Críticas

Dignidad en la desolación

Nubes pasajeras

Otros títulos: Drifting Clouds.

Kauas pilvet karkaavat. Aki Kaurismäki. Finlandia, 1996.

NubespasajerasCartelNubes pasajeras pertenece a la trilogía de Aki Kaurismäki denominada “de los perdedores”, “del proletariado” o “de Finlandia”. A ella le seguirían Un hombre sin pasado (Mies vailla menneisyyttä, 2002) y Luces al atardecer (Laitakaupungin valot, 2006). El director finlandés describía su estructura compositiva de la siguiente manera: “ Un 30% de Ozu, un 30% de Sica, 15% de Sirk, 20% de Hopper, 10% de Capra. ¡Eso hace 105! ¿Dónde estoy yo ahí dentro?”. El filme se sitúa en unos años en los que Finlandia atravesaba una crisis económica profunda. La desintegración de la URSS en 1991 le afectó intensamente, al tratarse  de un país con poca población y con enorme dependencia del exterior oriental. La pérdida de las relaciones comerciales más importantes para esta nación nórdica ocasionó su empobrecimiento, con cierre de empresas y consiguiente desempleo.

Los protagonistas son un matrimonio, Ilona y Lauri. La primera trabaja como jefa de comedor en un restaurante lujoso al que el paso de los años le ha dejado huella, y no ha sabido o no ha podido renovarse. Se denomina Dubrovnik, al igual que la ciudad croata en tiempos considerada la “Perla del Adriático”, urbe de élite y destino vacacional aristocrático. Trabaja concienzudamente y de forma eficiente. El segundo, su marido, es conductor de tranvías pero su empresa se ve obligada a realizar una reestructuración de plantilla, decidiendo que los afectados sean escogidos por sorteo. Ambos son despedidos y deben iniciar un penoso itinerario en búsqueda de nuevos empleos. El debilitamiento de la clase obrera golpeó con impotencia a dicha clase social ante la vertiginosidad del cambio de modelo productivo, originado tanto por la ya citada caída de muro de Berlín  como por la revolución tecnológica, la especulación financiera o el triunfo del capitalismo. Todo en camino hacia la globalización y  la transformación de la estructura en las relaciones laborales. La invisibilidad y desamparo cubrió y depositó en las sombras a muchos de los que se ocupaban de cimentar el edificio. En Un hombre sin pasado Kaurismäki se centrará en un varón que viaja a Helsinki en búsqueda de trabajo y recién aterrizado, es golpeado y asaltado perdiendo la memoria; y en Luces al atardecer en un vigilante de seguridad solitario que deja de serlo por una acusación falsa.

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En realidad, en Nubes pasajeras lo que de verdad le interesa al autor  no es analizar las causas del paro o identificar a los culpables, sino en describir el desamparo y la desolación que aqueja a sus víctimas. Quizás por ello elige protagonistas que no pertenecen al sector industrial, siempre más propenso a poseer sindicatos potentes en su defensa. Si algo distingue a los “héroes” del director es precisamente su dignidad, aún en las peores circunstancias. No son carismáticos o titanes como es posible encontrar en el cine de Robert Guédiguian, Ken Loach o Fernando León de Aranoa. Más bien se acercan a los desfavorecidos que retrataba el neorrealismo italiano, como los de Vittorio De Sica en Ladrón de bicicletas (Ladri di biciclette, 1948) o Umberto D. (1952). Destacan por su humildad, por su firmeza, por su perseverancia. Y como Lauri e Ilona, se resisten a sobrevivir del subsidio público. ¡Qué tiempos aquellos en los que algunos consideraban humillante no poder mantenerse del esfuerzo o de los recursos propios!

No se puede olvidar el humor negro que impregna la filmografía de Kaurismäki. Ya hemos apuntado que Lauri acaba desempleado por la mala suerte en el sorteo realizado al efecto, al escoger la carta de la baraja indeseada. La anécdota nos recuerda también al utilizado por Lars von Trier en El jefe de todo esto (Direktøren for det hele, 2006), al elegir un tiovivo para decidir el futuro de la empresa. También resulta surrealista la escena de Nubes pasajeras cuando el propietario de un restaurante en el que Ilona busca trabajo le achaca que comienza a hacerse vieja. Cuando la mujer indica que tiene 38 años, la respuesta del empresario es que puede caer muerta en cualquier momento, ya que él, a pesar de tener más de cincuenta, cuenta con “relaciones”. O cuando el protagonista se desploma al llegar a su casa, ebrio y derrotado en la búsqueda de nuevas oportunidades; o en los momentos en los que detalla que no ha pasado un test psicotécnico para camionero al descubrirse que está sordo de un oído y por ende, le retiran el carnet de conducir. 

