Críticas
No defrauda, pero no convence
Mulán
Mulan. Niki Caro. EUA, Canadá, Hong Kong, 2019.
Es indudable que la recordada estructura de Christopher Vogler conocida como “El viaje del héroe” sigue siendo la ideal para escribir películas. La vimos en El Señor de los Anillos: La comunidad del anillo, de Peter Jackson (2001), Matrix (1999), de las hoy hermanas Wachowski, y lo vemos repetido en Mulán, la versión de acción en vivo o live action del clásico animado de Disney en manos de Niki Caro, directora recordada por La casa de la esperanza (The Zookeeper’s Wife, 2017) y Tierra de hombres (North County, 2005). Con un estreno en la plataforma Disney+, un cambio radical para un film muy esperado en salas de cine, las críticas han abundado. La fórmula de Vogler para hacer historias no siempre funciona a la perfección, entonces, ¿de quién es la culpa?
La historia no es nada novedosa para quien conozca la versión animada: Mulán (Yifei Liu) quiere impresionar a su padre, no entiende por qué las mujeres no pueden ser como ella, con un «chi» poderoso y un gran talento. Pero no, eso es para los guerreros, porque las mujeres tienen que cuidar el honor de la familia y casarse con el hombre que la casamentera les haya encontrado. Su padre, Zhou (Tzi Ma), le pide esconder su talento, pero es para protegerla, sino será tildada de bruja. Sin duda, el actuar del hombre es noble y del corazón, pero equivocado a los ojos de una sociedad contemporánea. Ese espíritu aventurero es «inadecuado» para las mujeres, por lo que debe quedar encerrado en Mulán. Pero por supuesto, ella no puede dejar de ser quien es.
Y sin embargo, el bando enemigo del reino tiene a Xianniang (Li Gong), una poderosa bruja que va a la delantera en la batalla, se infiltra y es definitivamente más poderosa que cualquier hombre, incluso que el gran Böri Khan (Jason Scott Lee), quien la sigue sometiendo y trabaja para él, cuando ella sola podría acabar con el imperio.
Llega la llamada a la aventura: el imperio necesita hombres que luchen por él, un tributo por familia muy a Los juegos del hambre (The Hunger Games, Gary Ross, 2012). El reino lo pide, y el honor lo exige, pero Mulán no puede deshonrar a su padre, ofreciéndose a cambio de él, que ya no puede ir a la batalla por su avanzada edad. Claramente, Mulán se sale con la suya y se va con la espada y la armadura de su padre para unirse a los defensores del imperio, haciéndose pasar por hombre y sin cortarse el pelo.
El comandante Tung (Donnie Yen), antiguo compañero del padre de Mulán, repite la amenaza que perseguirá a la protagonista: la deshonestidad se castiga con expulsión y vergüenza, una de las bases más fuertes de la cultura asiática. Y el ejemplo lo ve la misma Mulán en uno de sus compañeros, ahora conocida como Hua Jun. Y el resto, de seguro ya lo conocen.
Es particularmente interesante la redención de la bruja al final de la historia, una mujer que se cree perdida y sin perdón alguno. Su presencia le da otro giro interesante a la historia, teniendo en cuenta la versión original animada de 1998. Pero al final, todo se resuelve muy fácil. Si sabemos que al final Mulán va a triunfar, porque al final el héroe siempre gana, ¿por qué no hacerla sufrir un poco más? No es que me parezca bien que la torture, pero dramáticamente hablando sí podría subirle la emoción que sobra en las escenas de acción, haciendo así la tensión más fuerte. El espectador estaría más al borde de la silla que recostado en ella.
Las nuevas versiones de las películas animadas que Disney ha realizado en los últimos años tienen mucho en común con Mulán: la escenografía es majestuosa y el vestuario es impecable, se nota la altísima inversión y el cuidado muy por la onda de Aladdin (2019), de Baz Luhrmann. Se le nota el valor de producción desde la primera escena y el fastuoso trabajo visual. Las escenas de acción y las batallas son cuidadosamente realizadas y visualmente impactantes.
Pero le hace falta sangre. Para poder hacerla una película familiar, o al menos para mayores de 13 años, según su clasificación, las batallas carecen de verosimilitud en ese aspecto. En este largometraje le apostaron a la seriedad y el drama absoluto, por lo que le hizo falta un poco más a la historia. Queriendo ser políticamente correctos y evitar sangre en las batallas, se sacrifica una nueva versión de una historia tradicional que podría haber explotado más ese rol de la mujer que no quiere seguir lo que le impone la sociedad en la que vive, que al final nos representa a todos los que en algún momento nos hemos querido salir de los márgenes en que nos encierran.
Como siempre he pensado, es necesario ver cada película por lo que es y no por lo que pudo haber sido. Este filme tiene su propio valor y su punto de vista, independientemente de donde haya sido inspirada. Por eso no hay culpables en los que recaiga su éxito o su fracaso, igualmente, nadie quedará satisfecho con el resultado final: unos quieren boicotear la película, porque el rodaje se realizó en campamentos de reeducación política de uigures, un grupo étnico de China; otros, porque la protagonista expresó su apoyo a la policía de Hong Kong ante las manifestaciones contra el gobierno; mientras, los más fanáticos aseguran que “falta pasión” y destruyen este film en las redes sociales, porque el adorado dragón Mushu de la versión animada fue cambiado por un ave fénix. El cine siempre ha sido para todo el mundo y cada uno toma lo que le gusta. Esta es simplemente otra interpretación de la tradicional balada folclórica del norte de China en manos de un conglomerado que sabe cómo vender sus productos. Al que le gusta, le sabe.
Trailer:
Ficha técnica:
Mulán (Mulan), EUA, Canadá, Hong Kong, 2019.Dirección: Niki Caro
Duración: 115 minutos
Guion: Lauren Hynek, Rick Jaffa, Elizabeth Martin, Amanda Silver
Producción: Chris Bender, Tim Coddington, William Kong, Tendo Nagenda, Jason Reed, Jake Weiner
Fotografía: Mandy Walker
Música: Harry Gregson-Williams
Reparto: Yifei Liu, Donnie Yen, Li Gong, Jason Scott Lee, Tzi Ma, Jet Li