epílogo de una historia carente de clímax por donde se la mire. Culminación del relato que añade el éxito por sucesión de intentos, donde nada interesante ocurre. Cumplimiento de expectativas generadas por la industria, más no por la película en sí.
Ficha técnica:
Mr. Jones , Polonia, 2019.Dirección: Agnieszka Holland
Duración: 119 minutos
Guion: Andrea Serdaru Barbul
Producción: Co-production Polonia-Reino Unido-Ucrania; Film Produkcja, Crab Apple Films, Film.ua, Studio Orka, Polski Instytut Sztuki Filmowej, Krakowskie Biuro Festiwalowe, Kinorob
Fotografía: Tomasz Naumiuk
Música: Antoni Lazarkiewicz
Reparto: James Norton, Vanessa Kirby, Peter Sarsgaard, Joseph Mawle, Kenneth Cranham, Michalina Olszanska, Beata Pozniak, Celyn Jones, Richard Elfyn, Krzysztof Pieczynski, Edward Wolstenholme, Christopher Bloswick, Oleh Drach, Patricia Volny, Julian Lewis Jones, Billy Holland