El criterio para determinar la validez de una película se asemeja más a un sentimiento que a una construcción dogmática y universal; no responde a unas reglas fijas que apliquen de manera nemotécnica la teoría a la práctica. Por esta razón, es habitual la disparidad en los análisis sobre una misma película. Lo poco que he leído sobre Red ha supuesto la enésima confirmación de este enunciado. Nadie parece haberse perdido la lección que enseñaba que la acción, entendida como género, debe pugnar con la calidad. Salvo excepciones de culto, cuanto más de una, menos de otra. No seré yo quien me enfrente a las consecuencias de contradecir esta ley no escrita, pero tampoco me gusta mentir. Red no es una película de calidad. Sin embargo, debe toda su capacidad de entretenimiento a un trabajado mecanismo en sus paquetes de acción: una interesante puesta en escena que aprovecha las proezas visuales de unos oportunos efectos especiales.
La premisa original del cómic en el que está basada la cinta de Robert Schwentke fantasea con un deleznable trato por parte del gobierno norteamericano hacia sus jubilados de la CIA, previniendo problemas derivados de la gran cantidad de información confidencial que éstos han conocido a lo largo de los años de servicio. Después de una vida dedicada a la defensa de los intereses de su nación a cualquier precio, es difícil no pensar mal en lo que concierne a la posibilidad de unas prácticas impunes que ya han procurado reflejar un buen número de ficciones (fíjense, si no, en la exitosa serie televisiva de J.J. Abrams, Alias, 2001 a 2006).
En cualquier caso, el guionista del tebeo, Warren Ellis, ya demostró una diestra maña en la exploración de "conspiranoias" en su genial obra sobre distopías, Transmetropolitan. Pero, la libre adaptación de Red -manipulador título, que igual se refiere al tono que mejor definiría el carácter violento y alarmado de los captores, como juega con sus siglas para descubrir un forzado significado clarificador respecto a sus presas: Retired Extremely Dangerous- quita hierro a esta voluntad antisistema, extrapolándola al terreno de la (pseudo)comedia. Así, la atroz maniobra del despiadado gobierno estadounidense queda atenuada y se torna pantomima, con una disposición narrativa de road-movie y cargada de, la antes citada, alambicada y virtuosa acción, que puede llegar a rozar el esperpento, en el buen sentido del término (para valorar convenientemente este recurso debemos siempre recordar que la película procede de un cómic). Estas meritorias secuencias de vistoso salvajismo constituyen un estímulo exclusivo, pero insuficiente para sufrir una historia que no empieza mal, prometiendo más de lo que luego será capaz de ofrecer; con la excepción del sabotaje final, trepidante y muy divertido, en lo que vendría a ser el hermano menor del genial asalto de la banda de Ocean a la cámara acorazada del Bellagio en Ocean's Eleven (Steven Soderbergh, 2001).
Uno de los elementos causantes de la disparidad crítica, a la que hice referencia en el primer párrafo, son los chistes. El filme está más guapo callado, obviando esos gags probablemente escritos por y para un público de la generación de sus protagonistas. Porque, que nadie se engañe, el arma más potente que aparece en Red, es esa lucrativa reunión de una bien envejecida tercera edad de Hollywood (ha sido comparada con la que hace diez años promoviera el gran Clint Eastwood en aquella cinta de astronautas de geriátrico, Space Cowboys). Bruce Willis siempre fue hombre de acción y tiende a fracasar cuando sus confiadas expresiones indican trascendencia. Hace tiempo que Morgan Freeman pasó a ser el más simpático de los abuelos y John Malkovich, una caricatura de sí mismo; Helen Mirren se reinventa como una entrañable femme fatale, que lo mismo te llena el pecho de plomo, que guisa para la familia el domingo. Son iconos consolidados de vuelta de todo, que solo tratan de divertirse; quizá por eso, la única interpretación que aquí se pueda tomar en serio sea la de Mary-Louise Parker que, una vez más logra emanar esa fina espontaneidad a la que nos acostumbró en el serial Weeds (2005-presente).
La espontaneidad es producto de la naturalidad y lo natural es imperfecto. Lo más bonito que se puede decir de esta película es que es imperfecta, mas no es que no sea natural, es que hace gala de su artificialidad. Quizás, ésa sea su cruz. Nadie se cree que un sesentón sea capaz de eliminar a un escuadrón del ejército especialmente entrenado para capturarle (de las pocas facilidades que brinda la comedia), sin tener a su disposición un arma, como ocurría en el cómic. No obstante, el referente de las viñetas no se revela más que como un torpe pretexto para colarnos una reivindicación disfrazada de oda a los actores mayores que, también y todavía, pueden ser traviesos. Red quiere decirnos que no importa quien lo haga, sino lo que haga. ¿O era al revés?
Ficha técnica:
Red, EUA, 2010
Dirección: Robert Schwentke
Producción: Lorenzo di Bonaventura y Mark Vahradian
Guión: Jon Hoeber y Erich Hoeber (cómic: Warren Ellis)
Fotografía: Florian Ballhaus
Música: Christophe Beck
Interpretación: Bruce Willis, Mary-Louise Parker, John Malkovich, Helen Mirren, Karl Urban, Brian Cox, Richard Dreyfuss
Trailer: