Críticas
Amargo viaje al pasado
Oh, Canada
Paul Schrader. EUA, 2024.
El director, guionista y crítico estadounidense Paul Schrader nos ofreció en sus últimos largometrajes como realizador una trilogía sobre la redención. Se trataban de El reverendo (First Reformed, 2017), El contador de cartas (The Card Counter, 2021) y El maestro jardinero (Master Gardener, 2022). En realidad, con Oh, Canada insiste sobre el mismo tema, y otros, siempre presentes en su cinematografía: la depravación del hombre, la expiación limitada, los traumas del pasado, la culpa, los personajes atormentados por sus conflictos interiores y existenciales o las relaciones familiares enfermizas. En esta ocasión, su protagonista es un afamado autor de cine documentalista con cáncer terminal. Está interpretado por Richard Gere, segunda colaboración con Schrader después de muchas décadas, tras American Gigoló (American Gigolo, 1980).
El núcleo central de la narración se basa en el relato de sus memorias por parte del personaje de Gere, de Leo Fife, ya muy enfermo, en lo que pretende ser un documental autobiográfico realizado por sus exalumnos experimentados. Pero lo que parecía en principio que iba a convertirse en una rememoración de recuerdos sobre una vida exitosa y fructífera, se transforma en una indagación del propio documentalista sobre un pasado que ha permanecido en la sombra, tanto privada como pública. ¿Y qué es lo que busca con la confesión? Pues como todo buen personaje de Schrader el objetivo se coloca en la liberación de culpas, la redención, quizás el perdón, pero ante todo, la exorcización de fantasmas que le corroen el alma. Y lo quiere realizar delante de la que es su esposa actual desde hace treinta años, Emma, encarnada por Uma Thurman, desconocedora igualmente de dichas “andanzas”. Y Leo Fife es confuso en su relato, claro que sí, como la memoria de cualquiera y más de un moribundo que ya solo huele a medicamentos y que no está seguro si añora una juventud que por higiene mental preferiría haber olvidado.
El guion está basado en una novela de Russell Banks, fallecido en 2023. A él está dedicado el filme. Se trata de la segunda adaptación de un libro del mismo por parte de Schrader, tras Aflicción (Affliction, 1997). Y como en este último, la base del drama está en el enfrentamiento del protagonista con sus fantasmas y con el destino que le aguarda. A Leo Fife le corroe la impotencia sobre su fracaso como ser humano, como padre, como esposo, como compañero… El director estadounidense nos habla de la culpa interior desde una óptica pesimista. El moralismo del cineasta se transforma en ambiguo, dialéctico, denso, desencantado (muy en consonancia con los orígenes religiosos y morales del autor, educado en una familia de rígidos principios). Y aquí, en Oh, Canada, nos sigue invitando a presenciar el descenso a los infiernos de sus criaturas. Firme defensor de que toda acción es un acto moral y todo acto tiene sus consecuencias, acaba rodeando a sus personajes de contradicciones y complejidades dominadas por el autoengaño, la desesperación y la búsqueda de la redención del dolor. Aspira y consigue que el espectador, impactado, reflexione con posterioridad sobre el sentido de lo visto.
La película está armada como un verdadero puzzle en el que dos líneas temporales se entrecruzan: la del presente, la de la entrevista a Fife y la de su pasado con un viaje de Virginia a Canadá plagado de continuos saltos temporales e incongruencias narrativas, que convierten la experiencia fílmica en una prueba de discernimiento. Además, se juega con diferentes formatos en los que encuadra al protagonista sin dejarle margen para respirar o amplía el horizonte en los recuerdos pretéritos. Igualmente, se utiliza tanto el blanco y negro como el color, desde un oscuro fúnebre hasta explosiones cromáticas en formatos panorámicos. Una compleja estructura que recuerda su largometraje Mishima: una vida en cuatro capítulos (Mishima: A Life in Four Chapters, 1985). En esta última combina también varios pasajes biográficos en presente y pasado que igualmente invitan al espectador a la reconstrucción del texto. Como en alguna ocasión ha manifestado alguno de los personajes del director, “La vida de cada uno… eso es un misterio” y en ese enigma tenebroso nos introduce para atravesar un vía crucis repleto de recriminaciones.
