Críticas

Sacrificia

Nosferatu (1979)

Otros títulos: Nosferatu, vampiro de la noche ; Nosferatu, fantasma de la noche.

Nosferatu: Phantom der Nacht. Werner Herzog. Alemania Occidental, Francia, 1979.

Se construyen, a veces, elementos de relación tan obvios que casi parece inútil hablar de ellos como si de algo nuevo se tratara. Es verdad que en la historia del cine las influencias son algo natural que crean una reverberaciones dentro del largo túnel compuesto por las imágenes en movimiento. Hay autores, entonces, que quieren ir más allá del simple hecho de hacerle un guiño a algunas obras del pasado, y deciden ir hacia mundos más lejanos, poniendo en marcha un diálogo con el pasado para que el presente pueda moverse hacia el futuro. No se hable de remake, entonces, ya que en estos casos el juego está en la decisión artística, en el encuentro entre dos personas separadas por la cuestión espacio-temporal que establecen un diálogo tan mudo que su ruido nos lleva a cerrar los ojos. Y no, no es una simple metáfora poética, ya que en el caso que aquí se nos presenta Herzog simplemente decide volver a una de las obras cumbres del cine tanto alemán como mundial y enlazar una relación imposible con Murnau, ya que este había muerto hace décadas y poco que decir podía tener. Dos artistas, entonces, se encuentran dentro de las fronteras de la pantalla y fuera de los bordes del pasar de los días.

Es un vampiro que trae consigo la pérdida de la estructura social, el de la segunda mitad del siglo pasado, ya que la peste abre las puertas al final de la civilización. La muerte, efectivamente, es la imagen inicial con la que se nos pide que dejemos entrar en nuestra intimidad (la del cerebro y de las sensaciones ancestrales) la presencia de cuyo nombre se puede susurrar, la mortalidad del ser humano y su efectiva inutilidad. O, por lo menos, sic transit sin que de gloria se deba hablar, ya que todo parece caer en una futilidad de la vida ante la presencia de lo externo, lo mortífero, lo letal. Si las calles se llenan de ataúdes sobre los hombros de personas disfrazadas de negro, en una ciudad del norte de Europa, en la que todo parecía tan ordenado y simple, quizás el futuro resulte ser diáfanamente desolador, lo cual no puede sino empujar a que todos gocemos de unos últimos momentos antes de decirle adiós a un mundo que descubrimos está poblado por criaturas que poca importancia le otorgan a nuestras vidas, a nuestras culturas, a nuestras sociedades.

Pero el diálogo con Murnau va más allá y si bien fundamental es la introducción de lo erótico (eros y thánatos, por supuesto), también lo es la prosecución del mal, de la ínfima relación que tenemos con la esperanza de un futuro libre de cualquier tipo de maldad natural. Y es que, efectivamente, la naturaleza es la que comprende también al vampiro y que lo ampara, permitiéndole seguir vivo no como individuo sino como entidad, como símbolo de un cosmos que poca importancia le garantiza a nuestra especie. Y esta absurdidad de lo natural que es mal repercute en la creación misma de la progenie, no a través de lo que definimos el acto natural entre mujer y hombre, sino en el más bien infructuoso de entre hombre y hombre. Pero, ¿es justo hablar de innatural si el vampiro forma parte de la normalidad del universo?

Podría ser que los verdaderamente innaturales seamos nosotros mismos, con nuestra idea de perfección y de leyes inmutables que rigen una sociedad de la que somos tanto los amos como los esclavos. El vampiro es entonces una figura trágica que se nutre de nuestro miedo a la muerte y nuestra voluntad de inmortalidad, algo que sabemos que es completamente innatural, un pecado que transciende los aspectos puramente religiosos hasta entrar en del discurso de lo laicamente ético y de lo humanamente aceptable. Herzog decide entonces crear un discurso diferente, que de todas formas es parte de los subtextos de la obra de 1922 y que ofrece unas lecturas que se fundan en los pilares mismos de la sociedad y de la cultura humana (¿quizás de nuestra sempiterna e inmutable psique?). El futuro, parece, no es de esperanza y de felicidad para la especie de los sapiens. Nos sentimos destinados a conquistar el universo, mientras que el universo se ríe de nosotros y de nosotros se alimenta, como si de criaturas anodinas se tratara. Y, a lo mejor, esto es lo que somos.

Esta crítica está basada en la edición en inglés.

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Ficha técnica:

Nosferatu (1979)  / Nosferatu, vampiro de la noche ; Nosferatu, fantasma de la noche (Nosferatu: Phantom der Nacht),  Alemania Occidental, Francia, 1979.

Dirección: Werner Herzog
Duración: 107 minutos
Guion: Werner Herzog
Producción: Michael Gruskoff, Walter Saxer, Werner Herzog
Fotografía: Jörg Schmidt-Reitwein
Música: Popol Vuh
Reparto: Klaus Kinski, Isabelle Adjani, Bruno Ganz

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