Críticas
El machismo a bordo de la fama
Priscilla
Sofia Coppola. EUA, 2023.
El deslumbramiento puede ser peligroso si los hechos se encargan de naturalizar lo indebido.
Priscilla es una chica de 14 años que se transforma en el objeto, no digamos de deseo sexual, pero sí de posesión espiritual; la categoría bien podría servir a la clasificación de los anhelos humanos hacia el prójimo.
Elvis no ofrece reparo en indicar su intención de hacerse cargo de una adolescente que sueña en silencio con unirse a la estrella del rock. La idealización privada conserva rasgos de intimismo excesivo fundados y fundidos en el incondicional apoyo a la figura del líder. Por momentos, semeja la fusión de voluntades donde la estrella oficia de guía y palabra final. Priscilla se convierte en juguete personal, funciona por deslumbramiento ante lo grandioso e inesperado de una posición donde la frivolidad, el aislamiento y los condicionamientos son moneda corriente. Más aún, podríamos decir que se trata de un círculo vicioso donde el astro ejerce el control, macho habitual escondido tras la dulzura del modelo ejemplar que cuida de su mascota. Ella lo tiene todo, materialmente hablando, pero el costo excede los sacrificios, el deslumbramiento persiste, «¿cuántas quisieran estar en su lugar?».
Un drama vivido en silencio que acompasa las asimetrías de época expuestas a la luz del abuso oculto en la inmadurez. Priscilla se sostiene en valores que asientan a la mujer en un rol receptivo, reafirmado desde la inexperiencia inconsciente de quien aún no consolidó su tiempo. Cuando el momento encarne la oportunidad, el corte será impulsivo, disruptivo en medio de rutinas escapistas que colman las atenciones y necesidades del rey del rock. Mientras tanto, la protagonista tendrá que encajar en su sitio, deberá ser la compañía acorde al estado del cantante.
El guion establece una narración donde Priscilla y sus padres se encuentran en Alemania. Transcurre el año 1959, Elvis Presley presta servicio en una base militar americana en el mismo país. Conocerá a Priscilla en una fiesta en su apartamento, de ahí en más, querrá apropiarse de la chica bajo el formato de quien está interesado por la compañía que se le brinda. Convencerá a sus padres y vivirá con ella en su mansión de Estados Unidos (Graceland); su padre, Vernon Presley, será el
La película, basada en Elvis and me, memorias escritas por Priscila Beaulieu -1995-, relata la vida de la autora junto al rey del rock, desde que se conocen hasta su separación.
Coppola es sumamente cuidadosa con el mito, Elvis es un joven alocado, desbordado por un éxito que lo sumerge en sus propias miserias; la fama controla a un personaje que intenta recalar en cuestiones espirituales que repite sin comprender. Los avatares de la fama controlan una existencia jugada al límite, compensada por las frivolidades de una vida escasa en gratificaciones humanas, pero excedida en despliegues de grandeza donde intervienen el juego, el alcohol y la droga.
El biopic se traga el ciclo circadiano de los protagonistas, la alteración en la temporalidad opera como factor ejemplar de una vida ofrecida al límite de la resistencia. Priscilla debe entrar en el mundo de Elvis como forma de participación única, ella debe cubrir sus expectativas con poco margen para decisiones propias; si su sufrimiento está presente, una mezcla de inconsciencia y complacencia lo tornan indemostrable. La cámara retrata una chica sumisa, seria y obediente; el descontento y la rebeldía jamás asoman y, cuando alguna contrariedad surge, Elvis se encarga de reforzar la supremacía mediante acciones manipulativas que siempre culminan exitosamente.
La denuncia es opacada en la fascinación que todo lo perdona, Elvis es tan cosificado como Priscilla por un sistema que lo transporta a la ilusión de las masas, prisión que transforma la idolatría en un sistema de vida de alta exigencia, donde lo humano se pierde entre pastillas y anhelos de admiración eterna. Lo espeso de la circunstancia es una trampa para ambos, el cantante concibe a Priscilla en términos de lo necesario para su vida, los lujos y su compañía son los supuestos valores de cambio que ella debería apreciar por entregar su voluntad. Una prisión de lujo y falso valor los envuelve a ambos, él es presa del éxito, ella de su inexperiencia. Es así, como Coppola, sin justificarlos, los nivela; los comprende bajo la lupa de un enfoque compasivo que no derrapa en la exageración del melodrama.
