Críticas
Aire de cambios
Noé
Noah. Darren Aronofsky. EUA, 2014.
Un cielo gris, plomizo, tan oscuro como el más terrible de los abismos, es la señal inequívoca de que algo terrible está a punto de suceder. Una gran hecatombe, que ruge desafiante desde lo más alto, deseosa de realizar su estallido culminante y arrasar con absolutamente todo.
Darren Aronofsky busca una ambientación diferente, única, capaz de transmitir la inminente llegada de un cambio apocalíptico. Una atmósfera prácticamente claustrofóbica, sin oxígeno, para hacer visible la llegada de ese inminente desastre. Un lugar pétreo, sin vida y sin esperanza, donde la violencia, lo terrible y lo escandaloso lo arrasan todo sin dejar un resquicio de vida, pues parece que la bondad, la moral y la belleza no tienen cabida. Un paraje ideal para que las gotas, los truenos y los relámpagos de la desesperación puedan hacer su “borrón y cuenta nueva” y crear una nueva y mejorada versión de la vida en la tierra.
Tras la tempestad siempre viene la calma, sin prisa, es tranquila y paciente. Una nueva vida parece florecer lentamente tras las cenizas. Una renovada existencia, una aventurada posibilidad de hacer las cosas por el buen camino, pero todo ello, siempre, tras experiencias arrebatadoras, que sobrecogen el alma y la destroza. Noé, como Requiem por un sueño (Requiem for a Dream, 2000), La fuente de la vida (The Fountain, 2006) o El luchador (The Wrestler, 2008), es un grito desesperado ante un mundo teñido de oscuridad y brutalidad, pero también es un canto a las nuevas oportunidades, a la salvación. Todo un enjambre de emociones al límite, que muestra un pequeño resquicio a la esperanza de una nueva luz.
Darren Aronofsky con su última película retrata la soledad de ser humano, sus miedos, su congoja, pero también ofrece la versión más cruda y narcisista de este, tras experimentar el pánico que produce la inmensidad de lo desconocido. Revela a un ser completamente indefenso ante la vastedad que genera el miedo a lo oscuro y a lo anónimo. Noé es una historia universal, pero en esta ocasión se centra en el individuo y la inmensa carga que debe soportar. Como un cuadro de El Bosco, esta cinta está cargada de simbologías dantescas y aterradoras, donde la locura y lo grotesco dan paso a la batalla eterna entre el bien y el mal. Un baile perfectamente conjuntado, hipnótico, en el que se mezcla y se agita un cúmulo de sensaciones contradictorias, preparadas para sacudir el interior del público y estimular cada una de sus células, todo en pos de la empatía.
El poder visual de esta película es uno de sus pilares más importantes. Gracias a las imágenes que se van sucediendo a lo largo del film, es posible asimilar el “in crescendo” de una tensión incontrolable y palpable. Todo, para potenciar al máximo el ansiado clímax apocalíptico de la destrucción del mundo y terminar ante la resolución final necesaria, y conseguir la redención total del individuo, y por consiguiente, de la humanidad. El uso de determinados planos es un estímulo más para aumentar dicha sensación, pues son capaces de trasmitir todo ese compendio de desazón e intranquilidad, mezclando las partes más salvajes con aquellas más sensibles y terrenales. Son como pequeños susurros que viajan lentamente a la conciencia del espectador, para que estos puedan entender toda la sustancia y complejidad de la historia, con la promesa de que algo bueno también ocurrirá tras tanta desdicha.
La iluminación también juega un papel muy valioso en este largometraje. El ritmo y los cambios que se van produciendo a lo largo de la acción quedan patentados mediante el juego de luces, sombras y colores, que están perfectamente ensamblados, pues son la perfecta analogía de esa incansable lucha entre lo bueno y lo malo. Aunque los cambios resultan algo chocantes, son de vital importancia en determinados actos del film. En secuencias “pre diluvio”, nos encontramos con claroscuros perturbadores y luces potentes y de relleno que determinan el tono de esta acción con las que se consigue un perfecto ambiente estudiado de zozobra e intranquilidad (típico de la ambigüedad del expresionismo alemán o del cine negro). En cambio, en las secuencias “post diluvio», se presenta una iluminación cargada de colores positivos y con un alto valor de intensidad tonal, capaz de transmitir un efecto cálido, pacífico y de grandiosidad.
Es interesante destacar la parte más carismática y emotiva de este film. Una faceta que, aunque está estrechamente relacionada con las técnicas anteriormente citadas, tiene un valor independiente y liberado, que consigue otorgar al largometraje un halo diferente y realmente atrayente. Esta magia se produce en determinadas secuencias, en las que el film da paso a una variante de la animación del “go motion”, todo para poder mitigar tanta monstruosidad y barbarie. La intención es asociar, y por lo tanto suavizar, determinadas secuencias con la bondad y la amabilidad que remite a los dibujos animados y a las sombras chinescas. De esta manera, el director reduce en cierta medida tanta imagen de ira y crueldad que se respira en toda la trama, y otorga un respiro al espectador y a su conciencia.
Darren Aronofsky, que siempre ha mostrado interés por temas devastadores y rebeldes, en esta ocasión se ha dejado llevar por uno completamente diferente. Un relato bíblico mundialmente conocido, pero que esconde un verdadero enigma para todas las religiones y para casi todas las mitologías ancestrales. Una historia compleja, perturbadora, pero carismática y llena de significados, que encubre a un verdadero incitador, capaz de modificar el equilibrio existente en la vida de sus protagonistas. Además, contiene unos valores narrativos admirables y unos golpes de efecto adecuados, que hacen progresar convenientemente la marcha del relato, a pesar de contar con un final cerrado y conocido.
Noé no es una película más sobre la Biblia, es una yuxtaposición de distintos géneros, métodos y convicciones. Es una nueva tendencia, una novedosa inclinación, una epopeya al estilo de la trilogía de El Señor de los Anillos (The Lord of the Rings, Peter Jackson, 2001, 2002, 2003), que deja atrás películas como Los diez mandamientos (The Ten Commandments, Cecil B. DeMille, 1956), Ben-Hur (William Wyler, 1959) o La historia más grande jamás contada (The Greatest Story Ever Told, George Stevens, David Lean, Jean Negulesco, 1965).
Tráiler:
Ficha técnica:
Noé (Noah), EUA, 2014.Dirección: Darren Aronofsky
Guion: Darren Aronofsky, Ari Handel
Fotografía: Mathew Libatique
Música: Clint Mansell
Reparto: Russell Crowe, Jennifer Connelly, Emma Watson, Anthony Hopkins, Ray Windstone, Logan Lerman, Douglas Booth, Marton Csokas, Nick Nolte, Mark Margolis, Kevin Durand, Leo McHugh Carroll, Madison Davenport, Dakota Goyo, Gavin Casalegno, Nolan Gross, Skylar Burke
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