Críticas
El problema de la sobreexposición
Open Windows
Nacho Vigalondo. España, 2014.
El paso de cineasta novel a consagrado no solo supone haber encontrado un lugar en la industria, también apunta al consecuente hallazgo de un target. Si en ese, a menudo corto –si relativizamos por comparativa con lo que suele durar la carrera media de un director de cine–, período de tiempo la etiqueta «de culto» se ha cosido al nombre como un apellido extra, el efecto se potencia. Esto puede provocar que el aludido se sienta con la potestad de privatizar sus trabajos hasta una intimidad obscena. Es lo que le ha ocurrido a Nacho Vigalondo con su tercera película, Open Windows. Y, al tratarse de un cineasta español, tal y como está el oficio cinematográfico por aquí, se antoja un caso más que representativo.
Las causas pueden ser múltiples, pero algo indica que un director tan apegado a la evolución posmoderna del humor (lo que el crítico Jordi Costa bautizó alguna vez como posthumor) terminaría por filtrar mal en sus fórmulas de cimientos de ciencia ficción. Es verdad que Los cronocrímenes (2007), más allá de resultar un más que digno debut, funcionó como una propuesta muy circunspecta, temerosa de salirse del rompecabezas temporal que le suministraba el aliciente. Sin embargo, una abundante colección de cortometrajes herederos de la sorpresiva nominación al Oscar por 7:35 de la mañana (2003) fueron encaminando una disolución con tendencia a saturarse. Extraterrestre (2011) medía bien las proporciones a combinar de comedia y alienígenas, pero su truco estaba en el engaño: el guion plagado de gags y su intrigante puesta en escena se asentaban sobre un McGuffin totalizador.
En cualquier caso, el atrevimiento, la originalidad y la inteligencia para la búsqueda de contactos le han otorgado al director cántabro el lugar que merecía; y que seguiría mereciendo de no haber estirado demasiado su ego: Open Windows termina por entenderse como un gran chiste entre amigos del mundillo, protagonizado por un actor con tirón en el terreno fantástico y una ex actriz porno que aporta su porcentaje de morbo a la ecuación.
La película ofrece un arranque muy fino, de sencilla y didáctica contextualización que sirve de tutorial a la lección de originalidad expositiva que se le va a ofrecer al espectador: la acción tiene lugar casi exclusivamente, salvo algún que otro falseo bien encajado en las secuencias, en la limitada proyección de todo tipo de pantallas digitales, que en ocasiones, incluso despiezan el seguimiento simultáneo de planos. Vigalondo no es un pionero del recurso (ya lo usaron con anterioridad en nuestro cine Elena Trapé y Pablo Maqueda, entre otros), pero, por otro lado, es coherente con aquella noción del bajo presupuesto que un día le permitió dirigir y de la que hoy tan solo exhibe algún que otro ramalazo.
Parte de esta transgresión ha sido ocasionada por una coproducción norteamericana (quién no lo haría si sus películas se apreciaran más allí que aquí) y confirmada por una pareja protagonista orientada hacia el mainstream –junto a algún que otro amiguete de nuestra cantera, lo que también es de agradecer. Elijah Wood está correcto en su papel de freak agobiado y entregado su objeto de deseo, la baza por la que Open Windows fue publicitada y será recordada: Sasha Grey. No es por desanimar la incipiente carrera actoral de la muchacha más allá de la compañía genital, pero sus constantes expresiones, subrayadas por insinuantes rictus y muecas, indican, salvo que se trate de expresas instrucciones del director (no descartables), que nunca será capaz de abandonar las buenas costumbres.
Open Windows no solo supone el despegue comercial de Nacho Vigalondo, el permiso para incordiar a ese grupúsculo de realizadores que hoy se reparte el éxito de nuestro cine y la asimilación y gestión de un presupuesto bastante más elevado de los que había acostumbrado hasta la fecha –y de la media del cine español. También supone la pérdida de su frescura en la hibridación de géneros (muy bien aplicada en sus dos primeras cintas) y la incapacidad para llevar a buen puerto una idea que se va empantanando a medida que avanza el metraje, renunciando a cualquier posibilidad digna de resolución. Porque la justificación no puede quedar al amparo, por mucho que se quiera, de las insondables variaciones que puede disponer la ciencia-ficción.
Así, se perciben varios finales para todos los gustos hasta aquel definitivo y nada satisfactorio que da carpetazo a la construcción de una interesante reflexión sobre la desprotección del individuo en el mundo virtual, a través de una broma en forma de colosal y orwelliano servidor todopoderoso. Esta vez no ha colado, pero Nacho lo seguirá intentando. Seguro.
Trailer:
Ficha técnica:
Open Windows , España, 2014.Dirección: Nacho Vigalondo
Guion: Nacho Vigalondo
Fotografía: Jon D. Domínguez
Música: Jorge Magaz
Reparto: Elijah Wood, Sasha Grey, Neil Maskell, Adam Quintero, Iván González, Jaime Olías, Rachel Arieff, Jake Klamburg
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