Cuando hace dos años, fue lanzada esta revista, el que suscribe publicaba su primera crítica en ella sobre la multipremiada Slumdog Millionaire (Danny Boyle, 2008), argumentando un desorbitado triunfo desde la óptica de la mentalidad comercial de Hollywood y el gusto de la industria americana por los cuentos Disney de imagen real. Esta tendencia vuelve a reconocerse en la lista de las nominadas a mejor película en la 83ª edición de los Oscar. La superación personal es el tema fetiche de quien disfruta jactándose de sus éxitos, siendo el denominador común de casi la mitad de las cintas que participan en esta categoría: El discurso del rey (The King's Speech, Tom Hooper) o 127 horas (127 Hours, Danny Boyle) lo exhiben sin ningún pudor, y otras como Origen (Inception, Christopher Nolan) o Cisne negro (Black Swan, Darren Aronofsky), tratan de disfrazar su evidencia.
The Fighter, también nominada, no se queda corta y se acoge a la épica por partida doble. Por un lado, aborda la recuperación de la honra por parte de un ex boxeador adicto al crack y, por el otro, relata el ascenso en este deporte de su hermano, una joven promesa cuyas aspiraciones son constantemente frustradas por su familia. Y es aquí donde reside el quid de la cuestión, en la familia -y no en el boxeo-. De clase baja y tintes "corleonianos", este clan matriarcal se encuentra bajo la custodia total de Alice (Melissa Leo), una variante tamizada de la Janine de Jacki Weaver en la reciente Animal Kingdom (David Michôd, 2010). En esta tribu, compuesta en su mayoría por una grotesca camada de leonas holgazanas, donde los hombres no tienen voz ni voto, todos viven entregados a una quimera: devolver al primogénito la gloria que un día eludió por elección propia. Para la consecución de esta más que improbable redención, nada mejor que el talento de Micky (Mark Wahlberg), sacrificado por la señora, obligándole a ser entrenado por su marchito hermano Dicky (Christian Bale). La película abre con la llegada de reporteros de la cadena HBO con el objeto de hacer un documental sobre Dicky, constituyendo la principal alerta de la hipocresía que domina el filme. La familia se encarga de proclamar a los cuatro vientos que su pariente está siendo promocionado en su inminente regreso a los cuadriláteros. A mitad de metraje, se revela la verdad de la confusa -por el estado de forma del drogadicto- noticia: el documental no pretende más que aleccionar a la muchachada sobre la devastación que puede acarrear el consumo de drogas. No future.
Huelga decir que un argumento que supura tanta calamidad y esas insanas relaciones entre sus personajes sólo saldría adelante con unas actuaciones impecables. Bale, bajo la apariencia que le confiere un nuevo cambio de peso (demacrada, pero sin llegar a la escualidez de El Maquinista -The Machinist, Brad Anderson, 2004-), se muestra excepcionalmente creativo en la compleja definición de un personaje que genera por igual emoción, pena, asco y risa. Wahlberg se suele identifica por unas interpretaciones bastante planas, no obstante, su rictus invariable solo necesita de la interacción con los demás caracteres para autocompletarse, haciendo aflorar una tensión y una angustia reprimidas. Sin palabras para la impresionante Melissa Leo.
Micky necesita una luz exterior que le guíe a salir de su fracaso sumiso. Su sacrificada novia será quien logre alentar una rebelión contra el régimen matriarcal, que se hará efectiva, finalmente, a través de hombres; un padre obviado y un entrenador timorato que valoran las aptitudes del chico como algo más que un instrumento para el negocio. La cinta gana enteros desde que el joven boxeador se desprende del yugo de la dictadura familiar, por promover una aplicación morbosa en el choque entre individuos de la misma sangre (manteniéndose siempre en un segundo plano el aspecto estrictamente deportivo).
La experiencia y el sentido común insinúan que este tipo de fábulas sobre las miserias de una parentela en conflicto no se encaminan hacia un happy end, precisamente. Sin embargo, el hecho de que The Fighter se base en hechos reales sirve de explicación para un desenlace extraño a la tradición, insostenible en la manera en que se hubiera tratado de hacer justicia a la lección que se ha intentado inculcar (a la que contribuyen los documentalistas de HBO, con su agresivo y explícito reportaje). Esta enseñanza, bien podría confundir a las generaciones más jóvenes de espectadores al vacilar entre dos supuestos contradictorios: sé tú mismo, pero no dejes de hacer caso a tus mayores, que saben lo que te conviene. En cualquier caso, el entusiasmo americano por estos relatos redentores sobre segundas oportunidades, que dilatan la heroicidad a lo largo del film, le juega una mala pasada a David O. Russell al cernir sobre el miserable Dicky, no ya una desintoxicación exprés, sino una bajada de pantalones y una mutación repentina de las competencias y el carácter que no resultan nada creíbles. La gente no cambia con tanta facilidad.
La presencia de los originales en los que se basa la historia junto a los títulos de crédito, dicharacheros y guasones hermanos, nos hace pensar que recibieron la cinematográfica recreación de sus vidas con los brazos bien abiertos. Y, seguramente, con los bolsillos también. Porque no puede salir muy barato conseguir el permiso para volver a abrir tamaño cajón de mierda.
Ficha técnica:
The Fighter, EUA, 2010
Dirección: David O. Russell
Producción: Dorothy Aufiero, David Hoberman, Ryan Kavanaugh, Todd Lieberman, Paul Tamasy y Mark Wahlberg
Guión: Scott Silver, Paul Tamasy y Eric Johnson (historia: Paul Tamasy, Eric Johnson y Keith Dorrington)
Fotografía: Hoyte Van Hoytema
Música: Michael Brook
Reparto: Mark Wahlberg, Christian Bale, Amy Adams, Melissa Leo, Jack McGee, Dendrie Taylor, Jenna Lamia
Trailer: