Queen and Slim

Hace un par de semanas tuve ocasión de ver Dear White People (Justin Simien, 2014). La película, de la que también hay una serie que está causando bastante revuelo, aborda el tema del racismo a través de un grupo de universitarios americanos. Lo que produjo mi asombro, pese a su tono cómico, fue comprobar cómo se ha avanzado tan poco en esta problemática, pese a tratarse dentro de un ambiente como el universitario y en pleno siglo XXI, tras muchos años de denuncia y movilizaciones.

Tras ver Queen & Slim, basada también en una historia totalmente contemporánea, sospecho que esta problemática social, la del menosprecio y sentimiento de superioridad de unas razas frente a otras, tiene pocos visos de solución, tanto en Estados Unidos como en el resto del planeta. Las injusticias siguen sucediéndose ante la impasibilidad general de una sociedad más preocupada por consumir y poseer que por respetar a los demás.

Queen and Slim está escrita por la activista Lena Waithe, mujer y negra. La película está estructurada en un formato de road movie y nos narra la huida imposible de una joven pareja de negros que acaban de tener su primera cita, tras conocerse a través de Tinder. La mala suerte hará que un policía con prejuicios raciales los pare cuando Slim (Daniel Kaluuya) acompaña en su coche a Queen (Jodie Turner-Smith) a casa.

A primera vista, por el título, el cartel en blanco y negro y la temática, bien podríamos pensar que estamos ante una película de acabado indie, pero es ahí donde su realizadora Melina Matsoukas, conocida directora de videoclips, no puede negar el medio del que procede y nos ofrece una cinta de cuidadísima estética, en la que tanto la narrativa como el tratamiento de los colores, la música y el diseño de producción nos llevan a un film que por momentos nos sorprende y despista. Estamos ante una mezcla poco convencional de cine social, road movie y retazos de videoclip sazonados con algunos elementos de aquel cine de los años 70, llamado blaxploitation, cuyos protagonistas eran negros de bellos cuerpos musculados, ante los que la cámara se detenía prendada, que luchaban en muchos casos contra la injusticia policial.

No en vano, a lo largo de toda la huida a través del país, desde el Norte, en el nevado Ohio, al Sur, en la exuberante Florida, los protagonistas, convertidos en héroes gracias a la inmediatez de las redes sociales, serán apoyados por la comunidad negra para que logren su objetivo y burlen el control policial desplegado con el fin de cazarlos, pese a que las imágenes grabadas de lo acontecido dejan entrever su inocencia.

El metraje de la película, que supera las dos horas, es tal vez excesivo y solo algunos de los bellos y extensos paisajes, de los que se nos permite disfrutar, podrían justificarlo. Desde luego, no lo hacen ni la rocambolesca historia familiar de Queen, ni la improbable historia de amor entre los protagonistas, fraguada casi a la fuerza a medida que pasan los kilómetros.

La angustia con la que vivimos la injusta agresión policial y los primeros momentos de la huida, en la que podemos sentirnos tan estresados como los protagonistas, pensando en las posibles e improbables soluciones de salvación para Queen y Slim, es, sin duda, lo  mejor de una película que, ante todo, aplaudimos.+ porque denuncia un problema, el del racismo, ante el  que deberíamos sensibilizarnos.

Pero algo en el estar de Queen y Slim no logra provocar la empatía hacia estos dos seres que realmente se juegan la vida. No nos muestran, una vez se adentran en la huida, que estén metidos de verdad en el problema, como si no fuera con ellos, viviendo situaciones que parecieran haberse añadido a la historia para hacerla lucir más en el sentido estético, como en la escena en la que sacan sus cuerpos por la ventanilla del coche frente a un maravilloso paisaje de mar.

Tráiler: