Cortometrajes

(No) Olvidamos

Napo

Gustavo Ribeiro. Brasil, 2020.

La pérdida de la memoria, su volverse fragmentos de algo que antes se situaba en la capacidad de tener un equilibrio ante el olvido, significa dejar que lo que constituía nuestro ser se pierda para siempre, hasta el momento final en el que, frustrados los intentos de recuperación, sólo queda el reconocimiento de una derrota total. Demostración de las malformaciones biológicas del ser humano, entonces, el alzheimer es una enfermedad contra la que poco podemos hacer, sino aceptarla y convivir con ella, sea que esto nos afecte directamente (y la pérdida de la memoria sería algo al que nos encontramos sujetos), sea que nos afecte indirectamente (como a los padres, a los abuelos, o a los amigos entre los que ya llegaron hasta edades muy lejanas). Decidir no hablar de este problema, permitir que el olvido genético de esta enfermedad (en tanto agente) sea también su olvido social (olvidarse del alzheimer en tanto objeto negativo), provoca la falsa apariencia de un mundo en el que todo está bien y nada nos puede quitar el arte de disfrutar de lo que nos es ofrecido.

El cortometraje de Gustavo Ribeiro, escrito con Gabriela Antonia Rosa e ideado por los dos y Daniel Freire y Thais Peixe, pone de manifiesto la necesidad de no sustraerse a un diálogo social sobre los temas de arriba, dejando abierta la posibilidad de que no solo los que han experimentado una situación similar puedan reconocerse en los personajes, sino que hasta los que nunca han tenido que hacer frente a estos eventos puedan acercarse a lo que es y siempre ha sido parte de la historia del ser humano. El apagarse de los recuerdos y la sensación de impotencia por parte de quien quiere al ser enfermo son, entonces, materia de análisis, de (re)elaboración a través de un medio cultural visual (el cine) para que las sensaciones y los pensamientos racionales conectados a esta enfermedad encuentren una vía para su desciframiento.

La presencia de solo tres protagonistas, el abuelo, la madre, y el nieto, compone también gracias a su reducción de los espacios un arco narrativo capaz de capturar en poco menos de quince minutos la fuerza esencial del cuento. La totalidad de la obra, por esta razón, permite una lectura global que no pierde su fuerza en el desarrollo de una acción que, de por sí, esconde detrás de su simplicidad una estructura más compleja y compuesta por diferentes estratos. La figura del abuelo, por ejemplo, no se mantiene en la coordinadas de su presencia escénica, sino que, debido a los elementos secundarios, se rellena de un significado más amplio: sentimos amor por él no simplemente porque sufre una enfermedad que le impide vivir y funcionar como nosotros, sino que llegamos a entender que su figura en el conjunto familiar es mucho más profunda de lo que aparece ante una lectura superficial. El drama del abuelo, entonces, es un drama del que participamos con su familia, ya que su presencia no es simplemente la de un ser querido en tanto abuelo o padre, sino por su ser, efectivamente, una persona honesta, buena, una de aquellas personas que nos llevan a preguntamos por qué están sufriendo.

Sin embargo, la inteligencia del cortometraje no se basa simplemente en la capacidad de hablar sin hipocresía de la enfermedad del Alzheimer. La voluntad por parte de los autores de no alejarse del paso final, de no evitar el contacto con la muerte, nos permite acceder a un nivel ulterior de (re)elaboración. Se inserta aquí, entonces, la posibilidad de preguntarnos qué es efectivamente un recuerdo y cómo la memoria puede ayudarnos a superar los traumas de las pérdidas. La recuperación del pasado, entonces, deja espacio a la reverberación de la existencia de quien ya no está con nosotros y, por esta razón, abre las puertas a la confortación que el acto de recordar nos concede. Terminada la visión del cortometraje nos espera el mundo real del que, nos damos cuenta, no nos hemos separado. Es aquí que se manifiesta la voluntad de esta pequeña obra (pequeña por su extensión, obviamente) de crear un punto de encuentro entre la experiencia cinematográfica y la diaria, la que nos acompaña en nuestra presencia física en este universo. El cortometraje no es solo un feliz resultado narrativo, entonces, sino la afirmación de una voz cuyo mensaje llega a reverberar en la más que concreta experiencia humana.

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Ficha técnica:

Napo ,  Brasil, 2020.

Dirección: Gustavo Ribeiro
Duración: 16 minutos
Guion: Gustavo Ribeiro, Gabriela Antonia Rosa
Producción: Thais Peixe, Gustavo Ribeiro
Fotografía: Victor Spadotto, Gustavo Ribeiro
Música: Francisco Okabe

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