Críticas
La esencia de la libertad
Oro blanco
Otros títulos: The Country.
Héraðið. Grímur Hákonarson. Islandia, 2019.
No podemos evitar asociar el filme a una madeja que va desenrollándose de manera gradual y precisa. Un relato ordenado y sencillo va cobrando forma desde el silencio; rápidamente se devela un secreto que es anticipado, desde el inicio, en la reprimenda a un cooperativista que adquiere insumos en la capital. La película juega con permanentes anticipaciones bajo alusiones que se clarifican en el devenir propio de la historia. Algunas veces, en metáfora, otras, el plano se juega en función narrativa; de cualquier forma, siempre se alude al futuro. Recordamos la escena del nacimiento del ternero con la colaboración de Inga. Presagio de un desenlace que apunta a un renacer consumado al final: un plano que conceptualiza el futuro, en profundidad de campo, desde el interior de un vehículo. Recursos interesantes presentados en momentos diferentes, a manera de presagio de algo que se viene y es necesario. El resurgir de una vida nueva debe ser con la ayuda de un sacrificio, pérdidas personales sobrevendrán como precondición; las soluciones nunca son perfectas, pero alivian desde el dolor. La pérdida de un marido y una granja, crisis liberadoras que abren la puerta a un porvenir donde la incertidumbre es superada por el ansia de libertad.
La pérdida es de Inga, un supuesto suicidio a causa de una encrucijada, a la vez moral y material: Reynir debe delatar a las personas que no compran insumos en la cooperativa, de lo contrario, será declarado en bancarrota y perderá su granja por deudas. La esposa se sobrepondrá a los sucesos y liderará el cambio, camino a la liberación.
Una obra que no se despega del orden, las puestas en escena, tanto en interiores como exteriores, sugieren una sociedad ordenada bajo las premisas clásicas de los países nórdicos. Esto no obsta la presencia de conflictos subyacentes, producto de comportamientos mafiosos.
Una demostración de que el temor puede ser revertido desde la denuncia, aunque es necesario un chivo expiatorio, un mártir, alguien que cargue con la consecuencia, en tanto mal menor, por la afectación de una sola persona en beneficio del colectivo. Historia de cooperadores que aleccionan a cooperativas no representativas de sus miembros.
Símbolos que se cuelan de manera sencilla, aunque sutil, poesía con un alto nivel de concreción y simplicidad conceptual, donde un plano cenital juega por anticipación y anuncia una supuesta presencia espiritual invocada por Inga: Reynir no se fue del todo, contribuye, en apelación a la emoción, como cierre a una asamblea fuertemente argumentativa. El poder del sentimiento es capaz de conmover las voluntades y torcer las decisiones, eso sí, sin perder una compostura que, como bien sabemos, jamás es garante de verdaderas intenciones, para ejemplo alcanza con Eyjolfur y su cínica concepción “cooperativista”: “Borsteinn siempre decía que hay que ir a por las malas hierbas, arrancarlas de raíz antes de que se expandan. No vamos a dejar que ganen las malas hierbas”. La alusión es clara, van contra quienes buscan el cambio.
Es el reflejo de una sociedad hiperorganizada, donde la tecnología está en función de un progreso aprovechado por la extorsión bajo un ejercicio de poder no representativo. La racionalidad es solo aparente, suele asociarse al silencio para no caer en contradicciones; en su justa medida, la combinación con la potencia de los sentimientos logra contribuir a una arriesgada toma de decisiones.
La moderación es acompañada por planos generales, es la asimilación de un paisaje gélido que no logra detener los movimientos emocionales tendientes a socavar el statu-quo; allí parece estar el secreto de la liberación, romper con el sistema desde adentro, estar dispuesto a pagar un precio que será recibido en su faceta positiva: la recuperación de la libertad.
Drama tecnológico que nos posiciona, a partir de recursos técnico-materiales, bajo un papel de ida y vuelta entre el mal presagio, la crisis, la denuncia y un círculo que se cierra hacia la calamidad y la bancarrota. Dimensión corrupta de una robótica que se supone garante del progreso, tan ideal como ilusorio. La dependencia económica, como salvaguarda de un sistema autoritario, coarta la existencia en grados extremos, la oculta bajo el manto de apariencias que señalan una paz congelada por la inercia. Una vez que la verdad sale a flote se producirá una ruptura, las conciencias se irán modificando, el paisaje irá cambiando.
Puestas en escena que apelan a la naturaleza como presagio y avance de condiciones climáticas que acompasan, diferentes momentos del guion, hacia un desenlace con música y trayecto, pero esta vez, en movimiento real, no tanto como desplazamiento en sí, sino como impulso hacia un futuro promisorio donde se reabre la esperanza. El paisaje ya no es el mismo, el sol aparece en función de un renacer que ilumina el trayecto. A partir de la pura actitud de Inga, la desdicha es aliada del buen presagio. Principios irrenunciables triunfan ante las dificultades.
La película apela permanentemente a la cámara fija, poco paneo y nada de travellings, una realidad congelada; deberá romperse el hielo de lo preestablecido. La situación no es de ahora, viene petrificándose desde hace tiempo hasta convertirse en lo aceptado como natural y oculto para muchos. Los personajes circulan o dialogan ante la cámara, el encuadre se mueve poco y nada. Es la noción de rigidez propia del anquilosamiento de un sistema económico, que pretende ser contrapuesto a las posibilidades de un liberalismo promotor de “sana” y libre competencia con la capital. El mensaje político está fuertemente presente en un filme que sabe arroparlo y desplegarlo en tiempo y forma, sin excesos, en un juego que apela a resaltar la asociación de lo humano y la libertad de elección.
Dicotomía entre dos caminos que se parten al final, Inga es el chivo expiatorio necesario para el cambio; sin embargo, ella también participará de una transformación que no antepone lo económico a lo humano. La incertidumbre del futuro se desdibuja frente a una noción que impregna por completo la última escena en la canción liberadora. Refleja el sentimiento del personaje frente a la búsqueda; futuro cimentado en la tranquilidad por el justo accionar en fuerte asociación al respeto ante la propia identidad.
Tráiler:
Ficha técnica:
Oro blanco / The Country (Héraðið), Islandia, 2019.Dirección: Grímur Hákonarson
Duración: 90 minutos
Guion: Grímur Hákonarson
Producción: Coproducción Islandia-Dinamarca-Francia-Alemania; Netop Films, Haut et Court, ONE TWO Films, Profile Pictures
Fotografía: Mart Taniel
Reparto: Arndís Hrönn Egilsdóttir, Sigurdur Sigurjónsson, Sveinn Ólafur Gunnarsson, Hannes Óli Ágústsson, Hinrik Ólafsson, Edda Björg Eyjólfsdóttir