Críticas
Esos momentos
Nuestro día
Otros títulos: In Our Day.
Woo-ri-ui-ha-ru. Hong Sang-soo. Corea del Sur, 2023.
El realizador surcoreano Hong Sang-soo continúa, ya en la madurez, en pleno proceso creativo. Su penúltima obra hasta la fecha es Nuestro día, otra película minimalista. Juega con dos historias paralelas que, aparentemente, no poseen nada en común. En la primera de ellas, una actriz se instala en la casa de una amiga que vive con su gato. Allí acudirá una joven aspirante a la profesión referida, concretamente la prima de la visitante, en busca de consejo. La segunda historia se centra en un poeta ya mayor que recibe en su casa a una estudiante de cine que está realizando un documental sobre su persona, y además, a otro joven que necesita orientaciones vitales. Los acontecimientos de ambas tramas se van alternando y, como sucede en el cine del autor, se transita sin sobresaltos entre largas conversaciones acompañadas por comida, alcohol o tabaco. Se trata de un filme de interiores y exteriores en terrazas o azoteas, con cámara prácticamente fija y sostenida, mientras hechos banales van transcurriendo. Como la vida misma.
Hemos dicho que, aparentemente, ambas historias no poseen nada en común. Pero a poco que uno se esfuerce, además del ramen, el soju o el vino, nos encontramos con dos personajes principales, Sangwon, la actriz y el poeta Hong. Y ambos están desengañados de la existencia, les invade la melancolía y hasta la resignación frente a los propios fracasos. Los años pasan y malas experiencias profesionales y personales se van sucediendo hasta despojarles, año tras año, de cualquier ilusión que no sea la de disfrutar de los pequeños momentos. El universo de la vida se erige así en un jardín imperfecto con un destino relleno de azar, más que de proyectos o esperanzas. Hong Sang-soo, en esa aparente ligereza y cotidianidad, nos enseña un tratado sobre la búsqueda de la alegría en las cosas sencillas, en las más simples, mientras que nos invita a abandonar la frustración que nos suponen aquellas misiones extraordinarias que acaban incumpliéndose y muriéndose. De lo que habla realmente es de lo que nos sucede diariamente: de la alegría y la tristeza, de la salud y la enfermedad, del placer y del dolor, de la compañía y la soledad… De aquellos ríos complementarios, que como diría Jorge Manrique, terminan desembocando en el mar.
También encontramos en el coreano una reivindicación del ocio, del goce por una buena comida o bebida, de las conversaciones sosegadas o de la contemplación. Al tiempo, el viento sopla fuerte o débil, delante o detrás, suave o colérico. Los ámbitos domésticos, parece sugerir el autor, son los que nos entregan los mejores momentos, en ningún caso aquellas ocupaciones que inventamos para intentar atrapar emociones en una absurda pelea contra el tiempo. ¿De verdad la felicidad se alcanza con la acumulación de viajes, de experiencias, de poder, de bienes materiales? Mientras estamos ocupados a la caza del universo perfecto, dejamos escapar nuestra existencia en lo que la vida nos puede otorgar día a día, a la búsqueda de locuras insensatas. Como sentenciaba Séneca, “Aquel que todos los días sabe dar la última mano a su vida no siente la necesidad del tiempo, pues de esta necesidad surge el temor y el ansia del futuro que consume al espíritu”.
La particular forma de rodar del realizador, con pocos movimientos de cámara, planos largos y dilatadas conversaciones, en un antídoto contra la furia y el ruido que degradan el espectáculo audiovisual, nos hace pensar en aquellas características que comparten los filmes pertenecientes al slow cinema. Los dos ejes que Morin sugiere para situar una obra en la citada categoría los encontramos en muchas de las propuestas del realizador surcoreano, también en esta penúltima: el ritmo del montaje en tomas de larga duración y el movimiento interno de cada plano, tendente al estatismo. En Nuestro día hallamos el adelgazamiento de la narración, la supuesta insignificancia de las situaciones, el aparente vaciado sicológico de las motivaciones de los personajes, cuyas explicaciones deben encontrarse en las sugerencias o las elipsis. En un listado orientativo de autores asiáticos situados en esta estética de la lentitud podrían encuadrarse Wang Bing, Apichatpong Weerasethakul, Tsai Ming-liang o Lav Díaz. Se fundamentaría en una base humanista, en la idea de que el mundo moderno ha sustituido por completo la duración y la demora por el culto a lo efímero y el goce de lo instantáneo. Propuestas para detener el frenesí y fijar la vista en imágenes que nos permiten observarlas atentamente y profundizar con ellas.
