Críticas
Viaje al Paraíso
Paradise: Love
Paradies:Liebe. Ulrich Seidl. Austria, Alemania, Francia, 2012.
Reconocido por una breve filmografía caracterizada por películas con una fuerza innovadora que incluyen fuertes dosis de ironía, sarcasmo y amargura, Ulrich Seidl se ha distinguido por continuar con esta peculiar trayectoria. Su corrosivo estilo notorio desde Días Perros (Hubndetage, 2001) y continuado en la recientemente exhibida Import/Export (2007); el director austriaco presenta ahora una inusual trilogía que bajo el título general de Paraíso retrata la historia de tres mujeres de una misma familia, que buscan febrilmente algo que a todas luces se les escapa, porque sólo existe en sus enfermizas mentes.
Similar en su planteamiento a la película del director francés Laurent Cantet, Bienvenidas al paraíso (Vers le Sud, 2005), pero disímil en su tono y su manera de retratar el hecho, Paraíso: amor alude a ciertos destinos turísticos a los que arriban mujeres extranjeras, provenientes de sociedades altamente desarrolladas, en búsqueda no únicamente de lo exuberante del clima y el paisaje, sino de verdaderos paraísos de turismo sexual.
Theresa, mujer madura y obesa, quien trabaja como encargada en una feria, deja a su hija y a su gato con su hermana María, en Viena, para partir de vacaciones al África, a Kenia específicamente, paraíso exótico, pletórico de lugareños dispuestos a vender sus favores sexuales como una forma válida de superviviencia.
Sugar mammas es la identificación que los nativos otorgan a las turistas europeas que buscan a los prostitutos africanos para desahogar no sólo sus impulsos sexuales, sino para tratar de llenar sus enormes carencias afectivas. Los acontecimientos por los que atravesará Theresa son un indicativo inequívoco de la vaciedad en la que vive y lo erróneo de sus percepciones, en la búsqueda del amor en el sexo pagado. La contradicción es llevada al extremo por la protagonista obsesionada por querer encontrar ese sentimiento, erotizando al prostituto de turno en una cultura que no sólo es diferente a las costumbres occidentales, sino en la que los personajes actúan por motivos muy diferentes a aquellos que empujan a las turistas a buscarlos.
El retrato que el director elabora de una sociedad en donde la miseria y la enfermedad son la constante, contrasta enormemente, no solo con la exuberancia del paisaje, sino con el poder adquisitivo que exhiben las visitantes, quienes alardean con sus actitudes de la supuesta superioridad que les otorga su moneda. Los nativos, extraños en su propia tierra, aparecen como motivo de burla y de sorna; en este sentido, las risas descontroladas de las obesas mujeres son tan estridentes y vulgares que llegan a sentirse incómodas.
Seidl no hace concesiones al momento de plantear el conflicto, su mirada de tono frío y alejado sirve como contrapunto al ardor sexual que exhiben las mujeres, como un voyeur recorre los exteriores, acompañando al personaje femenino en su frenética búsqueda, y en contraste, utiliza la cámara fija para los interiores, atisbando como si fuera un testigo, y consiguiendo con sus encuadres distanciar al espectador emocionalmente. El montaje, mezcla de improvisación, grandes silencios y largos y penosos recorridos en los que la cámara acompaña al personaje, añade verosimilitud y un falso tono documental a la obra.
Como es costumbre en el realizador, se nota la ausencia de un guion establecido en la forma heterodoxa de rodar las escenas, también una cuidada y minuciosa planeación en la interacción entre actores profesionales y aquellos que no lo son. Los resultados son profundamente convincentes, tanto en los momentos en los que Theresa discute sus deseos y su vulnerabilidad, como cuando amargamente confronta la realidad de un país en donde el amor es una transacción más.
La representación de los cuerpos imperfectos de las maduras mujeres resulta ajena a las convenciones estéticas del cine tradicional, y dan a la parte compleja de la película una accesibilidad casi objetiva, la total desdramatización de la situación las acerca más a la realidad. Son precisamente las mujeres quienes mencionan continuamente las características de sus cuerpos o sus edades, constantemente citan el hecho de que son feas y viejas, buscando en la afirmación de los aldeanos una manera de cubrir lo que no pueden ofrecer como mujeres. Pese a que no hay abundantes escenas de sexo explícito, la desnudez de los sentimientos y las expectativas de las féminas rebasan con mucho la desnudez física de sus deformes cuerpos.
Seidl deja perfectamente asentado que el principal motivo de este grupo de mujeres está afincado en el goce sexual y en el hecho de sentirse jóvenes, manteniendo cópulas con hombres más jóvenes y pagando por ello, sátira y parodia de la conducta social de sociedades posmodernas como la alemana y la austriaca.
El trasfondo del film, la búsqueda de la felicidad, inevitablemente, conduce a la decepción y, al igual que su predecesora, la película de Cantet subraya la manera de cómo el turismo sexual llega a ser una forma de neocolonización opresora, dejando la profunda impresión de que no nos está diciendo nada que no conozcamos previamente. El inconfundible estilo de Seidl es capaz de crear un film con una equilibrada visión de cómo el turismo sexual genera un sentido de explotación de ambos lados, puesto que nace de distintas formas desesperación, la necesidad de sentirse amado, por un lado, y la miseria y la opresión económica de un país que nada tiene que ofrecer a sus ciudadanos, por el otro.
Tráiler:
Ficha técnica:
Paradise: Love (Paradies:Liebe), Austria, Alemania, Francia, 2012.Dirección: Ulrich Seidl
Guion: Ulrich Seidl, Veronika Franz
Producción: Société Parisienne de Production, Tatfilm
Reparto: Maria Hofstätter, Margarete Tiesel, Inge Maux, Peter Kazungu, Gabriel Mwarua, Carlos Mkutano
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