Ya, desde los créditos, tenemos un montaje que prepara lo que se viene. Los pies de Priscilla, sobre una alfombra roja, son asociados a otros planos detalle que destacan partes de su cuerpo siendo preparadas hacia la generación del estándar de belleza de la época. Objetos materiales, vinculados a ideales de esplendor, lujo y riqueza, son mostrados de manera parcial, se apela a la idea de fragmentación, parcialización materialista que disgrega el interior de las personas dando lugar a una máscara de aceptación artificial. Priscilla es la impericia del permanente e incuestionable descubrimiento, Elvis, la grandiosidad que obnubila la conciencia.
Sea como fuere, tenemos la anticipación de lo que vendrá sostenida por planos donde el éxito es aludido a discos en combinación con amor romántico. Sostén de relaciones, adscripto a fantasías, sobrevive en la alusión a sobres impresos en lápiz labial; los besos femeninos comunican la ilusión desde el envase.
El filme establece un juego de acción y reacción, a cada circunstancia tenemos la contrapartida en el rostro de Priscilla. Alternancia de planos que genera la inmediata configuración facial de una Cailee Spaeny solvente, la respuesta emocional resuelve con justeza los rasgos típicos de una adolescente fascinada con la oportunidad de conocer al ídolo. Insegura, en la situación nueva que la introduce en el mundo adulto, o expectante, ante la decisión de unos padres estrictos, las palabras serán innecesarias, la expresión siempre da en el clavo.
La inmadurez evita la conciencia ante el control, la rebeldía y deseos de crecer empujan hacia el comportamiento confrontativo, aunque solo en escenarios conocidos. No ocurrirá lo mismo en un contexto a explorar, las fantasías obturan la capacidad para una rápida comprensión; Elvis rápidamente accederá a los resortes de mando sin ser notado.
Las puestas en escena denotan un buen diseño de producción, los ambientes establecen una acertada recreación de época que enfatiza el glamour propio de los contextos del cantante en los años 60. Sin embargo, no hay alusiones a la labor artística en específico; nunca aparece el intérprete en escena frente a sus fans. Coppola pretende remarcar los efectos del la fama, más no su materialización en la conmoción del delirio colectivo. Cuando Elvis aparece cantando, la cámara lo toma de espaldas en cierta profundidad de campo y leve contrapicado, posteriormente, permanecerá drogado en su suite, contenido elidido, solo expresado en el encuentro posterior con su esposa. Son 4 planos interrumpidos por 4 cierres a negro que denotan la intermitencia de su estado interno. La sensación de inestabilidad, en la oscuridad de la confusión, puja por aferrarse a los escapismos habituales. El público aparece lejano, apenas esbozado; confundido por la distancia, la perspectiva y la iluminación que encandila al espectador; el efecto es confusional. Solo vemos el esbozo de mujeres que saludan y algunas gorras policiales. Todo parece comenzar a difuminarse y confundirse, la sensación es de incongruencia. El declive comienza, el éxito conduce a la compañía en soledad.
Interesante despliegue de particularidades implícitas en un desarrollo simple, cuestiones abordadas desde cotidianeidades familiares que no han cambiado con el tiempo.
Ficha técnica:
Priscilla , EUA, 2023.Dirección: Sofia Coppola
Duración: 112 minutos
Guion: Sofia Coppola. Memorias: Priscilla Presley
Producción: American Zoetrope, Stage 6 Films, The Apartment. Distribuidora: A24
Fotografía: Philippe Le Sourd
Música: Phoenix
Reparto: Cailee Spaeny, Jacob Elordi, Emily Mitchell, Ari cohe, R Austin Ball, kamilla kowal, Deann Jarvis, luke humphrey, Kelaiah Guiel, Jorja Cadence, Stephanie Moran, Katie Garyfalakis, E Fegan DeCordva