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Uno de los rasgos más características del realizador en su capacidad de síntesis, lo que logra, entre otras herramientas, por una certera y sabia utilización de la elipsis. Sus películas difícilmente se alargan más de hora y media. Contribuye el sobrio y preciso lenguaje gestual y la utilización magistral del fuera de campo. La economía de medios entra en un juego en el que las omisiones de ciertos temas como la violencia y el sexo entran en escena. Así, a los inicios, mientras el cocinero alcohólico del Dubrovnik cae en un brote psicótico y amenaza a la plantilla con un cuchillo, la cámara permanece en todo momento estática, registrando a aquellos que observan los acontecimientos y eludiendo la lucha por la recuperación del instrumento. Ya hemos mencionado cuando Lauri se desploma. No hacen falta más explicaciones para dibujar el fracaso. El minimalismo del director, sus elipsis, sus fueras de campo, su economía narrativa, agitan la imaginación de los espectadores al obligarles a completar la información facilitada. Y por ejemplo, no necesitamos más que una fotografía y una visita al cementerio para cerciorarnos de la existencia de una pérdida demasiado dolorosa. 

Al inicio mencionábamos la influencia de Ozu que el propio director reconocía. Además de la omisión de la violencia, el minimalismo y otros rasgos comunes, podemos citar la importancia que otorgan ambos a los objetos, como esa tetera roja del maestro japonés. Automóviles, sofás, transistores, televisiones, mesas, gramolas… son recurrentes en las obras del finlandés;  algunos procedentes de la cultura de masas, otros producto de colecciones melancólicas o de ruinas del pasado desplazadas por la modernidad. Las cosas de Kaurismäki adquieren alma, se convierten en conceptos complejos exhibidores de la permanencia mientras su entorno se destruye o cambia. Objetos que siguen sirviendo a pesar del paso del tiempo mientras nosotros ya parecemos no servir para nada o para casi nada. Materialidades exentas del proceso destructivo en el que andamos inmersos los terrícolas. El autor convierte aquello que puebla nuestro horizonte doméstico en ideas simbólicas con profundas connotaciones.

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No resulta baladí que en casi todas sus películas el autor inserte la Patética de Chaikovski. Precisamente, centrándonos nuevamente en Nubes pasajeras, y en la banda sonora, la película se abre con un primerísimo primer plano del teclado de un piano. Shelley Fisher está tocando el instrumento en ese restaurante decadente que se ve obligado a cerrar sus puertas ante el impago a los acreedores. El título de esta película evoca la canción de un cantante de rock finlandés a cuya música recurrió frecuentemente Kaurismäki en sus filmes. Se trataba de Rauli Aarre Tapani Somerjoki, conocido como Badding. Y justamente, el filme se cierra con una escena en la que el matrimonio protagonista sale a las puertas del nuevo restaurante que han conseguido abrir, con el nombre de “Trabajo”. El día de la inaguración, tras una tensa espera, ha conseguido llenarse. Miran al cielo, que permanece fuera de campo. Intuimos esas nubes pasajeras pero desconocemos si son nubarrones de largo alcance. Solo disponemos de ausencia de contraplano y de un corte a negro que conduce a los títulos de crédito. 

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Ficha técnica:

Nubes pasajeras  / Drifting Clouds (Kauas pilvet karkaavat),  Finlandia, 1996.

Dirección: Aki Kaurismäki
Duración: 96 minutos
Guion: Aki Kaurismäki
Producción: Coproducción Finlandia-Francia-Alemania
Fotografía: Timo Salminen
Música: Shelley Fisher
Reparto: Kati Outinen, Kari Väänänen, Elina Salo, Sakari Kuosmanen, Markku Peltola, Matti Pellonpää, Matti Onnismaa, Pietari, Shelley Fisher, Markus Allan

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