La huida de la narrativa clásica que nos ofrece Hong Sang-soo, con esa multiplicación de instantes de fachadas equivalentes, puede defraudar a quien o quienes depositan sus expectativas en algo que tuviera que ocurrir antes de la finalización del largometraje. Y en realidad, mientras unos se enredan en horizontes extraordinarios por llegar, lo realmente trascendente está sucediendo en ese campo cinematográfico que muestra lo cotidiano, en el espacio y tiempo de la diégesis. La creencia popular de que en lo rutinario nada ocurre deja la sensación de que el tiempo se alarga innecesariamente con respecto al contenido. Pero el coreano, precisamente con esas armas, se alza en exponente de una estrategia estática de intensidad minimalista y austera, aunando tiempos muertos y ambigüedad dramática. Como describiría Jonathan Romney, contemplamos “un cine que resta importancia al acontecimiento en favor del estado de ánimo, la evocación y un sentido intensificado de la temporalidad”. Pero el flujo de información restringida que presenta el realizador debe sortearse con esos pequeños detalles que ofrece en su puesta en escena: la hija con la que se ha perdido el contacto, la separación previa, las adicciones adheridas con pegamento resistente, el felino que llena otros vacíos, la imposibilidad de ser uno mismo, los titubeos existenciales…
Las experiencias meditativas y contemplativas que nos sigue regalando el autor continúan evocando a nuestras emociones y atrapándolas. La especie de suspensión temporal a la que nos arrastra Hong Sang-soo logra agudizar nuestros sentidos en una sencillez que en la actualidad es considerada como demoníaca. El director de Nuestro día resta importancia a los acontecimientos para otorgársela a la atmósfera del filme. Esta se transforma en una experiencia fascinante que evoca intensidades perdidas. Regala una mirada artística que se detiene en gratificaciones olvidadas. Un paréntesis entre dos nadas, que diría Benedetti, o entre la cuna y la sepultura, que mentaría Quevedo, es capturado por el coreano como diseño de existencia que se empeña en volver a las raíces. La “herida del tiempo” es captada por el director con profundas huellas sobre la fugacidad, la nostalgia y la imposibilidad de retornar al pasado. Ya se sabe, “Nunca podremos volver a Manderley, esto es seguro”.
Seríamos necios si dejáramos escapar la invitación del autor hacia la toma de conciencia sobre los pequeños momentos que nos otorga la vida y, con ellos, aceptar su heterogeneidad como tal, con sus luces y sombras. El maestro parece haber alcanzado la sabiduría al haberse convencido de que a la profundidad de las cosas se llega a través de un ejercicio de simplificación, sin adornos ni intereses. Pessoa también lo sabía. Y con cada plano, Hong Sang-soo alcanza el desarrollo que necesita, en lo que Didi-Huberman sostendría como definición de la imagen: un arte de la memoria, una impresión, una estela, un regazo visual del tiempo… No deberíamos olvidar que lo que realmente resulta auténtico de este arte no son otros mundos, los de las fantasías o de la irrealidad, sino nuestro propio mundo. Y tampoco, que una obra de arte es de calidad cuando es adecuada al fin o al propósito para el que está pensada (David Hume).
Tráiler:
Ficha técnica:
Nuestro día / In Our Day (Woo-ri-ui-ha-ru), Corea del Sur, 2023.Dirección: Hong Sang-soo
Duración: 84 minutos
Guion: Hong Sang-soo
Producción: Jeonwonsa Film
Fotografía: Hong Sang-soo
Música: Hong Sang-soo
Reparto: Park Mi-so, Kim Min-hee, Ki Joo-bong, Song Seon-mi, Park Mi-so, Ha Seong-guk, Kim Seung-yun