Leo Fife revela a la opinión pública y a sí mismo, ante el espanto de su mujer, un pasado cuanto menos vergonzoso que se aleja del perfil que ha sostenido a lo largo de su existencia. Ni ha sido un héroe escapando del reclutamiento para Vietnam ni un ciudadano ejemplar huyendo de responsabilidades filiales o maritales. Pero, ¿esa vida construida en la mentira hace caer en la ignominia a su obra?, ¿su calidad ha sido reducida a la nada?, ¿su trabajo debe ser silenciado y arrinconado? Entramos aquí en el problemático asunto de la cultura de la cancelación, una hipocresía que sitúa a la pureza moral en un pedestal intransigente, ciego y sordo. Ese parece ser el temor de la esposa de Fife cuando trata de proteger el legado. Pero como comprenderán, no estamos en la clase de mentira que sostuvo durante años Enric Marco, el expresidente de la asociación Amical de Mauthausen, de haber sido el preso 6448 del campo de concentración de Flossenburg, lo que jamás sucedió. A diferencia de nuestro protagonista en Oh, Canada, la obra de Marco se sustentó en una falacia que paseó desde su poder en la asociación hasta con sus charlas en colegios e institutos. Los directores Aitor Arregi y Jon Garaño acaban de realizar un filme sobre el asunto con su película denominada precisamente Marco (2024). Por el contrario, no consta en el largometraje del estadounidense falacia alguna en cuanto a la obra del protagonista.
Resulta paradójico que Fife se haya ocupado profesionalmente en intentar plasmar la realidad con sus documentales mientras su propia historia ha sido construida desde la ficción, desde la pura inventiva, desde el desprecio de lazos formados voluntariamente en el pasado y que se han cortado cuando fueron considerados incómodos o pesados. Viene al caso los estrechos márgenes entre el documental y el falso documental, al que algunas veces se le denomina simplemente fake (fraude o engaño). Pero como decía Martin Heidegger, somos “seres para la muerte” y esa toma de conciencia, el acercarnos a nuestra fecha de caducidad nos enfrenta sustancialmente a nuestro pasado y a la posibilidad de convertirnos, o no, en auténticos. Gracias a la mentira, lo real queda en suspenso y hace que dependa de nuestros deseos. Pero a veces es posible dilucidar si además de vivir en el engaño se quiere igualmente morir en él. Para nuestro protagonista, la impostura es el medio que utiliza para ocultarse, hasta desaparecer él mismo en el nuevo papel que representa. Una identidad imaginaria que desplaza la del origen. Como en el cuento El impostor inverosímil Tom Castro, de José Luis Borges.
Cabría preguntarse aquí qué se entiende por “mal”. Porque no debería circunscribirse a lo que es pecado o delito. Es posible que se revele con mayor frecuencia en la ausencia de reacción ante el sufrimiento de otro, al negarse a comprender a los demás, en la insensibilidad ética. Y de eso Leo Fife entiende mucho: en su desprecio ante el sufrimiento de hijos, de padres, de esposas… Utiliza a los demás como meros objetos de usar y tirar. Establece relaciones (compra) para satisfacer sus necesidades y deseos. Cuando dejan de cumplir sus expectativas o encuentra otro “producto” que promete satisfacer mejor los anhelos que lo “adquirido” anteriormente, los intercambia y prescinde de los anteriores. Fife se ve reflejado en el espejo del baño en toda su decrepitud. El espejo, ese objeto más angustioso que el reloj porque no es posible que falsee lo mostrado. Y el sentimiento de derrota se apodera de él en una frustración sostenida sin capacidad de recuperar pasos perdidos. Y le embarga la inutilidad, la impotencia, la percepción martirizante de no haber podido.
El cine de Paul Schrader da primacía al comportamiento de los seres sobre la anécdota, prefiere las variaciones sobre la memoria y el olvido, lo real y lo imaginario, el ser y el parecer frente a resoluciones de intrigas, el privilegiar el relato frente al espectáculo. A Fife le vence el peso de los recuerdos. Se esconden desordenadamente para aparecer de forma enfermiza en voces y ecos temblorosos que desbordan la simple imaginación. Su tiempo se extingue y la memoria regresa con ahogo, densamente, de forma rítmica y lapidaria. Y se pregunta, y nos preguntamos, qué busca en la penumbra de una habitación frente a una cámara, entregado a revisar su pasado. Parece no entender quién sentenció su destino. Tarda en aparecer aquella escena, aquel recuerdo olvidado frente a una señal de tráfico con dos direcciones opuestas, en la que tuvo que realizar una elección: Canadá o Estados Unidos.
Tráiler:
Ficha técnica:
Oh, Canada , EUA, 2024.Dirección: Paul Schrader
Duración: 95 minutos
Guion: Paul Schrader. Novela: Russell Banks
Producción: Lucky 13 Productions, Ottocento Films, Northern Lights Films, Exemplary Films Corporation, One Two Twenty Entertainment, SIPUR, Vested Interest Música: Phosphorescent
Fotografía: Andrew Wonder
Música: Phosphorescent
Reparto: Richard Gere, Uma Thurman, Jacob Elordi, Michael Imperioli, Kristine Froseth, Victoria Hill, Aaron Roman Weiner, Ryan Woodle, Megan MacKenzie, Joshua Wills, Gary Hilborn, Jean Brassard, Amanda Lea Mason