¿Qué invadimos ahora?

Las características que dominan en la filmografía del realizador norteamericano Michael Moore son muy notorias a lo largo de su carrera. Tiene el poder de convencernos con aquello que estamos viendo en la pantalla, haciéndonos reír en ese proceso, pero con una particularidad: esa risa no es porque estemos presenciando algo cómico, sino que es de pura indignación. Con ese estilo persuasivo, tendencioso y cómico, es que el director estadounidense encara la dirección de este documental, llamado ¿Qué invadimos ahora?

Como ya hemos visto a lo largo de su ya extensa carrera produciendo documentales, Moore le da un enfoque de izquierdas a todo aquello que expone, algo que parece contradictorio en un país que profesa una única religión, el capitalismo. Así, es que decide embarcarse en una nueva cruzada, similar a las que emprenden sus diferentes gobiernos, invadir otros países en busca de sus recursos. La peculiaridad de esa invasión –en la que Moore hace gala de ese tono cómico al que nos tiene acostumbrados-, es que la misma es cultural.

Como todo documental, parte de una premisa que rige a casi todo este género: el de «aquí y ahora», argumentando que lo que observamos forma parte de una realidad absoluta. Moore visita algunos países de Europa en búsqueda de aquellos derechos que poseen y que podrían ser implementados en Estados Unidos, pero que, de hacerse efectivos, atentarían contra las ganancias de sus empresarios y el orden establecido que ya forma parte de su cultura.

Moore, conocido por tener una actitud muy intimidante ante sus «víctimas», genera situaciones graciosas, como por ejemplo, cuando durante un pasaje de Capitalismo: Una historia de amor (Capitalism: A LoveSstory, 2009) se aposta a la salida de Wall Street, ícono capitalista responsable del descalabro financiero de 2008. Desde allí, a cada uno de los señores de traje que salían, les hacía preguntas comprometedoras que ellos no podían responder. En ¿Dónde invadimos ahora? finge quedar atónito al enterarse, por ejemplo, que en Italia existe el pago de aguinaldo, que en Francia el estado y los establecimientos escolares están atentos a la alimentación de los niños o que en Túnez existe el aborto legal y gratuito. Todas sus desventuras se apoyan en material de archivo, otro sello característico que por lo general son las causas en las que se basan sus acciones.

Claro que estas situaciones pasan a tener un tono tragicómico, principalmente por tratarse de una realidad que se hace presente, en mayor o menor medida, en casi todos los países del mundo. Entonces, creo que allí es donde Moore hizo ese trabajo fino para terminar de indignar y movilizar a su espectador. No es algo nuevo para él, ya lo había hecho en Bowling for Columbine (2002), desentramando los orígenes de la predilección estadounidense por las armas y la violencia, mostrando por ejemplo que un norteamericano promedio puede conseguir su propio rifle mediante la solicitud de un préstamo bancario.

Y así como Moore deconstruye el universo capitalista, invadiendo otros países, logra hacerse con ideas constructivas para ser adoptadas en su país. También nos muestra a algunos países europeos como una suerte de paraíso, algo que quizás no sea tan verdadero. Es que el primer país que «invade» es Italia, un país con una crisis político-económica, en el que hace ya más de un lustro el paro y las dificultades de los trabajadores son evidentes. Visitando dos fábricas y a algunas familias, busca demostrarnos que el país mediterráneo es una joya en la que los empleados están tan contentos, que hasta son amigos de los empresarios, y lo cierto es que existen otros problemas que parecen pasar inadvertidos para el norteamericano.

Con un título más que desafiante, ¿Qué invadimos ahora? evidencia que existe otra cara de la realidad en el país del sueño americano, una constante que Michael Moore ha logrado convertir en un sello identificatorio a lo largo de su filmografía. Ya lo ha hecho al revelar los motivos por los que Estados Unidos es potencia bélica mundial, como por ejemplo, en Fahrenheit 9/11 (2004). Con el estreno próximo de Michael Moore en TrumpLand (2016), el documentalista nos prueba que su talento se encuentra perfectamente intacto.