Críticas
Sin perdón ni arrepentimiento
Nina
Andrea Jaurrieta. España, 2024.
¿Por qué estás aquí? ¿Por qué llevas una escopeta en la bolsa? La protagonista de Nina, con nombre homónimo al de la película, es una mujer que tras muchos años de ausencia vuelve al pueblo en el que nació y creció. Retorna a propósito de una venganza. En su adolescencia tuvo relaciones sexuales con un hombre maduro y la “experiencia” le ha marcado a lo largo de toda su vida. El filme se inspira en la obra La gaviota, de Antón Chéjov, y toma prestado de la misma, además del nombre de Nina, el oficio de los dos personajes principales: ella es actriz y él, un reputado escritor que aquí se denomina Pedro, elección mucho más acorde con el lugar de la costa vasca en el que se desarrolla la acción que el original Trigorin (eso sí, el apellido de Pedro es Trigueros). Los recuerdos traumáticos de su relación en el pasado y el enfrentamiento entre ambos son los dos elementos que hacen pivotar el relato.
La película consiguió el Premio de la Crítica en el pasado Festival de Málaga y ha sido presentada en esta última edición del Festival de San Sebastián, en una de sus secciones paralelas. Está dirigida por Andrea Jaurrieta y es su segundo largometraje. El primero, Ana de día (2018), se focalizaba también en la historia de una mujer, pero aquella vez a cuenta de una lucha de identidades. Nina arranca con un plano de la fémina en la oscuridad y bajo un aguacero. Sus ojos están llorosos. Mira atentamente mientras fuma. Se desliza con sigilo. En plano secuencia se aleja por una calle. Se detiene frente a una valla. Observa con atención el interior de una casa en la que algunas personas están reunidas. Abre la bolsa, monta una escopeta torpemente, con esfuerzo, jadeante, la carga, se resbala, cae, se incorpora, mira nuevamente al objetivo y apunta…
El filme bebe de la estética y temática del western. Contravalores del género como violencia, venganza, culpa, odio o maldad se encuentran presentes. Además, Nina se ocupa de pasear un arma de fuego dentro de su bolsa en sus andanzas por el municipio. Hablaríamos de una especie de neowestern al transcurrir en un periodo fuera de la cronología propias de las películas del Oeste pero evidenciando rasgos formales, estilísticos y de contenido propios de las mismas. Si el joven cobarde de Amanecer en Socorro (Dawn at Socorro, 1954), de George Sherman, se envalentona con whisky, nuestra Nina lo hace con brandy, conectando al tiempo con los recuerdos y el dolor; y si se desea sobrevivir en un lugar salvaje e inhóspito, Nina es consciente de que “debe ir armada”, y si no, que se lo pregunten al personaje encarnado por James Stewart en El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), de John Ford; y Nina parece haber asimilado el lema que desprende la obra El jinete pálido, de Clint Eastwood: la sed de justicia y venganza implica altas dosis de violencia.
Precisamente, es Clint Eastwood quien introduce el tema de la violencia contra las mujeres en Sin perdón (Unforgiven, 1992), un asunto escasamente tratado en el western hasta ese momento. La dureza del mundo de los vaqueros y el arrinconamiento tradicional del género femenino a lo largo de la historia hicieron poderosas a las protagonistas de Johnny Guitar, de Nicholas Ray (1954), a las inolvidables Vienna y Emma. Jaurrieta se ocupa de recordar y homenajear este mítico largometraje proyectando el filme en el cine del pueblo de Nina en sus recuerdos del pasado. Por cierto, también se exhibe conjuntamente ¡Ay, Carmela!, de Carlos Saura (1990), por si sirve para situar cronológicamente el filme. Y si hablamos de venganza, otras mujeres precedieron la labor de la protagonista de esta película española. Nos acordamos de Jill McBain en Hasta que llegó su hora (C’era una volta il West, 1968), de Sergio Leone, una pionera entre la pasión, la venganza y la desesperanza a la que nadie parece poder detener. O también de Ellen en Rápida y mortal (The Quick and the Dead, 1995), de Sam Rami, al regresar a su pueblo para su particular ajuste de cuentas.
Nina, como buen personaje del género, no ha podido superar su traumático pasado. El odio ya ha pagado peaje. Ahora toca pulsar el deseo de venganza. ¿Podrá con ello quedar en paz consigo misma? La reparación del honor a través de la venganza ya aparecía, por supuesto, en el mismo Shakespeare: “¿Si nos pinchan no sangramos? ¿Si nos hacen cosquillas, no nos reímos? ¿Si nos envenenan, no morimos? ¿Y si nos injurian, no debemos vengarnos?”. En este filme se adopta la fórmula de arrancar con el hilo conductor de la venganza, explicando los motivos a lo largo de su camino, preferentemente con el recurso de la analepsis. El recorrido físico y emocional que decide abrazar la protagonista resulta un trayecto lleno de sombras muy amargas. Ya lo decía Confucio: “Antes de embarcarte en un viaje de venganza, cava dos tumbas”.
En el cromatismo de la película destaca el rojo, de una intensidad desbordante. Justo el color del amor, del odio, de la sangre, de la vida, de lo inmoral, de lo prohibido. El fuego de la pasiones buenas y también malas. Nina se viste de rojo y sangra. Por dentro y por fuera. La abusiva utilización de la tonalidad actúa como herramienta que advierte, prescribe, proscribe, condena y castiga. Sirve para expresar las emociones que embargan a Nina ligadas al miedo, a la vergüenza, a la rabia, a la confusión. Un color que casa con precisión con el intento de soltar con agresividad y fortaleza los traumas acumulados. Jaurrieta va ahogando el discurso también con otros medios como una banda sonora disonante, superposiciones o fueras de campo, en una manipulación del tiempo fílmico excelente respecto a la tensión atmosférica que pretende crear. El montaje con alternancia inquietante de planos de las dos épocas en las que el relato se asienta consigue crear unos efectos que presionan densamente la angustia de los espectadores, dándoles, al tiempo, momentos de respiro. La directora se muestra como una profesional muy hábil para controlar y dosificar su relato.
Podríamos hablar de que el largometraje exhibe una violencia estructural a la manera en la que la entiende Galtung, en cuanto que las estructuras establecidas en el sistema social se ocupan de la persistencia de las condiciones de injusticia. En el abuso que actúa como eje central del filme, la inocencia de la víctima, de cualquier víctima en tales circunstancias, hace que tarde o tarden en tomar conciencia directa de la relación de dominación. Y la dimensión simbólica del poder se ocupa de que el dominio se ejerza también sin violencia física aparente. ¿Cómo podemos ser ciegos y sordos ante tales crímenes? ¿De verdad la ocultación colectiva se ha superado desde el inicio de la década de los 90? ¿El desinterés o el disfraz no nos convierte a todos y cada uno de nosotros en cómplices? Los victimarios se desentienden mientras que el sentimiento de culpabilidad ni se le ha visto ni se les verá. Y para terminar, hacemos propias las sospechas de Nina: “¿Hubo otras niñas? Tajante corte final.
Tráiler:
Ficha técnica:
Nina , España, 2024.Dirección: Andrea Jaurrieta
Duración: 105 minutos
Guion: Andrea Jaurrieta
Producción: BTeam Pictures, Icónica Producciones, Irusoin, Lasai Producciones
Fotografía: Juli Carné Martorell
Música: Zeltia Montes
Reparto: Patricia López Arnaiz, Darío Grandinetti, Aina Picarolo, Iñigo Aranburu, Mar Sodupe, Ramón Agirre, Silvia de Pé