Críticas
Un brindis por los vivos
Pedro Páramo
Rodrigo Prieto. México, 2024.
Se han escrito toneladas de tinta acerca de la complicada relación entre literatura y cine. Aunque los libros siempre han sido inspiración clave para el séptimo arte, el tema de las adaptaciones suele ser carne de polémica, y las discusiones acerca de la fidelidad, la esencia y la autoría acompañan inevitablemente cada traslado de la letra a la pantalla.
Esta círculo eterno alcanza nuevas cotas de tensión cuando se trata de llevar al cine obras tan laberínticas e idiosincráticas como la que hoy nos ocupa, Pedro Páramo es un camino proceloso, encuentro de historias, tonos y matices. Pero no es menos cierto que el evocador lenguaje de Juan Rulfo es un generador muy potente de imágenes poderosas e inspiradoras. Lo único que hace falta para que la empresa tenga éxito es un director con capacidad de encontrar el equilibrio entre las distintas intenciones de la novela. La crónica de la existencia de esa sombra alargada que es Páramo y la construcción fantasmal de un universo fronterizo entre la vida y la muerte.
Netflix se embarca en la aventura de adaptar de nuevo Pedro Páramo, que ya cuenta con interesantes revisiones en celuloide. El elegido para el desafío es Rodrigo Prieto, que debuta con esta película como director. Eso no significa que Prieto sea precisamente un recién llegado. Cuenta con una larga experiencia como director de fotografía, apoyando a directores como Almodóvar, Scorsese o Iñárritu, por citar alguno de los reconocidos nombres que recoge su filmografía.
En Pedro Páramo se adentra en un cosmos límite, donde la narración oral, el cuento popular y lo macabro y brujeril se dan la mano. Prieto da rienda suelta a una elegancia majestuosa en las diferentes facetas del relato, que resulta en insinuante todo, complejo y rico en imágenes y emociones.
El director mexicano consigue algo muy complicado: ofrece una visión personal de la obra de Rulfo y al mismo tiempo mantiene un respeto reverencial por la obra literaria. En esto tiene mucho que ver el texto de Mateo Gil, que adapta con mucho ingenio los momentos más brillantes de la novela, frases y sentimientos que han quedado para la historia de la literatura. Con personajes y situaciones por todos conocidos, es difícil mantener la sorpresa macabra que esconden las palabras de Rulfo, pero la película sortea lo evidente con intenciones visuales contundentes.
El laberinto del tiempo en la obra de Rulfo se marca en la película con contrastes de luz, que disfrazan este lugar imposible, Comala, de frontera entre lo real y lo fantástico. De la vida y sus desatinos a la muerte reveladora de secretos, Comala muta y se niega a morir, trasformada en memoria y recuerdo, anclada en el rencor y el odio.
Personajes se deslizan por su propia existencia siempre bajo la sombra impenitente de Pedro Páramo, víctima de su propia ambición, esclavo de sus amores imposibles. Dispuesto a todo con escribir su propia ley, tan solo queda su historia escrita con sangre y desprecio. Prieto saca partido de todas esas emociones condensadas, jugando con el poso melancólico de un final anunciado, y habla sobre la pérdida, apoyado por un elenco actoral de primer orden.
Pedro Páramo resulta apabullante, y lo cierto es que su larga duración puede resultar un desafío para el espectador, teniendo en cuenta además las muchas facetas del relato. En mi caso, disfruté del oscuro viaje, aunque la película esté muy lejos de ser perfecta.
Y es que lo macabro y brujeril brilla con especial fulgor tétrico. Estos muertos anclados en sus pecados y nostalgias ofrecen lo mejor de la película con creces. Prieto abraza incluso algunos elementos del cuento gótico que resultan abrumadores. El surrealismo febril y onírico se hace dueño de la película, y la fantasmal esencia de la obra de Rulfo alcanza un impacto visual que ninguna adaptación previa de la novela había siquiera atisbado.
El problema es que este espectáculo místico queda en segundo plano. Prieto está más convencido del viaje emocional de Páramo, sus amores y deseos, las contradicciones del personaje constreñido por el amor, pero incapaz de amar. La tristeza de ese camino solitario y brutal es la base de la estructura mutante de la película de Prieto, lo que desequilibra el tono mortuorio que tanto luce en las mejores secuencias de la cinta.
Las calles solitarias de Comala, los susurros de los que ya no están, lo mágico del realismo llevado al paroxismo, son los puntos fuertes de una película notable, pero que se pierde en el melodrama.
Aún así, tenemos una alquimia de géneros incontestable, que funciona en todos sus aspectos, aunque unos tengan más potencia que otros. Es toda una experiencia, que hace justicia a la enigmática obra de Rulfo.
Las adaptaciones de libro a cine es un continuo caminar sobre ascuas ardientes, pero en este caso, Prieto demuestra sentido de la autoría. La capacidad de navegar entre la ortodoxia cinematográfica y el riesgo visual deja al espectador una obra contundente, hermosa y espeluznante a partes iguales. Buen cine, desde el convencimiento, que además rompe con las formas habituales que vemos en las plataformas de contenido.
No se la pierdan.
Ficha técnica:
Pedro Páramo , México, 2024.Dirección: Rodrigo Prieto
Duración: 123 minutos
Guion: Mateo Gil
Producción: Woo Films, Redrum, distribuida por Netflix
Fotografía: Nico Aguilar
Música: Gustavo Santaolalla
Reparto: Manuel García-Rulfo, Tenoch Huerta, Ilse Salas, Mayra Batalla, Dolores Heredia, Noé Hernández, Hector Kotsifakis, Roberto Sosa.