Críticas
Paraísos inalcanzables
Oasis
Oasiseu. Lee Chang-Dong. Corea del Sur, 2002.
El director surcoreano Lee Chang-Dong empezó su carrera profesional como realizador tardíamente. En sus inicios profesionales estuvo dedicado a la escritura y al teatro. A pesar de ello, desde su magnífico debut con Green Fish (Chorok mulkogi, 1997) hasta su último filme por el momento, concretamente Burning (Buh-ning, 2018), nos ha regalado seis largometrajes extraordinarios. Para algunos, es precisamente su tercera película, Oasis, la más destacada. Toda su filmografía se caracteriza por una excelente narrativa, con personajes marginales y héroes marcados por un destino trágico. El tono desesperanzado y melancólico se impone en sobrecogedores dramas. Quizás estemos hablando del mayor maestro coreano contemporáneo de un género que se encuentra entre los más importantes del cine de ese país asiático.
Oasis consiste en una propuesta arriesgada y valiente, alejada de cualquier convencionalismo. Sus protagonistas son dos jóvenes, Jong-Du y Gong-Ju. El primero sufre una leve discapacidad psíquica y la segunda parálisis cerebral. Ambos deberán enfrentarse a un mundo que ni quiere comprenderlos ni los admite de buena gana. Jong-Du acaba de salir de la cárcel tras cometer un homicidio involuntario. Gong-Ju es una mujer a la que nadie le importa más que para aprovecharse de las ventajas económicas o materiales que proporciona su estado. Los dos llegan a conocerse por una serie de circunstancias azarosas e inverosímiles. El chico tiene la peregrina idea de acercarse a la familia del hombre al que atropelló. Ya se imaginarán el recibimiento.
Lo más grande del filme consiste en la sinceridad y honestidad que transmite. Imbuido en esa actitud, la intención del director resulta clara: no ahorrar nada al espectador, enfrentarle tanto con lo mejor como con lo más perverso. Por ejemplo, hay un intento de violación, una agresión sexual que por sus características produce una repulsión absoluta. Se conforma en una escena estremecedora de difícil olvido y maravillosamente interpretada (como el resto de la obra). El autor se preocupa en no dar tregua mientras conocemos y nos adentramos en la relación que se va estableciendo entre los protagonistas. Desde el desconcierto inicial hasta un final desgarrador e imposible.
Resultan magníficas las secuencias en las que se perfilan a los que se creen “normales”. Quedan retratados y señalados frente a la alteridad, frente al Otro, frente al diferente. Ya sean discapacidades, religiones, sexo, raza o convenciones sociales; el integrismo, el racismo y la intolerancia se imponen. Una mayoría se ocupa en construir un firme y sólido muro impenetrable para aquellos o aquellas que se perciben distintos e incluso inferiores. Hablamos de entradas o asistencia a restaurantes, a reuniones familiares, a los propios hogares… Miradas y reproches que lo dicen todo sin expresar nada. Nos parece magnífico el atinado retrato que Lee Chang-Dong presenta de una sociedad que solo sabe mirarse al ombligo y que es incapaz de mantener una actitud abierta y comprometida.
Lo que no se entiende se deja fuera y se margina. No puede hacerse un hueco en el universo colectivo. Desinterés, palizas, abusos varios conforman un auténtico mosaico de un sentir general, ya nos encontremos en Asia, en Europa o en América. El oasis del título, aquello que en un primer momento puede resultar pavoroso, a lo mejor, es capaz de corporeizarse a menos que nos empeñemos. Y así, dibujar un paraíso momentáneo de sensaciones sin que sea necesario que se proceda a su materialización efectiva. La imaginación resulta poderosa y a veces, se erige como el único sustento de algunos para agarrarse a cualquier clavo que no arda o que solo se encuentre ligeramente caliente.
Oasis se diseña como un drama desgarrador que se acerca sin complejos a dos seres marginales olvidados por una sociedad que los ignora y desprecia. En los veinte años que han transcurrido desde su estreno creemos que no ha perdido ni un ápice de modernidad. Todas y todas seguimos mereciendo una oportunidad o varias, por supuesto. Los personajes principales cuentan en todo momento con una mirada amable y comprensiva del realizador. Lo hace con planos secuencia, con cámara nerviosa y con un tono luminoso y una fotografía que, paradójicamente, disecciona fríamente, sin huir en decantarse por lo onírico cuando la poesía y el amor se imponen.
Nos gustaría detenernos un instante en la sensacional interpretación de la actriz Moon So-ri como Gong-Ju. No en vano, ya obtuvo el Marcello Mastroianni en el Festival de Venecia. Precisamente, consiguió su primer papel en el segundo largometraje de Lee Chang-Dong, en Peppermint Candy (Bakha satang, 2000), con una breve aparición. En Oasis aborda a un personaje muy complejo que da forma con una intensa expresión corporal. Su talento se desborda para la transmisión de emociones a través del movimiento del cuerpo. Las convulsiones y la ausencia de coordinación de los que hace gala y que son propias de la enfermedad que quiere encarnar conmocionan y precisan que el espectador se arme de fortaleza y se deje arrastrar en una historia de amor fascinante y cautivadora. Además, queremos recordar que la parálisis cerebral es un trastorno de la psicomotricidad que no conlleva necesariamente discapacidad intelectual.
El autor estremece sin necesidad de recurrir a manipulación alguna. Incluso busca incomodar mientras juzga y acusa a una sociedad incapaz de comprender el amor y la sexualidad en personas con diversidad funcional. Se abandonan estereotipos y autocensuras para sumergirse en la intimidad de seres marginales y en la forma en la que son rechazados por el tejido colectivo. Mujeres y hombres que, además de padecer enfermedades normalmente irreversibles, son condenados a eliminar de sus conductas cualquier comportamiento sexual al ser considerado inadmisible. Pestilentes ansias de establecer criterios culturales absolutos y socializaciones imposibles.
Nunca es tarde para acercarse a la obra del coreano Lee Chang-Dong. Para nosotros ha supuesto una experiencia deslumbrante. Cualquiera de sus películas merece atenta visión. Una aproximación a tragedias desgarradoras, a soledades forzosas, a dolores insoportables o a pérdidas inasumibles. ¿Quieren bailar? ¿Quieren irse de excursión? ¿Quizás salir a comer o a cenar a un restaurante? Por el momento, solo con el visionado de Oasis lo conseguirán. El autor asiático nos ofrece una buena muestra de que querer es poder. Aunque las adversidades compriman y los espejismos germinen.
Tráiler:
Ficha técnica:
Oasis (Oasiseu), Corea del Sur, 2002.Dirección: Lee Chang-Dong
Duración: 132 minutos
Guion: Lee Chang-Dong
Producción: UniKorea Pictures, Dream Venture Capital, East Film Company
Fotografía: Choi Yeong-Taek
Música: Lee Jae-Jin
Reparto: Sul Kyoung-gu, Moon So-ri, Ahn Nae-sang, Ryoo Seung-Wan, Chu Kwi-Jung, Kim Jin-Gu, Son Byung-ho, Park Myeong-Shin